La niña iba contenta a la escuela. Antes había padecido una grave enfermedad que la obligò a guardar cama varios meses. Estaba sana ya, y nada podía turbar su felicidad! No sentir dolor, poder correr, notar la brisa fresca en la cara, el regalo de la caricia del sol… nada la hacía más feliz!
Eran tiempos duros, decían los mayores, y papá había perdido el empleo, ahora trabajaba algunas veces descargando camiones. También mamá luchaba a diario para ganar un dinero. Lo que jamás perdían era la sonrisa. Eran una familia feliz, ya no tenían un coche excelente ni vacaciones maravillosas…
…pero se tenían a ellos mismos! Y su fuerza!
En la escuela casi todos eran amables con ella. Jugaban en el patio y aprendían mucho. Solo unas niñas se reían de ella, porque nunca estrenaba zapatos y porque no disponía de un dormitorio fabuloso, pero mamá le había explicado que aquellas personas estaban vacías por dentro. En verdad era una pena!
El maestro era muy bueno. Se llamaba José y disfrutaba mucho su trabajo. El día de su cumpleaños todos los alumnos le llevaron un detallito a clase. Y él llevò pasteles y refrescos para compartir. La niña no quiso pedir dinero en casa. Le escribiò un bello poema alabando su bondad… Acababa con el verso
“pero como tú ninguno”
Leí que una pequeña en algún país regalò a su profesor sus monedas para el almuerzo y me enterneciò, dedicado a cada ser puro como ella
Dedicado a todo lo que representa esa expresiòn “pero como tú, ninguna”
Dedicado a mi niño Luis Carrasco
