La Revista

Tu hijo también podría ser un violador

Anjanette Gautier
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Si hoy piensas que tu hijo o hija nunca se podría involucrar en una situación como la de los Porkis, jóvenes violadores y criminales en Veracruz, deja de hacerte el idiota y despierta. Me enoja y me disgusta escuchar a los padres de familia que inocentemente creen que sus hijos, por ir a una escuela católica, por no estar en las altas esferas de la influencia política, o por tener reglas y consecuencias en el hogar, creen que podrían estar exentos de una tragedia como esta.
Ciertamente, el caso en Veracruz, no es una simple violación. Es la muestra de una sociedad donde el crimen organizado y el tráfico de influencias llega hasta las escuelas y rige la vida de todos, inclusive los menores de edad. Pero el problema de la violencia sexual, no está sólo en esos ámbitos. Comienza en casa, comienza en la forma y manera de la que hablamos de la sexualidad o mejor dicho, de lo que callamos y nos hacemos de la vista gorda como padres. Te puedo asegurar, que si preguntaras un poco, te enterarás de que por lo menos uno o una de los compañeros de tus hijos ha estado involucrado en un crimen sexual.
El más frecuente es el date rape, o la violación por algún conocido, ya sea en una relación o cita. Este tipo de delito casi nunca se reporta, la mayor parte de las muchachas que lo viven, ni siquiera lo identifican como tal, porque vivimos en una sociedad que tiene un doble estándar para las mujeres y para los hombres, donde ellas están obligadas a callar por miedo a la humillación.
Recuerdo una de las muchas veces que tuve que pasar castigada en la dirección del colegio católico de mujeres al que asistí. Una de las monjas nos estaba narrando la historia de una santa mártir a la cual habían amenazado con cometer “actos impuros”, la santa, narraba la religiosa, antes de consentir a perder su pureza ante las amenazas del varón, prefirió tirarse de la ventana de la torre y morir en el impacto. La monja preguntó “ustedes que opinan de lo que hizo esta santa mujer”, yo alcé la mano y dije “es una idiota, ¿cómo es posible que Dios prefiera el suicidio a perder la virginidad?”. Esa no era la respuesta correcta. Por eso terminé otra vez en la dirección.
Sin embargo, el mensaje que escuché en ese momento, se repitió muchas veces más. No hay nada más sagrado que tu virginidad. Si la pierdes, eres basura. Las pláticas entre las muchachas de la escuela se centraban en quién era una “perdida” por haber dejado que el novio la besara o la tocara bajo la blusa. Las mujeres éramos un objeto puro pero frágil, nuestra integridad debía de ser salvaguardada y lo mejor para ello, era alejarse de la tentación. Porque los hombres lo que querían de nosotras era una sola cosa, sexo, y una vez habiéndolo obtenido, no tendríamos más valor para ellos. Había que esperar al matrimonio a toda costa, una vez que se cerrara el trato.
Yo me pregunto si los hombres en la escuela católica recibían la misma educación. Me pregunto si a ellos se les hablaba de guardar y proteger su virginidad como algo sagrado y frágil. Si es que acaso les decían que la mujer que lo supiera a él manchado de pecado ya jamás lo querría de verdad.
Lo dudo mucho. Recuerdo pláticas entre ellos en las que se hablaba de cuántas chavas ya se habían echado, de cómo se habían estrenado con la muchacha de servicio, y cómo celebraban sus primeras idas a los antros del table dance. Estos muchachos no eran violadores, dirás, eran simplemente jóvenes curiosos.
Pero son estas ideas discrepantes, en la que a las mujeres se les enseña a temer el sexo e ignorar su propia curiosidad y deseos, mientras al hombre se le incita a explorar y explotar cualquier oportunidad sexual, donde se crea un campo fértil para que se den este tipo de violaciones.
Eso era en mis épocas, hoy además de este doble estándar, los muchachos se ven frente a una sociedad influenciada por la pornografía que moldea sus expectativas acerca de lo que se supone constituye una relación sexual normal.
No nos hagamos tontos, ¿cuántos de ustedes vieron algo pornográfico cuando eran muchachos a pesar de que estuviera prohibido? Ahora imagínense que está ocurriendo con los muchachos y muchachas cuando tienen a su alcance las 24 horas del día un teléfono inteligente con internet. Todo está al alcance de su mano. Quien todavía crea que su hijo no lo hace por temor a Dios, está pecando de ingenuo.
¿Y cuál es el problema con la pornografía? Muchos. Crea una visión irreal del acto donde el único objetivo es el orgasmo, donde entre más y más violento mejor. Donde la mujer está para darle placer ilimitado al hombre, sin medida y sin control. Para quien crece viendo pornografía, la mujer es una criatura que existe para ser domada y dominada. El resultado son muchachitas de 15 años a las cuales el novio en vez de llevarlas al cine, le pide fotos desnudas. Donde la expectativa es que ellas pongan un show y den de gritos como lo que ellos vieron en el video. Donde el sexo oral es únicamente un calentamiento.
Un estudio del 2012 en Canada, sobre el impacto de la pornografía en el cerebro adolescente encontró que quienes consumían pornografía frecuentemente tendían a ser seis veces más propensos a actos sexuales agresivos que quienes no veían. A eso le agregamos que a las mujeres les enseñamos a ignorar sus deseos y sus propios instintos, y a los hombres a explotarlos y a buscar todas las oportunidades posibles en las que demostrar su hombría. Entonces no puede sorprendernos que tengamos ante nosotros una sociedad enferma.
Por apatía y por no reconocer que el sexo es algo de dos y que tanto hombres como mujeres tienen necesidades y deseos, hemos creado un ambiente en el que las mujeres adoptan un papel sumiso y están dispuestas a complacer al novio en turno para poder sentir afecto, sin pensar o considerar lo que ellas quieren, no vaya a ser que les digan que son pirujas. Decir no, es cada día más difícil para ellas, y para ellos es casi imposible entender su significado pues lo que han visto en los videos les indica que no, siempre significa si o convénceme.
Es casi imposible impedir que nuestros hijos no tengan contacto con la pornografía, en realidad, sería inclusive contraproducente prohibirla totalmente y convertirla en un tabú absoluto. Lo que debemos hacer, en mi opinión, es hacerle frente al toro por los cuernos. Debemos hablar con nuestros hijos, no solo de reproducción, debemos hablar de sexualidad, incluyendo lo que es placentero y lo que no. Debemos poder analizar con ellos lo que pasa en una porno, al igual que lo haríamos con los chiquitos que ven películas de Harry Potter. “Hijo o hija, esto es fantasía. Esto no sucede así. ¿Qué opinas de esta situación? ” . Por favor no cataloguen a las mujeres por su físico o su forma de vestir frente a sus hijos varones, dejemos de hacer chistes donde se humilla a la mujer como un objeto sexual. Seamos honestos con ellos y contémosles de nuestras experiencias.
Vamos a quitarnos la careta de seres inmaculados que concibieron por obra del espíritu santo y reconozcamos ante nuestros hijos que nosotros somos seres sexuales. Mejor que sepan de nosotros que piensen que lo que ven en internet es de verdad.
Madres, hablen con a sus hijas de lo que es el sexo oral, de qué es un orgasmo, de sus experiencias al haber perdido la virginidad. No les hablemos sólo para protegerlas como si fueran caperucita roja ante el lobo. Debemos de hablar con nuestras hijas y enseñarles a que ellas tengan el control y la decisión sobre su sexualidad. Está bien reconocer que ellas son seres sexuales, que su cuerpo es bello, que tienen y tendrán deseos y curiosidad. Acabemos con esa dicotomía donde una mujer sólo puede ser o piruja o santa. ¿Cómo pueden ser asertivas ellas, y decir no o si cuando quieran, si queremos ignorar lo que ellas sienten?
¿Cómo van a tener una conversación honesta con nosotros si pretendemos que el sexo no existe y a ellos nunca se les va a cruzar por la mente hasta el matrimonio?
Y por favor, si escuchan las historias de las mártires, no les hagan creer que tirarse de la ventana es el único comportamiento apropiado ante un avance sexual, eso es vivir en la edad media.

Anjanette Gautier
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