Por Enrique Vidales Ripoll
Hace 20 años, cuando el Internet comenzaba a llegar a las casas de todos, no imaginábamos el alcance que llegaría a tener. Hoy en día los servicios de consulta de información y la capacidad de interacción en las redes sociales han permitido una mayor democratización de la información, pero también, una serie de peligros con los cuales debemos saber lidiar los usuarios.
Si vamos por los beneficios en un principio, no tenemos ninguna duda que el acceso libre en la consulta de información y las redes sociales han abierto una interacción abierta entre todos los integrantes de la sociedad. Ha disminuido la brecha entre las instituciones y los liderazgos sociales con el ciudadanos común y corriente. Hoy no es necesario estar al pendiente de la agenda del presidente, gobernador o cualquier otro funcionario para cazarlo y entregar una petición. Basta conocer su perfil de Facebook o su nick de Twitter para etiquetar y acercarse al funcionario para cuestionar, criticar, preguntar o establecer contacto para una petición específica.
Las redes sociales son hoy un auténtico medio de comunicación que se caracteriza por la inmediatez del hecho noticioso y la capacidad de interacción entre los usuarios de la red. No hay que esperar a las versiones impresas tradicionales para conocer de los hechos, y más importante, saber lo que la gente piensa.
Lo peligroso está en la alta vulnerabilidad en la exposición tanto de la persona, como de las ideas, propuestas o críticas expuestas en las redes sociales. De ahí la importancia del cuidado en cuanto a lo que uno escribe, sino también de como nos desenvolvemos en la sociedad. No falta nadie en la calle que tenga que celular con capacidad de tomar vídeo de un hecho de calle, subirlo y compartirlo en las diversas redes sociales.
La privacidad, por más que se pretenda cuidar en los órdenes jurídicos y políticas institucionales o de Estado, parece entonces una falacia. No existe garantía de tal. Al final todo ya se encuentra digitalizado y con la capacidad de ser hackeado o crakeado y ser entonces expuesto a toda la sociedad. No olvidemos el caso de celebregate que se suscitó por una fisura en un sistema de almacenamiento en la llamada nube de información que permitió la publicación de fotos, algunas de carácter evidentemente privado, de celebridades de la farándula y espectáculo.
No obstante del riesgo descrito, la potencialidad de las redes sociales de poner en descubierto situaciones públicas que suscitan al debate y la acción solidaria en beneficio de la sociedad, es la principal ventaja que democratiza el acceso de la tecnología, y al mismo tiempo, una mayor interacción social en asuntos de interés general.
Veamos el caso de la muerte del chico de la motocicleta en el puente de periférico en esta ciudad el pasado sábado 2 de abril. Aunque es más que claro que a la ley le está faltando severidad para el caso de autores de accidentes de tránsito en evidente estado de ebriedad, en las redes sociales se ejerció una presión que impidió inicialmente a la autora irresponsable saliera libre para enfrentar el correspondiente proceso legal.
El asunto es que se abre un espacio de debate, que no debería ser ignorado por las autoridades legislativas, de la incongruencia de considerar imprudencial un accidente donde el sujeto, aunque no tiene una intención directa de producir la muerte de la víctima, el estado alterado de conciencia y reflejos lo convierten en un potencial peligro para las otras personas que transitan por la vía pública.
También tenemos el caso del Panamá Papers que explotó por la publicación de involucrados en paraísos fiscales en supuestas operaciones de lavado de dinero o evasión fiscal. Sin saber a ciencia cierta de los circunstancias o pormenores, sin importar esa insuficiencia de elementos, la presunción de culpabilidad priva en el comentario de varios usuarios de las redes. Ahí ya se estableció un veredicto sin necesidad de escuchar pruebas o evidencias.
Eso es peligroso en la sociedad. Mientras las instituciones desean fortalecer el principio de la presunción de inocencia, el pueblo en términos generales ya condena. Las redes entonces se han convertido la versión moderna del Fuenteovejuna de Lope de Vega. Aunque asista o no la razón, la fama pública se extiende por toda la red social.
Es la ambigüedad que caracteriza a las redes sociales. Al igual que una moneda, es una sola versión, pero con dos caras diferentes; sin llegar a ser un equilibrio o ying yang que consolide el equilibrio de las experiencias humanas.