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Digamos ¡NO! Que paren, aunque no entiendan…

Jorge Valladares Sánchez
Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

DECIRLE: ¡NO! De todas las formas posibles, en todos los momentos que podamos y sumados a toda la gente con la que coincidamos en lugar, momento y causa. Decirle: ¡NO!

Otra de esas ocasiones en
que quiero empezar a escribir y la ocurrencia, mentira, ofensa, engaño, desvarío,
sonsonete, desliz o arbitrariedad mañanera me distrae unos minutos… Esta vez
para reír largamente: ¡que la marcha del 26 de febrero será para “defender a
García Luna”… Y otro tantito para sopesar su forma de engañar: “¿Qué le van a
defender al INE, si ganaron? ¡Si el INE no se toca!

¡Bueno!… Hoy comparto uno de los primeros funcionamientos
que, como psicólogo, aprendí sobre el desarrollo humano y el comportamiento
social. Lo he usado para ayudar a entender a padres y personas que quieren
funcionar mejor, pero parece que hoy podría tener un uso adicional: Servir como
una opción de lo que podemos hacer frente a este, el más activo, y otros muchos
políticos perennes que nos hacen pensar: ¿Cómo es que no entienden? ¡Ellos/as
son los primeros que deberían entender! Están viendo y no ven… ¿Cómo pueden
mentir de esa manera y luego volver a mentir diciendo lo contrario? ¡Qué poca
vergüenza tienen! Haciéndole eso a la ciudadanía que les paga…

Va. Los inicios del desarrollo moral, o sea ir sabiendo qué
está bien o mal en el espacio social, donde uno se relaciona y crece, son
bastante sencillos y notorios. Cuando a niños muy pequeños se les cuestiona
sobre si la acción mostrada en unas tarjetas es “buena o mala” se ha
descubierto que más pronto les queda claro lo “malo”, mientras que lo “bueno”
se distingue más lentamente, meses o años después.

Uno de los factores que influyen directamente en ello es que
las personas mayores están listas para señalarnos con un amable o temible ¡NO!
todo aquello de lo que debemos apartarnos, dejar de hacer o ni siquiera debemos
pedir. Mientras que las cosas que sí podemos hacer no tienen una
retroalimentación tan simple y pronta.

Puede ser incluso
que no se entienda aun lo que se prohíbe, pero se capta la prohibición. Llega a
pasar, sí, que algunas cosas que hacen nuestros bebés y nenés sean tolerados y
hasta provoquen simpatía, pero un rato después o frente a otra persona acaben
recibiendo un no, que requiere ahora ser más contundente para funcionar: ¡NO!

Habrá colegas que no hayan notado y otros/as que no
coincidan, pero mi trayectoria interdisciplinaria me traza un hilo conector de
ese funcionamiento con la tendencia que observamos a que mucha gente en sus
conversaciones y apreciaciones vea más, o más pronto o más intensamente, lo
“malo”, que lo “bueno”. Si le preguntas cómo está, y vas un poco más allá del
obligado “bien”, aparecen quejas amplias o resignadas sobre uno mismo o las
situaciones actuales. Si surge el tema de otras personas, instituciones o
situaciones que vivimos socialmente, la cantidad de comentarios negativos o
positivos condicionados superan a los simplemente positivos. Si hacemos
reflexión seria sobre lo que tenemos o hemos logrado, luego de hacer lo que filosóficamente
consideremos correcto, la parte objetiva alude a carencias, frustraciones o
factores negativos y limitantes.

Optimismo y pesimismo, más allá de una actitud, viene siendo
un conteo de la rapidez mayor con la que detectamos y compartimos uno u otro
lado de la polaridad del bien y el mal, a nuestro entender y de quien escucha.
Y quizá también algo de ello tenga que ver con lo que valoramos, preferimos y
acostumbramos hacer frente a las instituciones y flujo de la vida pública y
política.

Tengo que afirmar, y confío no se perciba en ello sarcasmo
alguno, que hay muchos políticos/as perennes (quienes aunque logren poder,
nunca se ocupan de servir o funcionar, sino que siguen en campaña por más) que
no dan mucho margen para valoraciones. Y el gobierno, particularmente
diputados/as y sus partidos, tienen con alta frecuencia valoraciones pésimas,
bastante justificadas y ganadas a pulso.

Lo público tiene ese potencial enorme de poder vincularnos,
pero también ese problema habitual de que, al ser propiedad de todos, tiende a
considerarse responsabilidad de nadie o “de alguien más”. Y es de esperarse que
la valoración individual sea especialmente negativa, y que más personas
desvaloren esta esfera que otras áreas.

El punto es que como personas, como integrantes de una
familia, equipo, empresa o comunidad, y como ciudadanos/as, hemos de tender a
mejorar nuestras condiciones internas y sociales. Tener más salud, paz,
belleza, alegrías, armonía, convivencia, propiedades, dinero, prestaciones,
satisfacciones, cultura, raíces y alas. Mejores (más buenas o menos malas, je)
leyes, instituciones, procedimientos, políticas, programas, servicios, atención
y respuestas.

Para tenerlo, en el ámbito personal cada cual intenta lo
propio hasta donde su capacidad, situación y enfoque le da. En la familia se
suma el factor del nivel de armonía que podemos lograr para ir juntos y
complementarnos en esa ruta. Pero ya como vecindario, comunidad, sociedad o
ciudadanía son muchos los factores que intervienen y menos asequibles los
medios que disponemos para mejorar las cosas.

Y entre más distante y compleja vemos la factibilidad para
mejorar, caemos en algunos fenómenos bien estudiados, pero que siendo parte del
sentir cotidiano parecen formas de reaccionar o actuar, cuando son sólo
sensaciones o pensamientos repetitivos. Resignación (aceptar que así es y va a
ser); compartimentación (dividir la realidad para ver cada tema aparte y menos
amenazante), proyección (ver lo que nos pasa como si sólo ocurriera afuera o en
otras personas); alienación, aislamiento, negación (formas de distanciarse de
lo que pasa); identificación (asumir que uno piensa lo que alguien más indica);
sumisión (acatamiento de lo que se espera) o incluso una forma posmoderna de
estoicismo que raya en la popular y mal entendida resiliencia…

Se vuelve complicado dialogar o al menos analizar cuánto de
esas formas pasivas son lo que explica el comportamiento de nuestros camaradas,
vecinos y conciudadanos cuando vemos manifestaciones que parecen activas, en
contraste con la lista de sensaciones planteadas. Opinar, criticar, informar, proponer,
participar en actos públicos, conformar agrupaciones temáticas, participar en
política electoral, propiciar o sumarse a mecanismos de participación ciudadana,
serían formas realmente activas, pero se pueden confundir con las otras.

Y todo ese espacio de percepción social, de complejidad y de
pasividad de fondo, que se confunde con acción, sirve a fortalecer que las
cosas continúen de hecho como están, que los/as políticos perennes logren sus
objetivos, por mezquinos que sean; pero, más peligroso y lamentable aun, que se
mantenga o crezca el distanciamiento social entre la ciudadanía e incluso la
animadversión y el conflicto.

Distintas personas de orígenes diversos han propuesto modos
de diálogo, frases a usar como consigna o “hashtag” y agrupaciones y
reagrupaciones diversas; pero cada una ha dado pie a más ruido y se diluyen
devoradas por la maquinaria propagandística vigente. De las frases, la más
acertada para mí fue la de #YaBasta, o incluso antes la de #AsíNoAMLO, pero han
quedado rebasadas antes de llegar a permear entre los cientos de miles que
seguramente las comparten y los atropellos crecen y crecen.

Es entendible y frecuente que cada intento de acción de
algún ciudadano/a que se atreve o acostumbra salir de la pasividad sea distorsionado
o contenido por quienes se benefician de la pasividad y quienes la asumen como
natural. Por ello, para tener mayor probabilidad de éxito se requiere, sobre
todo en esta maldita posmodernidad, de ideas y acciones muy simples y directas
que puedan lograr alguna efectividad visible y sostenible.

Políticos/as perennes de antes y de ahora, de un color y de
otro, en un puesto y en otro han cometido errores (entendible), excesos
(lamentable), abusos (que no hemos sabido contener) y delitos (que no hemos
logrado castigar). En cantidad y frecuencia indescriptible. Y a pesar de ello
no está a la vista, y a momentos parece alejarse más, la forma de tener
acciones ciudadanas que lleven a que suceda uno o más veces que, sea quien sea
que tenga un cargo y recursos públicos, corrija un error, repare un exceso,
pague por un abuso y sea castigado por un delito.

De Andrés Manuel, de los Diputados/as y Senadores, del INE,
de las marchas, del Plan B, de las elecciones, de la SCJN, de la Ministra
Plagiaria, de Loret, de Ciro, de sus atacantes, del metro, de la Guardia
Nacional, del Ejército, del narco y de lo que sea podríamos desviarnos y hacer
como que tenemos algo que opinar a partir de nuestro sentir habitual y la forma
en que hemos aprendido a asumirlo. Pero el caso es que a veces la realidad, ya
mala, sí pasa a estar peor, frente a nuestra vista, sensaciones y manejo
habitual, por la falta de acción ciudadana efectiva.

Las personas que opinan de esto y aquello, en uno u otro
sentido, sólo ganan si publican y monetizan (aun no es mi caso, ¡snif!). Pero
el resto de la ciudadanía, al hacer lo mismo, no mejora en nada lo que sucede
en la realidad o la vida pública; en el
mejor de los casos se desahoga, se autocomplace, se divierte, se enfrenta o se
“quema”, sea que lo haga en redes electrónicas, pláticas, exposiciones,
entrevistas o publicaciones completas.

He visto muchos casos, porque conozco a muchos ciudadanos/as
activos, donde el intento de hacer (activo) algo para mejorar alguna situación,
acaba en el mismo cajón de la futilidad, al moverse y rebotar entre todas las
formas de pasividades mencionadas o las acciones bien medidas de políticos/as
perennes especialistas en esquivar lo que les pueda alejar de su carrera
interminable hacia su siguiente objetivo.

Así que dejo aquí anotada una acción sencilla, casi
primitiva, que estoy prácticamente seguro que cualquiera entiende, aun si finge
que no y sabe disimularlo. DECIRLE: ¡NO! De todas las formas posibles, en todos
los momentos que podamos y sumados a toda la gente con la que coincidamos en
lugar, momento y causa. Decirle: ¡NO!

El 13 de NOviembre
del año pasado, algunos ciudadanos sumaron ideas, acciones y recursos
personales para manifestar el hartazgo frente a los embates a nuestra
democracia. La variedad de personalidades, de mensajes, de contextos, de
posiciones, etc… dio lugar a un amplio flujo de ataques bidireccionales,
publicaciones y toda la parafernalia de nuestra actual normalidad política.

Mas, hubo cosas
inusuales: la atención inmediata y fuerte de Andrés Manuel a un tema que no
puso él; su reacción (y no iniciativa) de contestar a la marcha con una
contramarcha; la negativa a aprobar una reforma constitucional cuando ya
obedientes y doblados congresistas anunciaban que todo estaba bien con todo y comas;
la suma espontánea de varias ciudades a hacer lo mismo, con diferentes fuentes
de convocatoria.

Pienso que en este
26, las personas que decidamos marchar, nuevamente o por primera vez, podemos
practicar ese mensaje fuerte, simple y básico: ¡NO!

Sé que lo
entenderán todos los que se están portando mal. Podrán disimular, podrán jugar
a lo que juegan, podrán buscar alternativas para sus mezquindades, pero apuesto
a que captarán. Igual que en el salón, cuando regañan al que lo hace, pero
todos los compañeritos escuchan un buen ¡NO! A quien se lo dices para, y los
demás ya saben a lo que se exponen.

Cientos de miles
de ciudadanos/as, en las calles y zócalos, con un ¡NO! firme, coincidente y
claro dejará poca duda de a quiénes va dirigido, lo que deben dejar de hacer y
que estamos dispuestos/as a actuar. Podrán fingir que no entendieron, pero que
paren será una buena señal.

Ya luego podremos,
y todos podrán, añadirle lo que también significa y lo que seguramente sigue y
si somos o no somos la ciudadanía quienes estuvimos allí. No me imagino, pero
Andrés Manuel ¡sorpréndeme!, con llamar a tu segunda contramarcha, la marcha
del ¡SÍ!

Confío en que NOs veamos allí, en cada ciudad, el 26
de febrero; y platicamos lo que estemos dispuestos a hacer para hacerles entender
algo más.

————————————-
*Jorge
Valladares Sánchez

Papá, Ciudadano,
Consultor.
Representante en
Yucatán de Nosotrxs.
Doctor en Ciencias
Sociales.
Doctor en Derechos
Humanos.
Psicólogo y
Abogado.

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