Por: Cristina Padín
Le llevaron al hombre que abría aquella puerta unos kiwis y
unas castañas. Contó que estaba convaleciente de una enfermedad.. quería la
tranquilidad de la aldea. Al día siguiente él obsequió a los niños con unos
cuentos de los de antes, qué bonitos eran.
De piratas. De toreros. De princesas.
Cada año por santa Flora regalaban al tipo del castillo
manzanas en cestas. Otras veces le habían llevado mantecados andaluces. Y en
cada ocasión añadían poemas hechos por ellos mismos. Y dibujos. Admiraban su
arte en el piano. Él nunca decía nada. Ni hola.
Pero la verdad se impuso. Todo cambió.
Aquel fin de semana el señor que estaba en la recuperación
de su enfermedad les invitó a chocolate caliente. Era tan agradable… con su
conversación descubrieron que era un ser valiente. Y agradecido.
No alguien de absurdas palabras huecas.
Tal vez la valentía de él les otorgó la fuerza. O puede que
fuera la edad, habían crecido. El caso es que no obsequiaron nada al tipo del castillo. No volverían a hacerlo.
Apreciarían su música, pero no sus modales. En la vida hay que saber ser. Y
saber agradecer.
Se sintieron felices y libres. Y compraron un rosario para
el señor que era el valor..
La vida enseña muchas cosas
A los cuentos
A la verdad
A la valentía
A las personas con palabras con sentido
A los valientes
A mis amigos JC, M, B, A, y JM
A Luis
A esta época, me agrada porque ya se acaba noviembre
A santa Flora, 24 de noviembre
A las decisiones: he tomado muchas estas semanas y las llevo
a cabo
A las castañas y los magostos
