Por: Marco A. Cortez Navarrete.
Marcelo Ebrard inició los juegos del hambre, pero de
poder, dicen por ahí. Poder que en un futuro no muy lejano tendrá en sus manos
el destino de los poco más de 130 millones de habitantes que hay en México,
país con una geografía estratégica y ubicado entre las 15 economías más
importantes del mundo. En síntesis un enorme pastel que a cualquiera antoja.
Toda vez que el alegre Marcelo desató el nudo
político, o mejor dicho, rompió cadenas y hasta los candados, se registró una
avalancha de licencias y de renuncias en los gabinetes legal y ampliado del
gobierno que encabeza el presidente Andrés M. López Obrador quien ya salió a
decir que son pocos los que se irán en busca de nuevos horizontes pero que ante
los ojos de los mexicanos hay una especie como de desbandada de políticos que
desesperados sueltan un cargo (hueso) para agarrar otro y asegurar su futuro en
el presupuesto.
El caso es que varios puestos clave del gobierno de
López Obrador quedan por el momento “titubeantes” aunque salga a la
luz, por ejemplo, el nombramiento de Alicia Bárcena, en Relaciones Exteriores,
o la entronización de Martí Batres como jefe del gobierno de la Ciudad de
México. Ambos sustitutos de Marcelo Ebrard y de Claudia Sheinbaum, para muchos
analistas y políticos, los “buenos” en el proceso interno de Morena
con miras al 2024 donde enfrentará, supuestamente a “bueno” o la
“buena” del bloque opositor que dicho sea de paso continúa deshojando
la margarita.
Ante esta ola de movimientos, así como la “ola de
calor” que azota al territorio nacional, las mañaneras y AMLO parecieran
estar en un plano distante, lejano, algo así como si poco a poco soltará el
poder que tuvo entre sus puños y que al final parece diluirse como agua, así es
la política, así son los políticos mexicanos, así es el sistema político
mexicano, se resetea, para de nuevo iniciar y de nuevo vender marcas que
cautivan y atraen electores; después todo regresa a la normalidad.
“México, la dictadura perfecta” como diría en su momento nada más y
nada menos que Porfirio Díaz, quien gobernó un acumulado de tres décadas con
105 días.
Y en este mar de morenismo registrado especialmente en
las últimas dos semanas y como decía líneas arriba ante una oposición que
parece muda, cuyos líderes no dan la cara sino que más bien parecen guardados o
tal vez observando y analizando para luego salir al escenario, solo una voz,
sutil pero contundente, en efecto de la senadora Lilly Téllez, mujer que para
muchos no tiene los tamaños para gobernar un país como México –no sé, tal vez
tengan razón– pero lo que sí veo es una persona que se remangó la blusa y en
el podium del Senado exhibió un enorme hueso de carnaza (el más grande que he
visto) para enfatizar la repartición de “huesos”, o sea, cargos públicos, así
como un botín en la época de los piratas.
Por su lado el sueño de López Obrador —quien luchó por
décadas— está a unos meses de concluir su administración la cual será juzgada
por la historia así como él juzgó a sus antecesores. Nada es eterno AMLO, el anhelo
de vivir en tu rancho escribiendo sin recibir ni contestar el teléfono a nadie,
como lo dices cada que puedes, cada vez está más cerca. ¿Herencia política? tal
vez, así como lo soñó y pudo materializar en su momento Salinas de Gortari
quien se dio cuenta que sin prolongar su mandato podría mantener el
poder.
Tal vez, no sé, no soy político, pero pienso y también
tengo mis propias ideas. Veremos, finalmente a quien llegue a la Presidencia de
México y ya con la banda puesta determine si la 4T sigue o hay un nuevo inicio,
un nuevo enfoque, nuevas metas, el caso es que México y los mexicanos seguimos
aquí, luchando cada día con la esperanza de un mejor mañana.
Hasta
la próxima.
Feliz
Día del Padre
