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Nudo gordiano

Yuriria Sierra
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Por Yuriria Sierra

Los JO de 1968 fueron aquellos en que más medallas alcanzaron los atletas mexicanos; claro, en calidad de anfitriones. Nueve en total, tres de cada una. En segundo lugar está Londres 2012, donde deportistas mexicanos subieron al podio en siete ocasiones; una por un oro y seis veces más por plata y bronce, tres y tres, respectivamente. Después está la participación de México en Los Ángeles 84 y Sidney 2000, donde los mexicanos regresaron con seis medallas en total.

A lo largo de la historia de los JO, hemos tenido participaciones de regulares a buenas. Donde mejores participaciones se han tenido es en clavados, boxeo y atletismo; aunque no olvidamos la histórica medalla de oro en futbol que se alcanzó hace cuatro años. Nos duele a todos “pocas medallas para tantas participaciones”, sin duda. No imagino lo que deben sentir los cientos de deportistas que, a lo largo de estos años, no han logrado alcanzar un lugar dentro de los primeros lugares de sus respectivas disciplinas.

Nadie pone en duda la cantidad de talento deportivo y de esfuerzo muchas veces llevado al límite que hay en nuestro país. Pero sucede que en el nuestro no pasa lo que en otros países del mundo. Aquí no se ve al deporte como algo que deba ser desarrollado desde tempranas edades, entre todas las capas sociales, sino que se le mira como una parte de la estructura del Estado, como una promesa de campaña, como una veta más de la nutrida burocracia de los gobiernos en turno. Como somos testigos todos, México no ha sido capaz de crear una cultura deportiva donde el dinero que hoy sabemos que sí se destina llegue a su destino. Tanto la Conade como las federaciones parecen haberse convertido en escaparates para sus dirigencias (y no sabemos, pero no es difícil intuir, si también en “caja chica”).

Hay federaciones para todos o la mayoría de los deportes, y antes de que los recursos lleguen a los deportistas que requieren entrenamiento, el dinero se va desintegrando en comisiones y sueldos para todos aquellos que operan estas organizaciones. El deporte nacional se ha convertido en un negocio. Algunos de nuestros atletas obtienen recursos que pueden administrar ellos cuando se vuelven la imagen de alguna marca que los patrocina, pero esto sólo ocurre cuando ya tienen campeonatos en su haber. ¿Qué sucede con aquellos que, como pueden, entrenan entre la escuela y/o trabajos? El lunes recordamos cómo Misael Rodríguez “boteó” en los camiones de la CDMX para poder comprarse un boleto de avión que lo llevara a Qatar a competir en el Campeonato Mundial. Hoy, Rodríguez le dio a México su primera (acaso única) medalla olímpica en Río 2016. Y todos, claro, todos hoy se están colgando esta medalla. A la Federación Mexicana de Boxeo se le olvida que rompió relación con la Conade, y a ésta última también se le fue de la memoria que les retiró todo el apoyo financiero. Pero ninguna de las dos ha sido capaz de reconocer que en sus vicios y omisiones está la responsabilidad de que Misael y tantos otros boxeadores tengan el apoyo suficiente para entrenar y desarrollarse como sucede con otros deportistas en el mundo.

Hoy todos cuestionamos a Alfredo Castillo y no de gratis. Su llegada a la Conade estuvo envuelta en varios escándalos, el primero de ellos fue su llegada después de ser el encargado de resolver el tema de las autodefensas en Michoacán y su rompimiento con la federaciones que no se dejaron auditar. Luego llegaron los JO y desde el día uno se comenzó a cuestionar el porqué se gastaron cuatro millones de pesos en los trajes de diseñador con los que la delegación nacional desfiló en la inauguración de Río, cuando se sabía que la diseñadora María Luisa D’ Chávez, había presupuestado sólo 374 mil pesos en total.

Y como si el dinero no fuera el problema, a Castillo se le ha visto andar en Brasil junto a su novia, a través de su cuenta de Twitter se ha encargado de desmentir que esté usando dinero público para cubrir estos gastos.

También, desde sus redes sociales se la ha pasado acusando a las federaciones de los malos resultados de la delegación olímpica nacional. Total que a los atletas les pedimos medallas, cuando en realidad, cuando llegan a ellas, es un mérito suyo. Aunque reconocemos que estas victorias tienen repercusiones en el ánimo nacional, por eso siempre estamos expectantes.

Pero sobre lo que nuestros ojos deben estar es en las autoridades que se cuelgan los triunfos, pero justifican sus omisiones. Alguien me dijo ayer: México en Río 2016 es un claro espejo de México en México 2016: y tiene toda, toda, toda la razón. Un espejo dolorosamente inobjetable.

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