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Izquierda: ¿ejecución o suicidio?

Georgina Rosado Rosado
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La izquierda o lo que queda de ella, dispersa, confundida, abandonada a su suerte, transpira agónica, enmudecida. Algunos se preguntan si queda algo de ella, dudan de su existencia, otros aseguran se encuentra escondida, no en la montaña ni en la selva como otrora lo estuvo en sus años mozos. Tampoco está en las comunidades de base donde décadas antes jóvenes idealistas, formados en universidades públicas o en las normales rurales, junto con obreros, campesinos e indígenas, colmados de sueños,estaban dispuestos a dar sus vidas, como de hecho lo hicieron, por una sociedad más justa. Se encuentra agazapada en los dos partidos de derecha que hoy se disputan el poder.  

Algunos de sus integrantes, engañados aseguran que el lobo disfrazado de oveja (Morena) es lo que aparenta y otros, que el partido abiertamente de derecha (PAN), les asegura mantener las estructuras democráticas necesarias para su posible renacer. Muy pocos, deambulan solitarios y dispersos, resistiendo en sus aisladas trincheras, como auténticos francotiradores, disparan sus dardos de congruencia, esperando alcanzar a alguien que se quiera sumar a su difícil misión.

¿Pero que paso?  Cómo llegamos a esta situación, quiénes son los culpables de esta orfandad y situación tan lamentable de la izquierda mexicana y yucateca. Acaso fue la caída de los países mal llamados comunistas o socialistas que mantenían la esperanza, y en algunos casos también el financiamiento, de la resistencia latinoamericana contra el imperialismo yanqui y las oligarquías locales. Indudablemente esesta parte de la explicación, sin embargo, aún quedan los países que se rigen por la llamada socialdemocracia, Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia, con sus sociedades con estructura de pentágonos, con un grueso de capas medias, muy pocos pobres y menos ricos, estos últimos sin serlo demasiado, que al menos a algunas personas nos alientan a seguir luchando por modelos económicos donde la justicia social no este reñida con la libertad.      

Indudablemente, no podemos ignorar en la explicación, los años de persecución feroz de quienes ostentaban el poder en México, en los años sesentas y setentas, las masacres y desapariciones, la del 68, del 72 y todas las que recurrentemente dejaron correr la sangre de aquellos idealistas que se enfrentaron al sistema.

Imposible no mencionar el establecimiento en México de una dictadura perfecta, que desde el periodo de Luis Echeverría incorporó como estrategia, además de la persecución de los grupos más radicales de izquierda, el incorporar a ciertos personajes de ese mismo origen en la dirección de programas sociales. Es decir, el eficiente sistema político mexicano permitió mantener en las filas del partido oficial a personas de las más variadas ideologías.

Esta estrategia de Luis Echeverría la mantendría de manera eficiente López Portillo quien incluso ofreció una amnistía a un grupo de presos políticos de las filas de la izquierda mexicana que optaron por la vía armada. Postura de palo o dulce que mediatizó a un sector de la izquierda, la domesticación de un sector de la oposición, que sucumbió ante la tentación de intentar transformar al monstruo desde sus entrañas,sin prever la capacidad del sistema de reabsorber todo lo que digiere convirtiéndolo en lo que excreta.Cualquier parecido con la actualidad no es simple casualidad.

Sin embargo, a partir de Miguel de la Madrid la derechización de la política mexicana, paulatinamente,pondrían las bases del neoliberalismo mexicano y los grupos y personajes de centro izquierda insertados en el sistema tendrían solo dos alternativas: moverse enlas aguas del momento o radicalizarse, con el tiempo los segundos conformaron la corriente crítica del PRI,que en alianza con partidos y organizaciones de izquierda darían origen al PRD.

Sin embargo, los grupos de poder internacional sabían que acabar de raíz el problema implicaba revertir aquella política de Echeverría, que algunos llamaron, “talco dos caras”, que abrió las puertas a refugiados de las dictaduras de otros lares, lo que permitió que se inundaran las universidades de intelectuales de izquierda sudamericanos que establecieron alianzas con académicos mexicanos de la misma ideología. Las universidades públicas, sobre todo las facultades de Ciencias Sociales, se convirtieron en semilleros de jóvenes idealistas de izquierda formados en el pensamiento de los más importantes teóricos marxistas, que con sus círculos de estudio influían en los diferentes sectores de trabajadores, eran insumopara crear las bases sociales de movimientos realmente de izquierda. Pero, sobre todo, manteníanvivas y actualizadas las teorías que sustentaban el activismo político de la izquierda, por lo tanto, urgía a los poderosos transformar los programas y planes de estudio que generaban el llamado pensamiento crítico,pues los consideraban responsables de la existencia de una izquierda inteligente y formada.      

Uno puede pensar que las grandes conspiraciones internacionales no existen, que los personajes poderosos que se reúnen un día para pactar y planear como dominar al mundo, son producto de una imaginación enferma. Sin embargo, el pacto o “Proceso de Bolonia” iniciado a partir de la Declaración de Bolonia, firmado en 1999 por los ministros de Educación de diversos países de Europa, en aquella ciudad italiana fue de hecho una conspiración para controlar a las jóvenes generaciones del mundo. Ya he escrito en anteriores artículos sobre el tema y por cuestiones de espacio no me extenderé, solo quisiera resaltar que dicho proceso implicó desmantelar,modificar los programas de estudios y ofertas educativas existentes, para ponerlas al servicio del mercado y del gran capital, es decir que las universidades, sobre todo las públicas, se dedicaran a formar “capital humano”, “útil” para las empresas, pero sin capacidad de análisis o crítica social.

Y mientras esto sucedía, en el PRD, partido donde militaba buena parte de la izquierda mexicana, y en el que me desempeñaba como consejera nacional, se propiciaba una nueva diáspora de priistas. Sucedió a partir de que el presidente del partido Andrés Manuel López Obrador amenazara desde la tribuna del Consejo Nacional que renunciaría a su cargo si no lográbamos aumentar, por lo menos un treinta por ciento, nuestros resultados electorales. Así, crecimos como espuma, pero nuestro avance electoral poco tuvo que ver con aquel trabajo de base, comprometido y arduo, realizado por jóvenes de otras generaciones, sino con la incorporación de toda clase de personajes, algunos de obscuros pasado, antiguos persecutores de los líderes y activistas de izquierda de otros tiempos. Se dejó de pasar lista de nuestros muertosantes de cada reunión, de aquellos mandados a asesinar por nuestros nuevos compañeros de partido.

A partir de entonces, los enfrentamientos entre las llamadas tribus o corrientes dentro de aquel partido que, en sus bases de creación gracias a grandes pensadoras como Rosa Albina Garbito o Ifigenia Martínez, mantenía un marco conceptual propio de una izquierda inteligente, se sustentaron en los conflictos de intereses relacionados con la repartición de cargos y candidaturas entre militantes y dirigentes. El pragmatismo, las prácticas clientelares, el oportunismo y la falta de escrúpulos, sustituyeron los principios y la mística de los jóvenes del pasado, sin que en apariencia le importara a alguien. Junto con aquellos personajes que paulatinamente se apoderaron del partido se impuso una cultura política que terminó por apabullar a los militantes de izquierda, quienes tuvieron que decidir entre amoldarse a las nuevas condiciones, es decir competir bajo esas prácticas, o quedar totalmente rebasados.

El PRD terminó de romperse y AMLO decidió crear su propio partido, uno totalmente bajo su control: Morena. Fue interesante observar hace unos días la fotografía donde la candidata de ese partido se ve abrazada de aquellos personajes que la izquierda yucateca acusóalguna vez de corruptos y otras lindezas. Es triste reconocer en la cuarta fila, parados de puntitas, tratando de aparecer en la foto, a algunos de los que fueron mis antiguos compañeros integrantes de lo que fue la izquierda yucateca, los que, o creen que el lobo disfrazado de oveja es lo que aparenta o se niegan a renunciar a la esperanza de tener un lugar, modesto pero muy deseado, en las nuevas estructuras del partido en el poder.

Entonces ¿quién asesinó a la izquierda? La respuesta requiere una larga explicación o quizás tan solo una fotografía: la del Presidente de México supervisando unos de sus proyectos insignia, representativo del modelo de desarrollo neoliberal, destructor de la naturaleza y de las comunidades indígenas, es decir, alguno de los tramos del mal llamado tren maya.

Dejo aquí esta reflexión para continuarla más adelante con quienes se atrevan a hacerlo.          

Georgina Rosado Rosado
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