Después de los partidos de la NBA, los pasillos exclusivos de los estadios se convierten en un ir y venir de jugadores, miembros de sus séquitos y familiares, y gente con la fortuna de poder acceder a esas entrañas para compartir varios minutos con ellos. Generalmente los que pueden tener ese privilegiado acceso son otros deportistas de élite, artistas, VIP o aficionados con alguna discapacidad o problema que han sido invitados por las franquicias. En el caso de Kobe Bryant, el espectro es infinito.
Cada noche que disputa un encuentro, el escolta realiza el ‘paseíllo del ministro’, o lo que es lo mismo, la ronda de saludos a los que le están esperando para hablar con él durante unos minutos y hacerse las fotos de rigor. La rutina es invariable: tras hablar ante los medios, el personal de relaciones públicas le indican adónde dirigirse, las cámaras de la televisión con los derechos de Los Ángeles Lakers operan sin pudor gracias a una iluminación que no permite intimidad alguna en las conversaciones y una legión de periodistas curiosean por si hay algo destacable. Mientras tanto, Kobe sonríe, estrecha manos, pregunta, responde, saca temas de conversación a aquellos que están petrificados ante su presencia y trata de pasar el trago lo antes posible antes de subirse al helicóptero que le lleva a su casa. En otras ocasiones aprovecha para presentar a deportistas destacados a su familia.
Sucedió con el futbolista francés, Thierry Henry, hace unas semanas y la pasada pasó lo propio con el italiano, Alessandro Del Piero. Ante tanta expectación, con un nubarrón de reporteros y curiosos con acceso a esa zona, Kobe no pasa generalmente de conversaciones triviales, con Del Piero, la cosa fue distinta según contó un periodista italiano que se convirtió en el único en entender lo que Kobe le confesó al futbolista.
“No puedo más. Tengo el hombro fatal, sigo jugando por los fans, pero no puedo más”, afirmó al tiempo en que otros reportes también se hicieron eco de la confesión.