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Tal cual

Angel Verdugo
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En su país pueden construir lo que les dé la gana.
¡Entendámoslo, por favor!

Por Ángel Verdugo

Nos gusta hacer de un vaso de agua, un huracán categoría 5; nos desgarramos las vestiduras por algo hipotético, conducta explicable por la práctica de nuestros políticos que privilegian el anuncio en detrimento del logro concreto. A fuerza de anunciar y anunciar (Hablan mucho, hacen poco), algo peligroso ha quedado grabado en grupos amplios de mexicanos: tomar el anuncio como algo real. Si el político anuncia algo, como acto reflejo, lo damos ya por hecho.

Eso hacemos con las bravatas de Trump, y sus propuestas irrealizables las cuales, deberíamos haberlo entendido desde el principio mismo de las primarias, van dirigidas a un elector específico de Estados Unidos el cual, pocos se atreven a decirlo, está harto de tanto político mentiroso, que ha desvirtuado y prostituido la política en Estados Unidos (al igual que aquí).
El ejemplo más claro e ilustrativo de esa conducta tan arraigada, es el famoso muro a lo largo de más de 3,000 kilómetros de frontera con aquel país. Aquél afirmó, que no únicamente construiría ese muro fronterizo sino también, para coronar su ocurrencia –la cual ya damos por hecha–, los mexicanos lo pagaríamos.

Sin embargo, por esa propensión tan nuestra a tomar por real todo anuncio, dejamos de lado el hecho de que ese mensaje no era para nosotros, sino para una parte muy específica de la clientela política a la que Trump –por esos días–, cortejaba con miras a obtener su apoyo en las elecciones primarias.

Además, dados a meternos siempre en las cuestiones internas de otros países, a la vez que somos celosísimos de nuestra soberanía, dejamos de lado el hecho simple que dicta algo irrefutable: Cada país puede, dentro de su territorio, tomar las medidas que juzgue necesarias y útiles para frenar la entrada a su territorio de personas las cuales, por ésta o aquella razón, no están dispuestas a cumplir con los requisitos establecidos por su legislación vigente.

Así pues, si el Presidente de Estados Unidos –fuere quien fuere–, y si el Congreso le autorizare los fondos correspondientes, podría construir los muros que le aconsejare la inflamación de aquella parte que usted sabe bien cuál es. Luego entonces, ¿por qué el escándalo? ¿Acaso le queremos señalar al Presidente de Estados Unidos y su gobierno, así como a sus instituciones, lo que pueden hacer y también, ya entrados en gastos, lo que no?

¿En qué mundo vivimos? ¿Acaso no nos damos cuenta de la realidad que priva hoy, en lo que se refiere a las relaciones entre países y gobiernos? ¿No somos capaces de entender, que ni siquiera lo opuesto –que Estados Unidos nos dijere qué podríamos hacer, y qué no–, sería posible en los tiempos que corren?

Por otra parte, uno de los errores más comunes que cometen los políticos, tanto los de Estados Unidos como los nuestros, es subestimar al elector; piensan que es un retrasado mental, y lo que éste o aquel político anuncie o prometa, lo toma como verdad axiomática. Sin embargo, para mala suerte de quienes todavía ven así a los electores, éstos ya cambiaron; algunos mucho y otros poco, pero cambiaron.

Hoy, lo que fácilmente hacía el político hace unos años, luce imposible y lo que es mejor, esto es válido aquí, y también en Estados Unidos.

En consecuencia, mejor sería dejar en paz el muro de Trump, y concentrarnos en los muros que aquí, altísimos, separan al ciudadano de los gobernantes, funcionarios, legisladores y dirigentes de partidos.

Por favor, ¡maduremos!

Angel Verdugo
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