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Día del Psicólogo ¡Salud Colegas, Salud Mental!

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares.

Anticipándome
a los memes y estampitas que son lo habitual en esta maldita posmodernidad…
Deseo a mis Colegas Psicólogas y Psicólogos su Día sea pleno, bueno, agradable,
placentero, reflexivo, divertido, sustancial, estimulante, retador, exitoso y
decenas de adjetivos más… y/o cargado de decenas de sustantivos que hemos ido
promoviendo desde este frente y han sido suficientemente adoptados por tanta
gente a la que servimos. Cada cual, sabemos, elegirá el adjetivo o sustantivo
que desde su estructura y postura mejor describa lo que amerita el día (y sí, “cada
día”, anadirá, je).

A
diferencia de otros “días de”, no es tan antiguo su origen como el caso de
otras ocupaciones o motivos; incluso es poco conocido lo que llevó a elegir ese
día en especial. Parece que en realidad sólo tiene que ver con que suficientes
colegas tuvieron la ocurrencia de reunirse en esa fecha, allá en 1994, y sin
más complicaciones, decidieron anclar allí el día de celebración o
reconocimiento, para ya tener uno.

Pero tampoco es tan posmoderno como la
locura (valga la expresión en el contexto) de que cualquier ocurrencia ya tenga
Día y se preste a lo que cada cual se le antoje; pasando por la reiterada
equivocación de quienes asumen que ser “día de” implica mandar estampita de
felicitación hasta en casos de conmemoraciones surgidas de episodios trágicos.
Pero bueno, con algo hay que cumplir con el “post” nuestro de cada día.

Antes
no faltaba quien quisiera celebrarlo el 31 de octubre, que por la coincidencia
de ser el día de las brujas y otras ocurrencias similares; yo aprovechaba a
decir que en realidad era por ser mi fecha de nacimiento, y tampoco faltó quien
por cariño me siguiera el juego.

Allá
por 2011, cuando tuve el honor de presidir el Colegio del gremio, la cuenta
andaba en más de 10,000 egresados de la carrera en el estado; probablemente la
mitad de ellos ejerciendo alguna de las variantes de hacer lo nuestro. No dudo
que ya se haya duplicado el número de egresados/as en poco más de una década, y
no estoy tan seguro, pero asumo que el ejercicio no ha crecido en la misma
proporción, sino mucho menos. Lo que sí veo y lamento es que la diversificación
de las ofertas formativas ha permitido el decaimiento en este, como en muchos
otros terrenos.

Y
es que desde una década atrás ya era tema de análisis el crecimiento desmedido
y la falta de riguridad en la graduación y certificación de las personas que se
dedicaban a ésta, como a otras profesiones en nuestro México. El punto de
comparación por el lado de la importancia siempre habían sido los médicos, que
por mucho tiempo tenían cuotas reducidas de ingreso a sus carreras y requisitos
complejos para alcanzar una titulación, así como requerimientos forzosos para
hacer especialidades y mantenerse en el ejercicio. El punto de comparación para
el volumen eran los abogados, carrera que muy temprano tuvo una explosión en el
número de escuelas que la ofrecían y cada vez menos vigilancia en los
requisitos a cumplir para ingresar, impartirla y titular. Finalmente era de
esperarse que muchas personas tuvieran ese título y ejercieran en lo que se
pudiera, oficio u ocupación, pero pudieran lucir que “tenían estudios”.

Revisiones
detalladas e investigaciones propias que realicé, con el apoyo de un excelente
equipo de entonces estudiantes de la Universidad Autónoma de Yucatán, daban
cuenta de que desde su origen y hasta esos años y probablemente hasta hogaño:

  • La proporción de
    mujeres en la carrera era de 3 a 1 respecto a los hombres.
  • La clínica era el
    área más conocida y pretendida en el inicio de los estudios, aunque la mayoría
    de quienes lograban ejercer pronto lo hacían en algún espacio educativo y hacia
    el final de la carrera y ya en el ejercicio, otros espacios se emparejaban en
    como fuente de los ingresos que podían obtener quienes sí se dedicaban a la
    profesión.
  • Los motivos para
    ingresar a la carrera eran principalmente el “querer ayudar a los demás” y
    “comprender la mente (o conducta o emociones) humana; esto acompañado por
    conciencia propia o por unas cuantas bofetadas formativas de “ayudarme a mí
    mismo” o “crecer como persona”.
  • En congruencia con
    tales motivaciones la carrera no atendía o tenía francas limitaciones para
    hacer entender al aprendiz la forma de obtener o el monto adecuado del pago por
    los servicios. Mi analista y querido amigo, Flores Oramas, decía que había un
    complejo de ser “prostitutos del afecto”, ¿cómo cobrar por escuchar y ayudar en
    temas tan íntimos?
  • Quedaba claro que
    una licenciatura no era suficiente para formarse en psicoterapia; aunque eso no
    impedía que quienes se especializaban tuvieran que enfrentar la competencia
    desleal con quienes no, además de la, ya larga y ahora interminable, lista de
    personas hacen lo que sea y le llaman (psico)terapia y hayan quien se los
    pague.

En
aquellos años, frente a mis queridos alumnos/as de la UADY y el CELA, formulé
una idea que pudiera dar pie a entender la diferencia entre los miles de
personas que se acercan a nuestra profesión, y la estudian y hasta la ejercen. Quizá
pueda servir a quien lee para pensar dos veces a quien acudir cuando requiere
servicios de psicología.

Una
opción es ser licenciado en psicología y la otra es ser psicólogo. Lo primero
referido al cumplimiento de requisitos para la obtención de un grado, con la
direccionalidad y trucos que pudieran facilitar el camino o incluso el
cumplimiento satisfactorio, sin llegar al punto de involucración con la
trascendencia de la formación en esta área. Lo segundo a una vocación que se
convierte en la razón principal de lo que se lee, dialoga, cuestiona, practica,
ejerce, revisa, corrige, propone, formula y ejerce, y que trasciende a cada
espacio de la forma de vivir, incluido el trabajar.

Confieso
que en ese entonces afirmaba, que un reflejo de lo primero era cuando algún/a
colega afirmaba “yo en mi consultorio soy psicólogo/a, pero en mi casa soy
papá/mamá”. Hoy ya solo lo pienso. A diferencia de otras ocupaciones, llegar a
ser psicólogo tiene un punto de desarrollo necesario de alcanzar que combina
ser científico (forma de saber), ser profesional (forma de ejercer) y ser
persona (forma de vivir). Y luego de él, ya no hay retorno, sino ampliaciones
en las esferas del ser.

Un
psicólogo no solo puede hacer diagnóstico, intervención, evaluación y
seguimiento en su trabajo, sino que puede identificarse porque cuando atiende
profesionalmente a alguien hace en alguna medida las cuatro cosas, sin importar
el campo, escenario o forma de pago de que se trate.

Hoy
ya son bastante conocidas algunas de las labores del gremio y los servicios que
pueden aportar a las familias y la sociedad en general; sin que ello signifique
que se le reconozca o aproveche lo suficiente, pues, como en muchas otras
disciplinas, es la iniciativa y el desempeño de sus practicantes lo que va
apuntalando las ideas y experiencias de quienes conviven o requieren sus
servicios. Y creer o saber que podemos hacer la diferencia en la salud mental
no significa que se nos requiera para ello, como saber que los abogados podrían
hacer lo propio en la convivencia social o los médicos en la salud no significa
que todos consultemos o estemos en la disposición de acudir a ellos para que
nos vaya mejor en esos temas, ni que en cada caso se cuente con el profesional
que efectivamente cumpla las expectativas.

Incluso
pervive el desconocimiento preciso de lo que corresponde aportar al psicólogo/a
en los distintas ámbitos y en consecuencia cuándo acudir a él o cómo saber si
su servicio ha sido de calidad. Creo que en buen grado el centrarnos hoy en la
salud mental dice mucho de lo que efectivamente podemos hacer en los distintos
lugares y temas en los que ejercemos; entendido el concepto de salud en su
amplio y funcional sentido de vida.

El
origen de la palabra ubicaba nuestro campo en el alma, que el Siglo XX tradujo
como mente y luego la academia como la conducta. Yo prefiero aclarar que entre
las muchas ciencias que usan la conducta para entender lo que pasa y como
instrumento para el cambio, nuestra esencia está en la comprensión, conciencia
y fortalecimiento de la subjetividad.

La
metáfora más sencilla de lo que hacemos en general la tuve de un funcionario, y
no de un/a colega. Cuando en la ceremonia de toma de posesión de mi querido
Colegio, allá por 2011, dio unas palabras y nos comparó con el GPS, ese
instrumento desarrollado para facilitar que cada cual vaya a donde quiera ir,
si quiere ir. Podríamos llegar sin él a muchos lugares, pero tener una guía de
las vías y situación de la ruta, brinda opciones que se pueden recorrer con
mayor probabilidad de éxito, a través de prever la ruta que se pretende tomar y
por tanto los recursos a aplicar para ello. Pero claro, el camino elegido lo
anda cada cual, al paso que decida o pueda, por el medio que disponga o logre
adquirir y en el tiempo que le marque su práctica, prisa, ganas de disfrutar el
camino y paradas que haga. Tener a disposición una voz que puedas encender
cuando quieras, en especial si dudas o te pierdes, es el ingrediente especial
de nuestro ejercicio.

Si
no sabes qué regalarle en este 20 de mayo a tu amigo/a o familiar, puedes
preguntarle; si es licenciado en psicología será divertido ver su reacción o te
dirá algún lugar común; si es psicólogo te lo dirá con facilidad y se divertirá
con tu pregunta, a lo mejor ya con eso te ahorras el regalo. O si no quieres o
tienes algo que darle, dale un abrazo; sea lo uno o lo otro no podrá negarse a
recibirlo; en el primer caso porque lo necesita, en el segundo porque lo
disfruta.

No
te “preocupes” de que te “psicoanalice”; si es licenciado en psicología no te
dirá nada particularmente revelador, así que no pasa nada; y si es psicólogo de
por sí siempre lo hace, sólo que cobra por hacerlo y en este día, en
particular, no le toca estar dando regalos ni consultas sin honorarios.

———————————
*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Presidente del Colegio de Psicólogos
2011-2014.
Especialista, Maestro y Licenciado en
Psicología
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.

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