Cada mañana, durante muchos días, el chico visitaba la Ciudad de las Puertas… A la roja llegaba muy temprano y siempre rezaban una oraciòn por el nuevo amanecer. En la blanca le ofrecían un magnífico desayuno. En la azul era donde escuchaba los más maravillosos y lindos conciertos de piano. Detrás de la amarilla había un perrito y le permitían jugar con él… La negra era serena como el poema que le recitaban sin falta cada jornada… En la verde jamás faltaba un anciano contando historias y leyendas. Y en la lila le ofrecían unos bombones deliciosos… Muy buenos!
El muchacho llegaba, entregaba el cuento que le mandaban sus mayores, se abría la puerta, y pasaban todas esas cosas!
La puerta rosa nunca se abría… Durante un mes no se abriò ni una sola vez… El chico, que era muy maduro y responsable, no desistía jamás de su obligaciòn. Llegaba, llamaba, y entregaba el cuento, lo introducía en el buzòn, como hacía en cada casa. Y la puerta seguía cerrada… Eso no le echaba para atrás… Tal vez hubiera un enfermo, o alguien tímido… El niño siempre repetía su rutina, tal vez un día la puerta se abriera! Un día encontrò un capote y una muleta y una nota de agradecimiento de un anciano torero! Qué feliz le hacían los cuentos!
El chico se puso feliz! Muy feliz! Y repitiò su rutina la mañana siguiente…
Dedicado a mi amiga Ana y mi niño Hugo
Dedicado a mi Macarena Ordòñez
Dedicado a cada capote y cada muleta
Dedicado a Lourdes, a dos días de 11 años
Dedicado a Luisito!