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Límites: Decir ¡NO!

Jorge Valladares Sánchez
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Club de Padres, por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

Es frecuente escuchar a personas decir: “No sé decir que NO”; y también bastante gente piensa que “es horrible escuchar un NO por respuesta”, por lo cual hasta podrían justificar mejor no actuar, no preguntar o disimular cuando calculan que sería ese NO la respuesta a obtener.

Queda claro que todos quienes hablamos, desde chiquititos, “sabemos” decir NO; así que probablemente es sólo una frase de tantas que usamos con imprecisión, para referirnos a que no acostumbramos decirlo, que tememos decirlo, que consideramos no poder (atrevernos a) decirlo, que asumimos no deber decirlo o, más frecuentemente, no queremos decirlo.

La palabra, en sí misma, es un adverbio, cuya función básica es expresar un contraste con lo que le siga. Al grado que basta como antónimo o negación total. Ser o NO ser. Vino o NO-vino. Galleta o NO-galleta. Lo haré o NO lo haré. Esa palabra y sus aplicaciones como prefijo dividen en dos extremos a la realidad, mediante el simple truco de generar un extremo contrario a cualquier cosa: decente – Indecente; uno – Ninguno; iré – NO iré; posible – Imposible; grato – Ingrato. Y hasta nos permite simplificar o aclarar: gato – NO-gato; nacido – NO nato; amor – NO-amor; Con Ella o Con ella NO.

A pesar de su simpleza para escribirse o decirse y de la sencillez de su aplicación, hemos logrado una enorme complejidad en su uso, mal uso y NO uso. La semana pasada, hablando de cosas tan banales como la política, refería que los adultos en general y los padres en particular se valen del NO para formar pronto una captación de “lo malo” (o NO bueno) en los niños, lo cual funciona más pronto que los recursos que tenemos para que entiendan “lo bueno”.

Se crea allí, a partir de la negación una tercera opción. Así, además de comportarnos y NO comportarnos, podemos mal comportarnos (y bien comportarnos); o sea podemos NO sentarnos, sentarnos o mal sentarnos; querer, no querer o mal querer; ayudar, mal ayudar o NO ayudar; pensar, mal pensar o NO pensar.

Espero que ya se estén empezando a notar las variantes que dan origen a tanta confusión. Por ejemplo, ayudar implica auxiliar o poner los medios propios para el logro de otro. Lo cual podría ocurrir o no ocurrir. Pero no falta quien piense que al hacerlo, podría lograrse el efecto contrario, y en vez de pensar que esa acción fue NO ayudar, abre la tercera categoría de mal ayudar. Distinto en Pensar, donde en un sentido queda claro que puede estar algo de la realidad correctamente en el pensamiento (pensar) o no (NO pensar), o estar en un grado incompleto de corrección (pensar mal); y además del sentido descriptivo, le podemos dar sentido moral a ese pensar mal y contrastarlo con pensar bien. E incluso agravar el asunto hablando de que en el pensamiento siempre hay algo, pero no falta quien responde “nada” cuando le preguntan ¿qué piensas? o ¿qué piensas de tal cosa? Confusión habitual en el amor, cuando piensas en andar, estar o relacionarte o NO con “él”, y de allí brincas a la conclusión de si con “él” o con “otro”; para mí, cuando eso ocurre, en realidad es un caso de NO-amor; pues la decisión es más sencilla y previa: con “él” o NO-con-“él”, y en consecuencia a lo que siga.

Antes de esos enredos decir NO habría de ser un instrumento muy preciso de ejercer Disciplina para los padres, considerando el modelo de Club de Padres, que amablemente La Revista tiene a bien compartir contigo cada mes. Recordando: la labor parental consiste básicamente en procurar a diario, sana y suficientemente Afecto, Disciplina y buen manejo de Oportunidades.

De entre las 60 o más maneras en las que podemos ejercer Disciplina, una de las mal entendidas y peor manejadas es la de “poner límites”. Hay muchos libros, materiales y charlas de variado contenido y calidad con ese título. Pensando en simplificar y ayudar a que sea un instrumento eficaz si como papá/mamá quieres usarlo, podemos hoy relacionarlo con el uso del NO.

Digamos que un límite (educativo, formativo, funcional) es un simple NO en su sentido original. Lo podemos distorsionar en la forma, momento y variaciones del decirlo, pero si simplemente nos apegamos y cumplimos en los hechos el sentido original de la palabra NO, tenemos un límite listo a servir para la formación de la adaptabilidad, que es el producto que da la disciplina adecuada.

Por ello afirmo y prevengo que los papás/mamás, cuando los usamos bien, aplicamos solo unos cuantos límites. Si crees que los usas y tienes más de 5 probablemente estás en el caso del mal uso de los límites o del NO-uso de límites; aunque le llames así, estás haciendo otra cosa.

Un ejemplo físico y simple, para ilustrar. Imagina que tienes una propiedad en el campo. Es tuya, digamos, es tu casa. Fuera de ella es la zona NO-tuya, tu NO-casa. El límite es el punto exacto en donde acaba tu casa y luego del cual empieza tu NO-casa. Su naturaleza puede ser diversa. Para fines formativos, para llamarle límite tiene que cumplir exactamente esa función, dividir, sin duda, entre el SÍ y el NO: en el comportamiento.

Si es físico, puede ser una línea entendida, una marca en el suelo; puede ser una cerca, un matorral; puede ser un río o una nopalera; Puede ser un acantilado o una reja electrificada; o puede ser una barda muy alta y compacta, que no puedas romper ni brincar. Formativamente, sólo la barda te impedirá, en circunstancias habituales, pasar: cumple el requisito. Las demás tienen desde nula hasta probable eficacia; pueden crearte la idea de que son un límite y no serlo. Ante el acantilado la mayoría no pasaríamos, pero habrá quien sí. Y si te ánimas a probar la electricidad, sólo si caes desmayado o muerto dentro habrá funcionado el límite, si caes fuera no.

En los dos últimos casos con tantito miedo o inteligencia, la mayoría decide no pasar y eso nos abre el campo de los límites que funcionan moral (culpa), cultural (tabú), emocional (fobia), mental (muchas opciones) o socialmente (rechazo, castigo). Hay casos en los que llegan a ser tan efectivos como la barda y es cuando sí aplican como límites disciplinarios o formativos, la efectividad depende de la forma de colocar el límite y de las características de la persona a la restringe.

Los contactos eléctricos son un buen caso para ilustrar. Algunos adultos creen que deben poner en ellos un límite y otros no creen eso. Quienes no, dejan que sus niños tengan acceso como a muchos otros puntos de la casa; algunos por no darle importancia, otros por no pensar al respecto, y otros, pocos, porque asumen que la electricidad, por sí misma hará la labor (de poner el límite) si algún día llega a su pequeño/a introducir algún conductor entre las ranuras. En este último caso, la electricidad les da la razón casi en la totalidad de los casos, y hasta lo pueden celebrar, pues la mayoría de los chicos/as sobreviven.

Pero quienes sí creen que deben poner un límite, tienen tantas opciones, que allí empiezan muchas confusiones. Recordando lo básico, se puede introducir o NO-introducir algún conductor en las ranuras. Sellar las ranuras con algo que el chico/a no pueda quitar es poner un límite. Explicar o repetir varias o muchas veces lo que pasará NO es un límite, si se hace bien es otra técnica disciplinaria, pero no un límite; y si se hace mal es algo ajeno a la disciplina. Generar a propósito que su hijo/a sienta el choque eléctrico (un día que ande jugueteando por allí) para que ni le intente, sí es un límite; aunque afortunadamente a pocos se les antoja esa técnica. Hay algunas formas más complejas de lograr un límite con medios ajenos, como un buen grito, algunas feas nalgadas o amenazas inconexas, pero el éxito de esas, o formas menos extremas, depende de la habilidad del padre/madre y las características del hijo, especialmente su etapa formativa.

Hablando de conductas más complejas, la diversidad y confusión se multiplica. Y por eso tantas versiones de lo que es y cómo lograrlo; así como tan poco éxito en aplicar límites. Pero dicho en corto, papá/mamá: se trata de que haya 1 a 5 acciones que NO permites, suceda lo que suceda, que hagan tus hijos; ante las cuales quede a la vista que harás lo que sea para que no ocurran (o se repitan). Concentrarte en esas poquitas exclusiones aumenta la probabilidad de que alguna te funcione. Algunos ejemplos serían la violencia en casa, la humillación a otra persona, la mentira, el daño a sí mismo o a otra persona… Si logramos poner límites a prioridades así, las otras 59 técnicas son la opción para todos los demás comportamientos que consideremos disciplinar.

Nota indispensable. Si tienes que llegar a tu máximo de coraje, paciencia, estrés o avisos para parar de tajo el comportamiento: NO es un límite. Ya que lo que en realidad sucede es que permites, permites, permites, limitas, permites, permites, limitas, permites, permites, permites, permites, permites, y ya nadie siquiera te cree que quieres limitar. Cuando limitas el NO es total, desde la primera, en cualquier posible intento, haya las condiciones que haya. Como la barda lo hace en todas las ocasiones que intentes salir. Como un claro ¡NO! dicho oportuna, clara, firme y consistentemente suele funcionar.

Así se puede leer sencillo. Objetivamente lo es. Subjetiva y normalmente ¡para nada! Y es que en efecto, mucha, mucha gente no logra o suele decir adecuadamente un ¡NO! ni en prioridades tan altas, ni en cuestiones menores. Puede ir desde la simple duda o pena, hasta los casos más graves de lo que podemos llamar la abnegación; que etimológicamente es alejarse del NO, por lo que se destaca su significado de renunciar a los deseos propios, manifestado en no poder negarse a los deseos o necesidades de otros.

Las fuentes de esa dificultad pueden ser diversas. En ocasión previa ya revisamos las variantes de evitar ser “el malo/a de la película”. Añadamos ahora por lo menos el miedo a las consecuencias (imaginarias o conocidas) y la ansiedad, que se genera al no saber qué va a pasar luego, y la claridad de que es probable que sea muy malo.

En Club de Padres, participantes suelen expresar que en una alternancia entre el miedo y la ansiedad, se encuentra muy disminuida la capacidad de decir que NO ante los hijos. Ideas tan palpables o imaginarias sobre que “me dejen de querer”, “cambien su concepto de mí”, “les eche a perder la vida”, “se traumen para siempre”… llevan a esa expresión de no puedo o no sé decirles que NO y suelen acabar más temprano que tarde en conflicto, rencor, explosión, incumplimiento y otras distorsiones de la disciplina y de la relación familiar.

Es importante revisar esas creencias, que generalmente son infundadas y producto más de nuestra historia en la familia de origen que de los acontecimientos con nuestros hijos. Y aún si fueran expectativas reales de consecuencias indeseables, tomar dos decisiones. La primera, si el asunto es tan importante que amerita un límite (de los ya explicados); y la segunda, si cosas tan temibles como que “mi hijo me deje de querer” ocurriría por un acto de disciplina o es algo que ya está germinando o presente en la familia por otros factores que no tienen mucho que ver con la conducta que debe cambiar.

Por lo pronto, ¡a practicar! Si creo que:
-no SÉ decir que NO: repite 45 veces al día: ¡NO! No. no. NO. ¡no! Noooo. No, no.
– No ACOSTUMBRO decir que NO: elige de las variantes anteriores la que pueda servirte más y practícala 45 veces al día, primero. Y luego, en más y más ocasiones donde quieras aplicarla.
– TEMO decir que NO: identifica las consecuencias que pueden venir, toma prevenciones y luego di que NO. Y ve ganando terrenos.
– No PUEDO (me atrevo) a decir que NO: repite 45 veces al día: ¡NO! No. no. NO. ¡no! Noooo. No, no. Elige una y empieza a decirla ante una situación específica cada vez que se repita. Y luego otra, y así.
– No DEBO decir que NO: revisa tus temas; los morales compártelos con alguien en quien confíes y define las reglas que sí y las que no has de cumplir. Ante los NO-morales, aprieta tu panza con la mano, cierra los ojos, y di NO.
– No QUIERO decir que NO: NO digas NO. P.D. Sugiero hacerte responsable de lo que sigue…
 
Y, si gustas, nos vemos en Club de Padres. O si NO-gustas: ¡NO!

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*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Especialista, Maestro y Licenciado en Psicología
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.
Presidente de AME Adolescentes, A.C.

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