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Entrevista con José Reveles

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Por Ariel Ruiz Mondragón

Aún no ha sido completa y claramente desentrañado lo ocurrido la noche que fue del 26 al 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, cuando estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos acudieron a las inmediaciones de esa ciudad a tomar camiones para poder asistir a la manifestación conmemorativa del 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México.
Como se sabe, aquel día se suscitó una gran violencia contra los jóvenes, que provocó la muerte de seis personas, 25 heridos y 43 normalistas desaparecidos. Con estos hechos estuvieron relacionados cuerpos de seguridad y la delincuencia organizada local.
Sin embargo aún faltan explicaciones acerca de cómo y por qué ocurrieron esos deplorables sucesos, sobre todo con tal sevicia. José Reveles presenta su versión de ello en su libro Échale la culpa a la heroína. De Iguala a Chicago (México, Grijalbo, 2015). Allí el autor revisa el tráfico de drogas en Guerrero. Pero también en un contexto más amplio no sólo nacional sino en relación con Estados Unidos, como la pista clave para explicar aquellos acontecimientos.
Reveles, con quien conversamos acerca de ese volumen, cuenta con una trayectoria periodística de más de 40 años; egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, ha sido profesor titular de la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa, de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha laborado en medios como Excélsior,Proceso, Filo Rojo, El Financiero y Variopinto, entre otros. Autor de una decena de libros, en 2001 recibió el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Reportaje.

¿Por qué publicar hoy un libro como el suyo? Casi al final dice usted que es un intento por explicar tanta saña en aquella noche del 26 de septiembre de 2014.
-Exactamente ese es el propósito: dar explicación a esta tragedia, o más bien agresión infame, absurda, con mucha violencia, demasiado “¡párenlos a como dé lugar!” para atacar autobuses llenos de gente (yo le conté 91 balazos a un autobús, y a un taxi 47). Estamos hablando de esa sevicia, de esa crueldad, de ese ánimo de herir y de matar.
Traté de encontrar el por qué llegamos a ese extremo, particularmente en Iguala, Guerrero. Mi conclusión es que es, primero, el producto de políticas permisivas de los gobiernos federales, pero por supuesto también del estatal y los municipales en la medida en que tomaron el poder delincuentes organizados que no esperaron a que hubiera elecciones y luego ir a corromper al funcionario electo, sino que ya se metieron ellos como candidatos y ganaron la elección bajo el cobijo de una sigla supuestamente de izquierda: la del PRD.
Eso requiere una explicación; la busqué y me encontré con antecedentes que indican cómo tres gobiernos federales permitieron que México sea el super productor de mariguana y de opiáceos. Eso tendría que ser criticado porque, finalmente, estamos entregados a la delincuencia; pero, además, en medio de esta falsedad entre el propósito declarado de la guerra contra las drogas y los resultados no sólo nulos sino de incremento de su producción hay 150 mil muertos y decenas de miles de desaparecidos, así como un millón y medio de desplazados, que no tienen por qué pagar el pato por esto que se diseñó desde las alturas.
Yo sostengo que eso se decidió desde Washington; como decían cuando nos daban clases de internacionalismo y globalización, cada país tiene que jugar un rol en el mundo, y el papel que nos tocó a nosotros es ser central de abastos de drogas de Estados Unidos.
Menciono a tres gobiernos federales: los de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, pero podemos irnos más atrás, desde Ernesto Zedillo. Lo hago porque fue Fox quien decidió ya no fumigar plantíos desde el aire, pero todos los gobiernos mexicanos, desde hace mucho tiempo, son perfectamente sumisos, carentes de una noción de soberanía, de autonomía como Estado, y, por tanto, siguen los lineamientos que dicta la gran potencia mundial consumidora de drogas.

Usted habla de que Fox, a unos días de dejar el poder, decidió que se acabara con la fumigación de cultivos ilícitos, especialmente de la amapola. Pero si algún país ha impulsado la guerra ha sido Estados Unidos. ¿Por qué los norteamericanos permitieron esa situación?, ¿cuál era su conveniencia?
-Esa aparente flagrante contradicción tiene que ver con el interés también de la venta de armas y de una política represiva que primero tuvo como sus destinatarios, sobre todo, a los subversivos y a los opositores en los años setenta. Es curioso cómo la Operación Cóndor —como se llamó a la fumigación del Triángulo Dorado mexicano formado por Sinaloa, Chihuahua y Durango— fue llamada igual que aquella otra injerencia de Estados Unidos en los gobiernos militaristas del sur del continente, en donde el gobierno chileno podía perseguir, apresar, matar o desaparecer a alguien en Uruguay, o el argentino podía hacerlo en cualquiera de los otros países de esa región. A lo que voy: fue una falta de imaginación pero así se armaron las dos operaciones y fueron casi simultáneas.
Hubo Operación Cóndor en el Pacífico, pero se hizo bajo la égida y el mandato impositivo de Estados Unidos, que fue el que nos enseñó y que nos ayudó; ahora estamos bajo la Iniciativa Mérida, porque finalmente a ese país le gusta que las guerras contra el tráfico de drogas se libren fuera de sus fronteras. Yo lo he dicho con esa frase: ellos ponen las narices, la boca y los pulmones, y nosotros ponemos los muertos. Así de sencillo.
El prohibicionismo de las drogas (eso no lo menciono en el libro porque se iba a hacer muy largo) en Estados Unidos se dio enseguida de la Ley Seca. Ellos lo inventaron: fue Harry Anslinger, con métodos muy parecidos a los de la propaganda nazi —él era profascista—, y terminó criminalizando particularmente el consumo de heroína, pero empezó con la mariguana: decía que ésta volvía loca a la gente, lo cual es absolutamente falso. Está demostrado, hasta hoy, que eso no sólo era mentira sino que puede tener muy eficientes efectos curativos y medicinales.
Anslinger metía esas notas a la prensa más amarillista para generar un ambiente de zozobra frente a los adictos. Persiguió a más de 20 mil médicos, que atendían en consultorios, hospitales, clínicas y dispensarios, por el solo hecho de que le daban ayuda a los heroinómanos y a los mariguanos.
¿Cuál fue el efecto de esa política? Que si costaba 3, 4 o 5 centavos de dólar ponerse una inyección en estas clínicas, en cuanto fueron perseguidos los médicos los adictos quedaron al garete y cayeron en manos de las mafias, que les cobraban la dosis a un dólar. Es decir, el negocio de los mismos que fabricaban y contrabandeaban alcohol y que vendían drogas fue elevado por el prohibicionismo porque lo clandestino cuesta más.
Pero Estados Unidos ahora está marchando, lentamente, hacia la despenalización de las drogas, aunque siguen manteniendo la misma política hacia nosotros. Por eso, repito, México no es autónomo; si lo fuera ya estaría ahora en ese círculo, pero apenas la Corte discutió eso hace poco.
Es muy importante que la heroína esté en el centro de este debate y de esta violencia porque hacia allá están volteando los adictos estadounidenses. Está demostrado, como lo dicen el propio Obama y estudios de Inside Crime, el crecimiento exponencial de los drogadictos que requieren heroína. ¿Quién se las da? México, porque Colombia ya no lo hace y el triángulo asiático está muy lejos y cuesta muy caro. Afganistán produce muchísima, pero se la vende a Europa, a China, a Rusia, etcétera. Entonces México está con esa vocación natural geopolítica (por ubicación geográfica y sujeción política) y, además, las autoridades internas han permitido que se expanda esta producción de cultivos.

Comenta en el libro que, cuando estaba en edición, usted iba sobre el asunto del tráfico de heroína, una hipótesis después confirmada por el Grupo Interdiscliplinario de Expertos Independientes (GIEI). ¿Usted cómo llegó a esta tesis? Los expertos ubican este asunto en el quinto camión ignorado por la PGR.
-Lo que pasa es que yo conozco el tema del tráfico de drogas, de los Guerreros Unidos y los Rojos, las derivaciones de los Beltrán Leyva; además, varios sitios, como El Universal y SDP Noticias, empezaron a publicar que aparentemente había una carga en uno de los autobuses que se robaron los muchachos. Yo empecé a buscar información, y descubrí que estábamos en el centro neurálgico de la producción de heroína de toda América.
Iguala y sus alrededores, en Guerrero, desplazaron también a la producción que se atacó en los años setenta en el Triángulo dorado, que es del Chapo Guzmán (pero Guerrero es también del Chapo, ojo; me faltó decirlo con más énfasis pero te lo digo: es de él y del Cártel de Jalisco Nueva Generación, que originalmente nació de los Beltrán, quienes estaban confrontados con Guzmán Loera). Pero con el pasar de los años los grupos se fueron reconformando y lo que fue odio se convirtió en alianzas y al revés hasta entre familias. Por ejemplo, es obvio que el Chapo y su gente mataron a Rodolfo Carrillo Fuentes en 2004, lo que provocó una pelea con el Cártel de Juárez; pero con el tiempo se recompusieron esas heridas y volvieron a ser socios porque el Mayo Zambada es compadre de Vicente Carrillo.
Se dan esos compadrazgos y lazos familiares: el Chapo mismo era pariente del Mochomo, Alfredo Beltrán Leyva. Pero así se manejan el narco y los negocios, por lo que no importa si mataron al hijo o al hermano y se vuelven a juntar. Esa es un poco la razón por la cual la influencia de Sinaloa sí está en Guerrero: le está conviniendo más producir droga en Guerrero que en Sinaloa.
Justamente los hermanos de la esposa de José Luis Abarca estaban metidos con los Beltrán Leyva.
-Sus dos hermanos, tanto el MP como el Borrado, como eran apodados, eran manejadores de dinero, pagadores y lavadores de Arturo Beltrán Leyva.
Su principal explicación de aquella cruel noche fue que se trató de protección al tráfico de drogas. Al respecto, ¿qué nos dejó ver este gran crimen?
-Allí se juntan dos asuntos que aparentemente son evidentes pero que estaban ocultos: uno, el de los desaparecidos, que para mí es el pendiente de este país porque los pobres familiares siguen durante años en este viacrucis en la búsqueda de los suyos, vivos o muertos, y cada vez que hay fosas clandestinas acuden, sin encontrar a sus familiares, ni consuelo ni justicia. Eso se destapó con la desaparición de los 43 muchachos normalistas; aunque el tema lo tenemos como en el subconsciente, en la información, en la protesta, pero no fue tan evidente y tan fuerte hasta que se dio este caso que cimbró a todo el mundo.
El otro es que el tema de la heroína también estaba oculto; no se sabe, por ejemplo, por qué Vicente Fox decidió ya no fumigar los plantíos porque nunca lo explicó, lo cual, además, les pasó de noche a los medios y a la opinión pública. Yo estoy muy enterado de eso porque a mí recurrieron los pilotos que hacían ese trabajo: yo los acompañé a la Cámara de Diputados, tuve los documentos y ahora los rescaté (yo publico, por ejemplo, cartas que ellos le escribieron al procurador Eduardo Medina Mora y al propio Fox). Ellos lo advirtieron de mil maneras y no pasó nada, solo estuvieron dos años cobrando sin trabajar; además, fue muy irregular su despido y la eliminación de dos direcciones: la de Servicios Aéreos y la de Erradicación, que dependían de la PGR.
La orden fue de Fox, pero la obedeció dos semanas después Felipe Calderón: en diciembre le pasaron 108 aeronaves de la PGR, del procurador Medina Mora, al Ejército, y fue Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa, quien las recibió. Esto pasó de noche ante la opinión pública, como si no hubiera ocurrido. Tal vez era la falta de transparencia, el ocultar alguna intención doble, lo cual también fue destapado por el caso de los muchachos en Iguala.
Entonces para mí esos son los dos descubrimientos.
El caso, que es una terrible tragedia y un aliciente para muchas luchas y protestas sociales, se junta con otras atrocidades que han ocurrido en tiempos recientes. Es una bandera, pues.

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