Por: Ismael Méndez Camargo.
Dicen que hay que ver el vaso medio lleno, pero también hay quienes opinan que puede ser medio vacío, cuestión de enfoques de acuerdo al punto de vista de las personas. Esto se aplica en el muy trillado tema de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, algunos de ellos casados bajo los regímenes matrimoniales que existen en todo en mundo, en el cual México no es la excepción y que contrapuntea con las costumbres tradicionales que respaldan las distintas religiones que basan su tenor en la biblia, con el razonamiento de los mandamientos de Dios.
A pesar de las nuevas tendencias de la modernidad y la vida en pleno siglo XXI, que acepta las relaciones de parejas homosexuales, dando fin a las controversias de los famosos derechos humanos que piden respeto a las decisiones de cada persona, vemos con cierta reserva el hecho de que estas parejas se inclinen a la adopción de menores, la gran mayoría de ellos bebés que han sido abandonados por sus padres biológicos, iniciándose la controversia si es mejor que estén en manos de parejas heterosexuales que no les proporciones calidad de vida y cubriendo sus necesidades básicas, aunados a los parámetros de cariño y respeto para poder convivir en una sociedad cada día más falta de valores. Algunos de los menores adoptados provienen de familias disfuncionales y en situaciones de maltrato infantil, encontrando en sus padres sustitutos una oportunidad de desarrollo, mucho mejor que la que tenían.
Hasta aquí todo parece existir un panorama mejor para los infantes, aunque la iglesia nunca va dar su brazo a torcer en este aspecto, pero además de la opinión religiosa, viene el tema de los problemas emocionales que pueden tener dichos niños, pues al crecer se van a topar con la estructura de compañeros escolares y amigos que tienen padres de diferente sexo, como es tradicional como base de la familia que dice hombre, mujer e hijos. Surgirán burlas y bullying en los colegios, con los vecinos por citar solo algunos sitios donde convivirán los prohijados. También surge el tema de la preferencia sexual que tendrán los niños al ver que sus padres son lesbianas o los llamados maricones que se encierran en los muchos términos comunes del homosexualismo; estos menores de edad tendrán una tendencia a seguir lo pasos de sus padres adoptivos, pues verán de una manera normal vivir en una ente biológico no tradicional, no solo por costumbre también porque evaluarán que se puede vivir bien y sin sobresaltos en este tipo de relaciones.
Los expertos en psicología opinan que este tipo de familias, deberán acudir a centros de apoyo donde se les pueda canalizar adecuadamente a los padres e hijos ya citados para recibir ayuda que los lleve a un equilibrio emocional y social, a pesar de que ahora hay más aceptación de relaciones tipificadas como gay, pues incluso en el seno de las familias denominadas normales, aceptan la manera de vivir y de actuar de los hijos que han decidido enfrentar las consecuencias de su manifiesto sexual, tanto en hombres como de mujeres, que independientemente de sus preferencias la gran mayoría son gentes valiosas y positivas para la sociedad, que aprecia a las personas que han decidido vivir dignamente a pesar de las críticas.
Por más que avancen los tiempos, siempre habrán opiniones encontradas en este tema y difícilmente llegarán a acuerdos donde intervienen factores multiculturales, sociales y familiares que seguirán dividiendo los criterios de aceptación y tolerancia, ya que sin estos conceptos, será muy difícil una verdadera interacción que nos lleve a una sociedad más tolerante e igualitaria con una simple razón de vivir y dejar vivir, no sin antes apoyar a quienes nos soliciten ayuda para ser ciudadanos de primera porque si respetamos, seguramente seremos respetados, navegando todos entre los desencuentros de la religión y la realidad.
