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Defensa de la democracia vs el Plan B

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El embate del presidente Andrés Manuel López Obrador
en contra del Instituto Nacional Electoral (INE) está lejos de terminar.
Después de corroborar con la marcha del pasado 13 de noviembre que no
conseguiría el apoyo necesario para la aprobación de su reforma electoral, el
presidente anunció que tiene un “plan b” para continuar pujando por algunas de
las modificaciones que propuso.

La reforma electoral del presidente López Obrador es
considerada excesivamente ambiciosa. En primer lugar, la propuesta emana de
Palacio Nacional meses antes de que inicien los procesos electorales para
renovar, entre muchos otros cargos, la presidencia del país, lo cual genera
incertidumbre sobre dichos comicios. En segundo lugar, se plantea una
desaparición de facto del INE pues se le modifica el nombre, se cambia el
proceso de designación de sus funcionarios, se le suman facultades y se le
reduce drásticamente el presupuesto. Finalmente, contempla cambios que no son
electorales, sino de Estado, como la composición de las Cámaras legislativas
federales.

Ante el aparente abuso de poder pretendido por el
ejecutivo federal, los partidos de oposición se sumaron a la convocatoria de la
marcha del 13 de noviembre organizada por organizaciones civiles para defender
al INE de la reforma electoral. La marcha se llevó a cabo en más de 10 ciudades
del país y congregó a miles de mexicanos y mexicanas; en la CDMX, los
organizadores estiman que reunieron a aproximadamente 200 mil personas.

Después de ver el apoyo que recibió la marcha en
contra de su reforma y la postura de los partidos de oposición, López Obrador
admitió la posibilidad de que su iniciativa fuese rechazada y habló de un “plan
b” para lograr algunas modificaciones.

Su reforma original requiere el voto de dos terceras
partes del Congreso y el Senado pues propone cambios a la Constitución. Morena
y sus aliados sí tienen mayoría en ambas Cámaras legislativas, pero no lo
suficiente para aprobar una reforma constitucional. Entonces, el “plan b” del
presidente consiste en sólo modificar leyes secundarias, sin tocar la Carta
Magna, pues así ya no son necesarias dos de tres partes de los votos,
únicamente se necesita más de la mitad (50 por ciento más uno) y el bloque de
la 4T cuenta con ellos.

El “plan b” del presidente deberá ser menos ambicioso
que la reforma electoral original pues lo que proponga no puede contravenir lo
establecido en la Constitución ya que sería anulado porque todas las leyes
deben acoplarse al texto constitucional. Andrés Manuel dijo que buscará
disminuir el presupuesto del INE, cosa que ha hecho reiteradamente a lo largo
de su administración e implementar el uso de monederos electrónicos para
combatir la compra de votos, así como también compartió que su equipo se
encuentra analizando qué tanto podrá modificar mediante las leyes secundarias.

Ahora bien, el “plan b” puede representar una reforma
menos sustancial, pero le permite al presidente mantener su estrategia de
polarización al continuar el antagonismo sobre el INE.

Desde que inició su presidencia, Andrés Manuel López
Obrador ha usado esta estrategia para posicionar temas, amedrentar a opositores
y afianzar a su base social. Esto ha sido recurrente en mandatarios
considerados populistas, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, pues, en un
contexto de polarización, importan más los discursos y las emociones que los
datos objetivos y la razón.

El INE es un blanco perfecto para los ataques del
presidente pues, al ser un árbitro imparcial, no puede responder el fuego que
recibe y únicamente se debe limitar a hacer valer sus facultades
constitucionales. A los partidos de oposición también se les aplica la
estrategia de polarización, aunque con menos intensidad pues una persecución
intensa impediría la posibilidad de diálogo interpartidista en las Cámaras
legislativas.

Nos encontramos en tiempos importantes para la vida
política del país por el potencial de modificaciones a las instituciones que
rigen el sistema democrático. Analicemos las propuestas desde su fondo, no
desde etiquetas ni prejuicios, y evitemos a toda costa la simplificación del
debate.

Se vale defender la democracia con el corazón, pero
siempre debe estar acompañado de la razón, de la inteligencia.

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