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Distopía mexicana: la necesidad de la educación

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Por Pablo Ramírez Sánchez

Primera parte

Aquella frase tan mencionada que habla acerca de que la realidad supera la ficción ha demostrado en muchos casos ser cierta, y en este caso en específico no es la excepción; si bien algunos podrían decir que no la supera, sin duda alguna, tras los datos y argumentos que se presentarán a continuación podremos concluir que cuando menos la iguala. En esta breve introducción me propongo elaborar una analogía para enfatizar el eje central de este trabajo de investigación, para el cual se requiere de cierta disposición creativa e imaginativa, esto con el fin de poder encontrar las similitudes de manera más clara y efectiva. Poco a poco la línea entre la realidad que se vive en México y la distopía que se describe en el libro Fahrenheit 451 de RayBradbury, comenzará a hacerse más delgada y más tenue hasta el punto en el que no podamos distinguir una de la otra.

En la historia anti utópica de Bradbury las personas tienen prohibido pensar, (por decirlo de una manera muy simplista), es ilegal poseer y leer libros y prácticamente cuestionarse o reflexionar acerca de la vida. Los bomberos, quienes antes tenían la honorable labor de apagar incendios, ahora en aquel desolador mundo se dedican a provocarlos, tienen la deplorable responsabilidad de quemar toda evidencia de poemas, novelas y escritos de todo tipo. Esto deja como resultado una sociedad individualista, ignorante y sumisa ante la autoridad, en la que lo único relevante son aquellos temas banales que transcurren todo el día a través de la televisión. ¿Pero qué tiene que ver este escenario con México y sobre todo con los jóvenes, su participación y la educación? Pareciera por un momento que nos hemos salido del tema y que esto no tiene ni pies ni cabeza, pero analicémoslo por un instante. Las diversas represiones por parte del gobierno (muchas de ellas violentas) a movimientos estudiantiles, el porcentaje de analfabetismo en jóvenes, así como el rezago de los mismos en el sector educativo y su falta de interés en el ámbito político de su país ¿no es equiparable a lo escrito por RayBradbury? A lo mejor no de manera literal, pues no hay ‘bomberos’ quemando libros y prohibiendo la lectura, pero el hecho de que el gobierno censure la opinión de la juventud y no provea los medios y las condiciones necesarias para que éstos puedan recibir una educación de calidad, por acción u omisión está iniciando esa chispa que incinera toda posibilidad de lograr una sociedad pensante y reflexiva, convirtiéndose así en los ‘bomberos’ de ésta distopía mexicana.

Es entonces prioridad de éste trabajo dar detalles acerca de la situación actual de la educación (en específico en el sector joven), así como también de la participación de éste mismo sector en diversas áreas, haciendo hincapié en el entorno político, incluyendo su impacto e importancia a lo largo de nuestra historia. De igual manera destacaremos hasta qué punto el gobierno ha sido responsable de prolongar un déficit en el que los jóvenes han tenido que pagar las consecuencias en los ámbitos de educación y política, ambos sumamente importantes para el desarrollo de un país. Únicamente de esta manera podremos resaltar de manera contundente la importancia de la participación de los jóvenes en el contexto que los envuelve y con ello destacar el papel fundamental que juega la educación como punto base para una formación integral. Por último, se hace énfasis en el hecho de que sin una educación efectiva y de calidad es prácticamente imposible esperar una respuesta activa, voluntaria y propositiva de los jóvenes, independientemente del ámbito al que nos refiramos. La participación de los jóvenes representa en todo sentido un momento de cambio en favor de la sociedad que resulta indispensable para la consolidación de un Estado democrático e incluyente.

Los jóvenes y el nivel educativo

Para quienes viven en el ‘México real’ decir que el artículo tercero de nuestra Constitución se está cumpliendo al pie de la letra únicamente sería admisible si se dijera con un tono sarcástico. Si bien es cierto que se han logrado avances aún nos encontramos lejos de llegar a un nivel educativo que se considere relativamente eficiente, tal y como se demostrará a continuación.

Sin embargo, antes de plasmar los datos que nos revelen la situación actual del país en cuanto a educación debemos recalcar que éste trabajo de investigación está enfocado exclusivamente en los cerca de 29.9 millones de jóvenes que residen en el país, es decir, aquel sector de la población que se encuentra en el rango de 15 a 29 años, según lo establecido por la ONU a partir del año 2000, cifra que representa un 24.9% de la población total, tal y como lo indica el INEGI (2014) en su Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica. Habiendo delimitado lo que entendernos por ‘joven’ podemos excluir entonces aquellos avances o retrocesos que se hayan tenido en cualquier otro rango de edad fuera del que hoy nos incumbe.

Es precisamente dentro del rango de 15 a 29 años que observamos las carencias más significativas en el sistema educativo de México. Esto lo vemos evidenciado en el Panorama de la Educación 2014 de la OCDE, en donde se señala que “México tiene una de las menores proporciones de jóvenes de 15 a 19 años matriculados en educación, siendo del 53%, mientras que países como Argentina, Chile o Brasil se encuentran por arriba del 72%”.

Mencionaba anteriormente que se han logrado avances y no era mentira, ya que desde el año 2000 al 2014 se vio un incremento de 11 puntos porcentuales, sin embargo, esto no significa que hayamos alcanzado la meta deseada ni mucho menos que podamos empezar a celebrar, pues aún nos encontramos muy distantes del promedio porcentual de la OCDE, el cual es del 84%. Es cierto que existen países miembros que se encuentran en una peor situación que nuestro país (sólo Colombia y China), pero éste incansable y obstinado acto de compararnos con otros que se encuentran en condiciones más deficientes que las propias con el fin de darle un falso sentido de prestigio a las acciones que se han llevado a cabo no nos lleva a ningún lado y de ninguna manera nos ayuda a mejorar. Por el contrario, debería de preocuparnos e importarnos más el hecho de que México sea el único país de la OCDE (2014) en el que “se espera que los jóvenes de entre 15 y 29 años pasen más tiempo trabajando que estudiando” (pág. 2).

No obstante el problema no radica únicamente al momento de ingresar a la escuela, sino que también existe un grave déficit en el número de alumnos que se mantienen en la misma. Los niveles de deserción en nuestro país son alarmantes y representan de acuerdo con el INEE uno de los problemas de mayor relevancia, ya que como revela en el Panorama Educativo de México (2014) en educación media superior, el porcentaje de deserción en instituciones de sostenimiento federal se encuentra cerca del 14.3%”.

El problema reside entonces en el hecho de que una mínima cantidad de jóvenes es la que ingresa a la educación media superior, mientras que una cantidad muy alta es la que la abandona, ya sea por cuestiones económicas o porque simplemente no le gustó estudiar. A este decadente panorama le sumamos que de los pocos jóvenes que logran ingresar a la universidad únicamente la mitad de ellos logre egresar, según los datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior.

Nuevamente me permito el uso de una comparación un tanto extravagante pero que por lo mismo no dista mucho de la realidad mexicana, pues con los datos que ahora conocemos, el sistema educativo del país pareciera más bien aquella lucha de los espermatozoides por fecundar un óvulo. Son miles y miles que inician, pero durante el proceso se van perdiendo unos pocos, algunos por falta de interés, otros por no tener los recursos económicos. Algunos llegan un poco más lejos y ya hasta logran ver el añorado premio, pero al igual que con aquel milagroso proceso de la fecundación únicamente uno logra llegar a la meta; acto seguido la estructura química de la membrana educativa se altera y le cierra el paso al resto de los contendientes. (Continuará)

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