Por: Georgina Rosado Rosado.
georginarr28@hotmail.com
Siglos de una cultura machista y un sistema
patriarcal, basada en una supuesta inferioridad de nosotras las mujeres,
justificó que se nos discriminara y que se normalizara, incluso justificaran,
diferentes tipos de violencia de género lo que tuvo como respuesta el
surgimiento del feminismo como un movimiento de lucha y reivindicación
internacional, una de sus estrategias más actuales es la campaña “Yotecreo”.
La campaña “YoTeCreo”, se inspiró en el caso real de
una joven que fue agredida sexualmente por un conocido y que cuando denunció no
fue creído su testimonio. Éste representa el caso de millones de mujeres
agredidas sexualmente y que no recibieron justicia debido a la cultura machista
de quienes la aplican ya que no les confieren credibilidad a las víctimas y
toman como verdadera la versión de los agresores.
En un estado como Yucatán con uno de los más altos
índices de violencia sexual en el país, la mayoría ejercida por familiares y
conocidos, esta campaña adquiere particular relevancia siendo una estrategia
fundamental para protegernos como mujeres.
Partiendo de las anteriores premisas, por más incómodo
que sea para nosotras las feministas, debemos de reflexionar sobre lo
siguiente: ¿qué consecuencias puede tener el que una persona utilice esta
legitima campaña para lograr un fin diferente ya sea para encubrir un crimen o
acto de deshonestidad, incluso para promover un protagonismo personal o una carrera
política partidaria?
Los estereotipos patriarcales que algunos,
inocentemente creen que son a nuestro favor como el que se nos piense “más
buenas” o “más santas” incluso “inmaculadas” por “naturaleza”, han permitido
que se apliquen medidas más severas para las mujeres que delinquen, o rompen
con las normas sociales bajo el entendido que eso va contra nuestra esencia. Lo
anterior se refleja en los años de cárcel asignados a las mujeres que
delinquen, generalmente mucho mayores que los dados a los hombres por el mismo
delito, y que la sociedad en su conjunto aplique dos medidas para tasar las
mismas faltas. Por lo tanto, negar que, en una sociedad tremendamente injusta
con las mujeres, podemos delinquir, cometer errores o tener aspiraciones
personales olvidando las colectivas, aunque suene “políticamente correcto”,
podría ser contraproducente.
Por ejemplo, si una maestra universitaria sancionada
por las autoridades recurre al argumento de haber sido víctima de violencia de
género e involucra a las alumnas de su facultad, que le creen como mandata
nuestra campaña, y luego se descubre con pruebas irrefutables que falsificó
firmas en un acto de deshonestidad y que su sanción administrativa era por
demás justa. Ese solo acto pone en peligro la credibilidad de quienes acuden a
la campaña legítimamente y por lo tanto representa una afrenta al movimiento
feminista, al que evidentemente no pertenece la maestra.
Otro mal uso es denunciar fieramente, en nombre de la
campaña “Yotecreo” y del feminismo, los delitos y faltas de algunos hombres
machistas, pero mirar hacia otro lado cuando se trata de quienes son de nuestro
grupo político. Por supuesto esto dificulta nuestra militancia en algún partido
político, sobre todo sí reconocemos que en México todos son patriarcales y
reproducen culturas machistas, lo que nos obliga a ser muy cuidadosas y
críticas, dentro y fuera de las organizaciones en las que participamos o
perderemos legitimidad.
Personas que han militado en partidos o trabajado en
instituciones públicas, como quien escribe esto, sabemos que ser congruente con
esto es sumamente difícil y se corre el peligro de ser hostigada por tus
propios “aliados” y “colegas”, haciendo fundamental que las redes y alianzas se
tejan entre mujeres de diferentes partidos y organizaciones. Y que nuestra
sororidad trascienda las diferentes coyunturas y distintas luchas en las que
participamos, y sobre otro tipo de intereses.
Finalmente, debemos reconocer que los liderazgos
existen y que en todo movimiento hay figuras que destacan por sus capacidades,
arrojo o cualidades especiales lo cual es muy útil y positivo para el
movimiento feminista, siempre y cuando la soberbia y el exceso de protagonismo
no nos nuble el entendimiento y nos haga errar en las estrategias. Debo decir
que, siendo directora del Instituto para la Equidad de Género, prohibí que
quienes atendían a las mujeres que sufrían violencia se tomaran fotos con ellas
o publicitaran los casos ya que esto implicaba re victimizarlas y el peligro de
utilizarlos para un protagonismo personal.
En el caso de las organizaciones ciudadanas que
atienden a mujeres violentadas esta norma es más difícil de aplicar, dado que
las propias víctimas acuden a los medios de comunicación como estrategia para
que sean atendidas por las autoridades y prefieren estar acompañadas de sus
asesoras o de colectivas. Sin embargo, debemos procurar que se visibilice la
injusticia y el peligro que corren las mujeres víctimas de violencia y no a una
personalidad en particular, asesora o acompañante, que se nutra con la
publicidad, e incluso la pueda canjear para obtener preventas personales.
Por supuesto que todo movimiento social y no solo el
feminista puede ser utilizado para fines diferentes para el que fue creado pues
la demagogia impera en gran cantidad de organizaciones que dicen defender
ciertas causas, pero no son congruentes. Para nosotras las mujeres tener un
movimiento feminista fuerte con adecuadas estrategias, buena organización y
redes legítimas, es algo que resulta vital, en algunos casos es la diferencia
entre la vida o la muerte.