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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas. 

La elección en 2024 está en riesgo en Campeche como lo
está en Colima, Guerrero, Nayarit, Oaxaca, Morelos, San Luis Potosí y
Zacatecas. En esos estados gobierna Morena y sus gobernadores le han escatimado
recursos a los órganos electorales.

En esas entidades no hay resultados. La inseguridad
los ha invadido y los índices de homicidios y de participación del crimen
organizado ha tornado a esas entidad en unas inseguras, como no lo eran antes.

Esos gobiernos, como el de Layda Sansores, no han
reportado beneficios reales para sus gobernados y con el argumentos de que no
hay recursos aspiran a que la sociedad no les pare en seco su intromisión y
paulatinamente tomen posesión sus simpatizantes para quedarse con el proceso,
ese que no ganarían precisamente por sus pésimos resultados.

Empero, Yucatán también aparece en la alerta del INE
sobre el órgano electoral local junto con el de Ciudad de México, Puebla y
Jalisco donde el riesgo es latente por la reducción de recursos que hay en el
presupuesto local. El tema merece más análisis porque hay toda una estrategia
para robarse la elección vía la estrangulación de recursos a los órganos
electorales ante el fracaso del plan A y B presidencial.

El sexenio de López Obrador ya se terminó y eso lo
vemos con claridad cuando se sigue excusando de que su gobierno fracasó por
cómo le dejaron el país cuando él sabía lo que sucedía en el México que
recorrió tres veces. 18 años de campaña y argumenta desconocer el país que
presumía conocer.

Llamarse sorprendido por el grado de destrucción que
dice encontró es sólo un elemento para justificar su incapacidad y su falta de
proyecto además de la enorme improvisación que ha sido la característica de su
gestión. Tratar de gobernar el país sin científicos, sin especialistas, sin
gente preparada para ello en diversos campos de la especialización no sólo
acredita su enorme ego sino que lo desnuda por el grado de ignorancia que ha
acreditado en la toma de decisiones.

Para este gobierno, lo peor no ha sido la conducción
errática de un personaje sin preparación, sino haberlo hecho sin la contención
de un gabinete que desapareció y se conformó con estar ahí cobrando para no
ofender ni insultar a quien de todo sabe y decía que gobernar era algo
sencillo, de sentido común.

El fin del sexenio exhibe a este país como uno en el
que pesan más las creencias que los conocimientos, las ofensas que las
gentilezas. Son tiempos de los canallas: insultó, ofensa y agresión se viven
desde la autoridad antes que la vocación de servicio, que la atención, que la
gentileza.

¡Ya ganamos, parecen decir, ahora se joden! Es la
imposición de su razón por ser supuesta mayoría, porque ya les tocaba, por lo
años de lucha.

En el gobierno de López sólo una cosa importa: ganar
elecciones y en menor grado convencer a quienes se gobierna, para eso ellos
tienen el poder y si no les gusta pues se aguantan.

Los resultados del sexenio están a la vista:
destrucción de instituciones, desaparición de fondos y fideicomisos, obras y
proyectos sin análisis ni prospección ejecutiva. El gobierno del ahí se va, del
pueblo bueno que cree que la ciencia son temas de fifís, temas de estudiados
que no conocen cómo el pueblo ha superado la vida en su ignorancia, con
trabajo, con esfuerzos y muchas veces padeciendo la arrogancia de quienes
gobiernan.

El país de las crisis transexenales no les gustó que
se hayan vivido dos cambios de sexenio sin haberlas padecido: Zedillo entregó
un país andando a pesar de la crisis de 1994; Fox entregó un país andando a
pesar de la inexperiencia y su gabinete Montessori.

En 2006 vino la inoculación del odio, de la ofensa, de
la mentira como norma para desprestigiar al adversario y desde ahí se vivió el
país de la crítica válida por el grado de urgencia de soluciones.

Calderón enfrentó sin estrategia a un monstruo de mil
cabezas, el país se llenó de muertos, pero no al extremo que se hoy cuando
pareciera que el gobierno trata y acuerda con el crimen organizado. Peña Nieto lo
intentó y vaya que pagó caro su ingenuidad.

Hoy, el que nos vendió que tenía medicina para todos
los males se quedó pasmado y en lugar de resultados nos entrega división,
destrozos y polarización. Su gobierno no sólo no combatió la corrupción sino
que ser regodeó de ella, no combatió la impunidad sino que la convirtió en
signo de su gestión, y diciendo lo contrario se extasió con el orgullo de su
nepotismo en cada uno de sus hijos.

PD

Layda Sansores está recibiendo lo que ella misma
provocó: la sentenciaron a resarcir el daño que provocó al cometer delitos
claros. La mujer y sus apoyadores, más de una veintena, tendrán que pagar por
cometer delitos de violencia contra mujeres.

Y falta que pague por la destrucción del órgano
electoral, que será tema de otra colaboración…

José Francisco Lopez Vargas
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