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Jaque a la tristeza para los refugiados gracias a una ONG española que les enseña a jugar al ajedrez

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La actual crisis de refugiados –la peor desde la II Guerra Mundial- ha provocado que millones de personas hayan tenido que abandonar su hogar, especialmente en países como Siria, Afganistán o Eritrea, y buscarse la vida con el objetivo fundamental de terminar alcanzando Europa, unas puertas que desde hace unas semanas están cerradas a cal y canto.

Pero si la respuesta que se han encontrado de los gobernantes ha sido negativa, no se puede decir lo mismo de las sociedades que en muchas ocasiones han dado una cálida bienvenida. También los voluntarios que han trabajado incansablemente por hacerles la vida más fácil.

Hace unas semanas hablábamos con Payasos sin Fronteras, que se dedican a sacar una sonrisa a los más necesitados, hoy es el turno de Ajedrez sin Fronteras, una organización que ya tiene más de una década de experiencia y que ha ayudado y sigue ayudando a personas en una situación límite en países como India, Jordania o Argelia. Lo curioso de todo es que su fundador es un español: Álvaro van den Brule.

La andadura de esta organización, que tiene como principales centros de acción las comunidades “castigadas por el infortunio” en lugares como campamentos de refugiados, cárceles u orfanatos, empieza durante un viaje de Van den Brule a la India y Nepal.

“Percibí la dolorosa situación de los refugiados tibetanos y creamos para los niños en Daramshala – al norte de India -, una escuela para que estuvieran entretenidos. En vez de estar a la intemperie y sin ninguna actividad, reconvertimos un lugar de tedio en un lugar divertido y acogedor. Construimos una pequeña cabaña de adobe y botellas recicladas, en un espacio de paz y futuro”, cuenta Álvaro en una entrevista con Yahoo.

Un proyecto que poco a poco fue creciendo hasta lograr una colaboración con ACNURpara permitir a estas personas una vía de escape a su situación. Tal y como cuenta el ideólogo “el ajedrez era un espacio de libertad creativa en medio del tedio y la nada”.

Así, poco a poco y con mucho esfuerzo, se multiplicaron el número de escuelas en todo el planeta. Hoy ya ascienden a 15, una de ellas en España en la que imparten clases a parados para que se puedan integrar en el mercado laboral. Las otras 14 repartidas por el mundo: en Etiopía (en una cárcel y en un orfanato), en Argelia (en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf), en India (seis, dos de ellas para invidentes), en Grecia, en Jordania…

Precisamente esta última ha ganado una gran importancia en los últimos meses por culpa de la crisis de refugiados sirios. Tras cinco años de conflicto y con millones de personas huyendo del país, el ajedrez es una medicina esencial para pensar en otra cosa, a la vez que se potencian las capacidades de la gente.

“Les saca del infierno de un presente continuo  sin perspectivas, les permite crear un espacio personal al tiempo que divertirse, y en definitiva, les hace tener un lugar sobre el que pivotar  en una vida sin suelo en el que apoyarse”.

Una vez más son los niños los más afectados por este tipo de situaciones. Han tenido que vivir con el dolor, con el sufrimiento y se les ha arrebatado la niñez, por lo que trabajar con ellos es muy importante.

“Los niños son los mayores beneficiarios de nuestras acciones. Se lo pasan de miedo.Les damos clase muy elementales, con poca teoría y los ponemos a jugar ipso facto. Son los más inocentes y descubren la felicidad muy rápido”, concluye Van den Brule.

Mientras tanto, sigue mirando al futuro con la vista en dos nuevas escuelas que serán inauguradas este año en Tanzania, en colaboración con las organizaciones África Directo y Born to Learn.

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