Por: José Buendía Hegewisch.
El resultado en el Edomex es decisivo para configurar
el escenario de la sucesión presidencial en 2024. No son pocos los dilemas que
transitan por esa batalla electoral, en la que el PRI se asoma a la extinción
por el desgaste de casi un siglo del dominio de uno de sus grupos políticos más
influyentes, el mítico Atlacomulco, símbolo de toda una época en la forma de
hacer política ligada al enriquecimiento con los cargos públicos.
Pero ese riesgo apenas sirve para dimensionar todo lo
que está en juego en un estado con el padrón más grande del país (12 millones
de electores). Y no es sólo la población, sino también sus repercusiones, que
van más allá del PRI hasta cebarse en la viabilidad de Va por México y alcanzan
incluso a proyectarse en la carrera por la candidatura presidencial morenista.
El PRI y Morena encaran una dura disputa porque, de distinto modo, el Edomex es
un laboratorio de lo que les depare el futuro próximo a ellos, la alianza
opositora y sus candidatos.
Por lo pronto, la responsabilidad recae en dos mujeres
que miden fuerzas entre el efecto del arrastre de López Obrador y el aparto
electoral priista, aunque, al parecer, el gobernador Del Mazo no ha metido las
manos en la campaña a favor de su candidata. Una de ellas será la primera mujer
en el gobierno mexiquense en su historia.
Pero la ecuación es compleja y no se reduce, como en
otros bastiones priistas, a un plebiscito entre continuidad y cambio. La
derrota del PRI puede enterrar la alianza opositora si resulta incapaz de
rescatar a su socio político de una hecatombe en su mayor feudo. Mucho más
grave si Morena arrasara como presagian las encuestas (al iniciar la campaña el
3 de abril) con una ventaja de más de 10 puntos de la morenista Delfina Gómez
sobre la priista Alejandra del Moral. Un descalabro así podría desbaratar la
alianza del PAN, PRI y PRD por el fracaso de enfrentar juntos a Morena.
En ese escenario, el PRI no sería el único
damnificado. Entre las corcholatas de Morena, Claudia Sheinbaum podría ser la
mayor beneficiada de una victoria contundente porque apaciguaría el temor entre
el oficialismo de que una candidatura más débil que la de Ebrard conduzca a una
competencia más cerrada en 2024. El Edomex demostraría que la desafección de
clases medias no es obstáculo insalvable para la exigencia de López Obrador no
sólo de ganar, sino de arrasar en las urnas, como requisito en la selección de
su sucesor para garantizar la continuidad de su proyecto.
Por ello, el mayor objetivo de Morena es aprobar con
holgura la última prueba antes de designar candidato presidencial, además de
arrebatar esa “joya de la corona” al PRI. Con eso en la mira ha desplegado una
operación política para cerrar divisiones internas por la candidatura de
Delfina y, hacia afuera, aprovechar una competencia reducida entre dos que le
allana el camino. En una extrañísima decisión, Movimiento Ciudadano no se subió
a la contienda a pesar de contar con fuerza para incidir en el resultado para
el triunfador. Aunque declinar beneficia a Morena, justifica su decisión en un
supuesto acuerdo entre ambos para intercambiar el triunfo de Morena en Edomex
por el del PRI en Coahuila.
Excusarse en la idea de una simulación que lo atrapara
en la polarización se presta a la suspicacia de un partido que rechaza
alinearse con algún bloque. En los hechos, Morena, con una coalición sólida,
enfrenta un solo rival en el Edomex; al contrario, en Coahuila no logró formar
alianza para fortuna del PRI, que ahí conserva más posibilidades de retener el
poder frente a una oposición fragmentada. La diferencia de escenarios hace
creíble la idea del acuerdo entre ellos, aunque también puede explicarse por la
intervención de un estratega electoral como el gobernador Riquelme en Coahuila
y el abandono del poder estatal en Edomex de la candidata priista.
La elección en el Edomex tiene sabor a un fin de
época. Resulta paradójico que una derrota que huele a suicido asistido sea el
oxígeno que Morena y Sheinbaum necesitan para consolidar su posición hacia
2024. Contrario a la opinión común, su triunfo puede ser la tabla de salvación para
muchos priistas que, en la perspectiva del hundimiento, ya están en las filas
del “Primor”.