Habían quedado las tres en la heladería nueva, la del centro. Ninguna parecía decidirse, y al final optaron por la recomendaciòn del día: un helado de galleta con nuez caramelizada y frambuesas. De repente llegò ella, vestida de blanco, acompañada de un chico. Olía tan bien, diferente… Pidieron batidos y se sentaron al fondo… Eran felices…
Por la mañana se reunieron las tres de nuevo. En verdad no eran amigas, la morena y la rubia se criticaban por la espalda, pero iban juntas porque ninguna tenía amistades. La pelirroja era puro interés, carecía de sentimientos, y era muy mentirosa. Fueron al parque a pasear. Otra vez vieron a Victoria. Qué perfume tan lindo! Iba con su madre caminando…
Al atardecer había un concierto en la plaza. Y Victoria acudiò con unas amigas, y con un primo suyo que era novillero. Las tres chicas la miraban con rabia, eran muy envidiosas y en absoluto alegres. Lo que les gustaba de la muchacha, además de su belleza, era su tan fascinante buen olor. Qué colonia usaría? Olía muy bien, diferente…
Aquella noche cada una de las tres niñas soñò entre sus sábanas. Alguien, tal vez un hada, les decía que la fragancia de Victoria era la pureza. Se trataba de una muchacha noble, sincera, de buen corazòn. Y ese era el aroma distinto que desprendía, el del bien, el de la nobleza. Aquella noche ellas comprendieron algunas cosas…
Dedicado a la gente de buen corazòn…
…y a Luis Carrasco, mi niño!
