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Colosio se mantuvo amigo de sus amigos

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Llega a Tijuana a las cuarto para las cuatro de la tarde del 23 de marzo, hay unas dos mil personas en el aeropuerto.

Al verlo aparecer, corren hacia él como un cantante de moda. Colosio sube al techo de la Blazer y saluda a la muchedumbre.

Los miembros de su escolta lo apartan medio metro del entusiasmo de la gente, abren la puerta del vehículo y rescatan al candidato de su popularidad desordenada.

La Blazer de Colosio deja el aeropuerto entre rechinidos de llantas. Levantando polvo, enfila hacia el este siguiendo la modesta alambrada que marca la línea fronteriza de México y Estados Unidos.

Atrás se alinean los 40 vehículos de la comitiva, rebasándose, obstruyéndose, disputando los lugares en la caravana.

Antes de llegar a Tijuana, la Blazer de Colosio gira a la derecha y baja las hondonadas de Lomas Taurinas.

La gente ha construido ahí una ciudad perdida, rebosante de ilegalidad y caos urbano, sueños y agravios populares.

Al llegar al puente que separa Lomas Taurinas del mundo, Colosio baja de la Blazer, se adelanta a su escolta del Estado Mayor presidencial y entre empujones, como toda su campaña, obsesionado porque no lo secuestre su equipo de seguridad, camina por el puente de madera podrida, se detiene a la mitad, saluda en todas partes y entra en Lomas Taurinas.

Es un hombre radiante, cientos de manos se tienden a su paso.

Baja 75 metros de una cuesta y llega al presídium del mitin, que él llama “asamblea popular”.

Una banda toca cumbias.

Todo es calor, entrega, comunión.

Termina el mitin.

Son las cinco de la tarde, Colosio baja del presídium y camina rodeado de su escolta, apretado por la muchedumbre.

En un punto donde la marea humana casi ha detenido su marcha, una pistola asoma sobre la valla junto a su cabeza.

Hay dos estruendos suaves apagados por la música y el rumor de la muchedumbre.

Colosio se desploma sangrando.

Agradezco a todos y todas su presencia el día de hoy, en especial al presidente del Partido Carlos Sobrino Argáez por su generosidad de permitirnos la realización de este evento en la Casa del Pueblo.

Recordar a Luis Donaldo Colosio a 24 años de su cobarde asesinato es para todos los priistas una mezcla de dolor, coraje e indignación y es, a su vez, un llamado a poner toda nuestra fuerza, empeño y terquedad para que nunca se repita un acto tan atroz y vergonzoso como ese.

La historia de Colosio es la historia de un mexicano de excepción. Su obra trasciende más allá del tiempo y espacio que le toca vivir.

Nace en un pequeño pueblo de Sonora, muy cercano a la frontera con Estados Unidos por el camino de Nogales, el décimo día del segundo mes del año 1950.

Su amigo Heriberto Galindo nos relata que cursó sus estudios primarios, secundarios y preparatorios en escuelas públicas de su ciudad natal.

De niño fue muy aplicado, nos dice, y al terminar el sexto año de primaria destacó siendo seleccionado para visitar en Los Pinos el entonces presidente de la Republica Adolfo López Mateos junto con los mejores estudiantes del país.

Desde los diez años demostró predilección por la oratoria y la declamación. Su formalidad asombraba e imponía.

Fue, además, en su adolescencia un aguerrido pero centrado líder estudiantil y un autentico y respetado líder juvenil en su pueblo.

Su precoz madurez y sus inquietudes lo llevaron a incursionar en la única estación de radio que había entonces en Magdalena de Kino, al conducir programas de música grabada y poesía declamada por el mismo.

Fue un muchacho con un cerebro brillante, poseedor de un coeficiente intelectual fuera de serie, con muy buena voz, excelente dicción, memoria prodigiosa, y carácter fuerte

De recia personalidad desde entonces. Era un joven adulto, comentaban respecto a su personalidad.

“Luis Donaldo a su temprana edad razona como un hombre maduro, como un viejo”, le solían decir a sus padres, don Luis Colosio Fernández y Doña Ofelia Murrieta.

Se inscribió en la carrera de Economía donde obtuvo siempre las mas altas calificaciones y a los pocos años resultó electo presidente de la sociedad de alumnos de su escuela.

Se matriculó en Pensilvania para el posgrado en Desarrollo Regional concluyéndolo en Viena y de regreso a México se incorpora a la Secretaria de Programación y Presupuesto.

Es Diputado Federal, Oficial Mayor del PRI, Senador, Presidente del PRI, Secretario de Desarrollo Social y candidato presidencial.

Alfonso Durazo quien fuera su secretario particular, lo recuerda como un hombre profundamente inteligente y de una personalidad compleja, mas no enigmático.

Era de gustos sencillos, señala, ideas bien articuladas, y de una capacidad de decisión y voluntad envidiables; era perspicaz e intuitivo y gozaba de un grato sentido del humor; era profundamente humano y de un profundo sentido ético y muy exigente.

Lo define como alguien que sabia sumar; nada mas lejos de su carácter que la división.

Nunca busco la confrontación como estrategia; la suponía en todo caso secuela natural del impulso de su propio proyecto político.

No le se lo conoció ánimo de revancha.

Un rasgo destacado de su personalidad era saber escuchar. Decía que un político no necesitaba hablar mejor sino escuchar mejor.

Jamás se comportó como un autócrata o iluminado. El talento a su alrededor lo inspiraba

No restringía la creatividad de su equipo ni aceptaba el servilismo; era solidario en la adversidad y comprensivo ante el hierro involuntario, pero implacable ante la premeditación perversa.

Lo exasperaba la ineficiencia, particularmente por irresponsabilidad.

No le importa quien tenía la idea, sino quien la implementaba; otorgó siempre crédito a quien se lo merecía.

Actuó siempre sin desanimo a la adversidad. No aceptaba obstáculos predestinados, ni dejaba al azar los resultados esperados; los conseguía paso a paso, con paciencia franciscana.

Insistía que el fracaso no era ninguna virtud y que resultaba mas importante prevenir un problema que ser eficaz para resolverlo.

Se dice que el temple es la mayor cualidad de aquel que incursiona en la vida pública, pues se requiere de buenas dosis para aguantar los vendavales que usualmente envuelven la actividad política.

“Cuando veo a hombres públicos impasibles frente a la tempestad, ruego que se deba a su temple y no a su insensibilidad”, afirmaba.

La discreción fue un rasgo esencial en de su personalidad, sostiene Durazo. Era ajeno a fanfarrias, tambores y alfombras rojas.

Algunos dicen que era seco en su trato, otros que era introvertido; sin embargo, tan solo era discreto.

Era discreto en el vestir y en su estilo de vida, y la austeridad en su campaña, contrastante con cualquier otra campaña priista, fue producto mas de su convicción que de falta de recursos.

Riguroso como era, de su privacidad y discreción, no fue muy dado a la parafernalia social, pero disfrutaba compartir con los amigos, aunque las oportunidades fueran escasas; gustaba también de compartir la música clásica, los tríos, el rock and roll, la poesía y la bohemia.

Según su secretario particular, para Luis Donaldo muchas cosas eran de poder, pero otras de principios.

Ejercía su poder a plenitud, pero en un estricto marco de legalidad: decía que los políticos sin escrúpulos gozaban de la “ventaja” de que actuaban sin límites para ser eficaces.

Agustín Basave recuerda que en un momento de su carrera, su figura pública se había ido por las nubes y él parecía no darse cuenta:

“De ahí en adelante Donaldo cambió para seguir siendo el mismo. Conservó una de sus grandes cualidades, que en política a veces se convierte en defecto: se mantuvo amigo de sus amigos”, recuerda.

Con frecuencia, comentaba que el verdadero poder no precisaba de arrogancia y que conducirse sin excesos no significaba cumplir la responsabilidad con limitaciones; al contrario la complementaba.

¨Precisa de sencillez, decía, pero no de esa fingida humildad que esconde la arrogancia tan común en los políticos”

“Este no ha crecido, se ha hinchado y va reventar” expresó en alguna ocasión.

Mas lector de El arte de la Guerra que de El Príncipe, se esmeró en tender puentes con personas, grupos y sectores del más diverso origen y tendencia.

Decía que una actitud personal tolerante era el mayor símbolo de una convicción democrática y que no se podía avanzar en la consolidación de las relaciones políticas con la oposición por el camino de la injuria.

Coincidía con Octavio Paz cuando afirmaba: “No podemos seguir apostándole al fracaso de otros para tener mayores ventajas relativas; no se puede considerar la lucha política como un campo de batalla en el que un solo bando debe quedar en pie”.

Luis Donaldo no se movía por exabruptos ni rencores. Hombre de agudo sentido común e instinto de tiburón, detectaba a leguas a un intrigante y, cosa rara en un político, era refractario a la intriga

“No me envenenen el alma” soltaba ante el menor intento de intriga, recuerda Durazo.

La vida y el pensamiento de Luis Donaldo Colosio, representan nuestros mas puros anhelos de una sociedad mas justa y democrática.

Resaltan el orgullo de pertenecer a un partido político en el que militamos hombres y mujeres que a diario ponemos todo lo mejor de nosotros mismos para construir un presente y futuro promisorio para nuestras familias.

Con su pensamiento y acción, Luis Donaldo Colosio dio siempre muestras claras de una visión política democrática.

Cuando la mayoría de las propuestas giraban inconscientemente en torno a la protección de lo establecido; Luis Donaldo inicio de inmediato un retiro constructivo de las formas del pasado, fincadas en el dedazo, el corporativismo y una cultura tolerante al fraude electoral.

Sus premisas eran sin lugar a dudas, la formulación de un nuevo paradigma político que sustituyera a las ya, desde entonces, desgastadas figuras del autoritarismo, la burocratización, la simulación y el divorcio entre las aspiraciones sociales y la realidad nacional.

Sensible a las ideas y amigo de la lectura, distaba mucho de la ignorancia barnizada de pragmatismo que ocuparía la casi totalidad del escenario político mexicano del siglo xxi.

Creyó en un proyecto de transformación democrática y se comprometió en ello.

Pocos como él estuvieron consientes de la necesidad de reformar el Estado por la vía de la democratización de sus instituciones y sus mecanismos de toma de decisiones.

Promotor sin igual de un cambio con responsabilidad, puso sus ideas y voluntad en el sueño de una transformación democrática para el PRI y el país.

Hoy, en este tiempo en donde la demagogia de la derecha y el populismo de la izquierda se asoman con preocupación en el horizonte de nuestro destino, tenerlo presente en nuestra memoria colectiva va mas allá de un simpe reconocimiento histórico.

Es, la reafirmación nuestros principios.

Es, la firmeza de nuestra convicción que su proyecto de transformación aún esta inconcluso y que nos corresponde continuarlo y concluirlo.

Recuperar la memoria de Colosio es abrazar al México deseado.

Es romper la quimera y mirar hacia la esperanza.

Es creer firmemente que los signos de la bienaventuranza son la joya de nuestro esfuerzo cotidiano y no el proceder incendiario o el pensamiento trasnochado que nos regresa al olvido.

Es demostrar, con hechos, que los sueños no se matan con una bala.

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