La Revista

Racista, xenófobo y misógino

Yuriria Sierra
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Es inminente que la batalla presidencial en Estados Unidos será entre Hillary Clinton y Donald Trump. Quienes hemos visto siempre en la primera las cualidades precisas y necesarias para ocupar el puesto político más importante del mundo, nos habría gustado que su contienda se disputara contra un personaje que, aun defendiendo posturas republicanas, no representara un discurso que mucho nos recuerda a aquel otro que llevó al mundo a la guerra a mediados del siglo pasado. Y que desde el grito del odio logra conectar con las masas más ignorantes. Estamos hoy a punto de presenciar una campaña electoral entre dos candidatos: la que podría convertirse en la primera mujer Presidenta de EU y el que se ha convertido ya en una de las figuras más impresentables: ese que comenzó siendo una broma, se convirtió en un peligro.
¿Qué sucede con los votantes en EU que han hecho crecer a Trump hasta esos niveles? No han sido pocas las veces que el magnate ha escandalizado al mundo con sus declaraciones. Que los mexicanos tendremos que pagar su muro. Que ningún musulmán volverá a entrar a EU. Y los etcéteras. Y la última de estas declaraciones, apuntó hacia Clinton, su rival demócrata: “Sinceramente, si Hillary Clinton fuese un hombre, no creo que alcanzase 5% de los votos (…) Lo único que creo que le sirve es que está jugando la carta de ser mujer. Y lo más bonito es que no gusta a las mujeres…”. Y podríamos escribir todas las implicaciones misóginas de esta declaración. Es claro que Trump, como en tantos otros ámbitos, está jugando la carta de avivar todos los prejuicios para mantenerse firme en su camino a la Casa Blanca. Los prejuicios racistas, los prejuicios xenófobos, los religiosos, y ahora, los machistas. Faltan dos minutos para que declare que los pobres, también son “enemigos de América”.

Recientemente escribí sobre la posibilidad de realizar a cualquiera que aspire a un cargo público, un #Examen3de3: sicométrico, otro de coeficiente intelectual y el polígrafo. Sabemos que Hillary Clinton posee un CI de 140. Trump, según él, es uno de los más altos. No lo dudamos eso le ayudó en la construcción de un emporio inmobiliario, pero eso no lo hace un personaje idóneo para estar al frente de uno de los países más poderosos. Menos cuando su discurso gira alrededor del odio y la segregación. Faltaría aplicarles a ambos un examen sicométrico. Ayer, Ted Cruz se bajó de la contienda. Es inminente que Trump será el candidato republicano. Ahora Hillary debe librar la aspiración demócrata, entre Clinton y Sanders se están analizando capacidades profesionales: a ella la apoyan mujeres, migrantes, miembros de la comunidad LGBT; a él, los más jóvenes, los millennials. Lo interesante de la batalla demócrata es que ha transitado por un camino muy distinto a las barbaridades diarias de Trump. A Hillary el hecho de ser mujer no le ha “regalado” adeptos: se los ha dado una larga carrera en la que ha demostrado su capacidad y se ha convertido en una pieza de enorme relevancia de la política en EU. Pero, una vez que Trump arrancó a devaluarla por ser mujer, podemos esperar que ya no pare.

¿En ese mundo aspiramos vivir? ¿Ése es el país al que aspiran los republicanos? Pasos hacia un pasado lejanísimo que debió enseñarnos tanto. Basta con mirar las encuestas en nuestro país, en donde a dos años de distancia de las elecciones aún seguimos preguntándonos si estamos listos para una mujer Presidenta, como si eso fuera lo más importante, por encima de sus capacidades. De su honestidad. De sus equipos. De su inteligencia. No basta con ser mujer. No basta para ganar y gobernar bien (ahí está el ejemplo de Angela Merkel). Pero tampoco, nunca jamás, debe bastar para perder.

Yuriria Sierra
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