Por: Cristina Padín
Yo no tenía una granja en África, empezaron el relato las
chicas, yo tenía una abuela centenaria. Eso es mil veces mejor que tener cien
granjas en África. Era un ser de manos arrugadas y calientes, alguien que nos
enseñó a leer, una persona de ojos azules y un corazón gigante en su cuerpo
pequeñito, la típica abuela gallega: fuerte, firme, gran trabajadora, honesta,
Galicia en su piel.
Muchos años después, frente a cualquiera que fuera la
dificultad, recordaría el hombre que era valiente la valentía de su abuela. La
que era de aldea, de Galicia, de verdad. De ley. La que abría los ojos
trabajando y los cerraba rematando con honradez su labor. Y por eso él sabía
ser honrado y honesto, y por eso conocía el miedo pero le trataba de tú, por una
abuela luchadora.
Hay familias cuya existencia transcurre con placidez sin que
en ellas ocurra nada con el más mínimo interés. Quizá M y los cuatro jóvenes
envidiaran alguna vez a esas familias. Sus padres murieron cuando eran
demasiado jóvenes, y tuvieron que aprender a vivir como adultos con prisa. Tuvieron
abuela y abuelo.. y gracias a ellos corazón y valores, saber y valor. Y
valores!
Así, por ejemplo, los relatos del día de los abuelos.
Tendrían que ser eternos…
Con homenaje a los principios de Memorias de África, Cien
años de soledad, y El príncipe de las mareas… Por un mundo con cultura, sin
cultura es nada.
A mi abuela. Mi
adorada abuela
A los abuelos
A la abuela de alguien muy valiente, a los abuelos de mi
amiga M, a los abuelos de mis admirados y queridos G
Al abuelo de Talavante
A Talavante
A la abuela de Carlos
A Carlos
A mi Luis
A mi amiga Ana
A Galicia
A la valentía gallega
