La Revista

Cambiar para bien

Raul Sales Heredia
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Por: Raúl Sales Heredia.

Cuando me senté a escribir tenía pensado empezar con un análisis de las
piezas que se están acomodando para el 2018, quienes podían contender y sus
fortalezas. Antes de escribir la primera línea navego un rato leyendo las
noticias del día, los periódicos y columnas de opinión y hoy no fue la
excepción pero hoy, sentado frente al mar, escribiendo esto y quizá por la
cercanía de las fechas de diciembre, mi estado anímico no es el más positivo,
de hecho, me sale el sarcasmo por todos los poros y mi hígado trabaja doble
ante muchas de las cosas que leo. Es decir, hoy no es el mejor día para hacer
un análisis pues mi primera impresión es que sea quien sea el que gobierne se
enfrentará a un país dividido, enfrentado, saqueado y con un hartazgo evidente
ante su clase política, ante sus representantes populares, con una incredulidad
ante cada acción, con un pero en la boca ante cada resultado, con un cansancio
manifiesto ante lo que ha vivido durante décadas, ante los mismos discursos,
ante las mismas propuestas repetidas una y otra vez sin que se aterricen, con
un levantamiento de ceja ante la frase de que “velaran por el
pueblo”.

No, este no es mi mejor momento anímico para decirles que todo estará
bien, que hay luz al final del túnel y no lo es pues si dependemos de lo que
harán nuestros políticos emanados de partidos que hace mucho dejaron de tener
contacto con la mayoría del pueblo que es apartidista y que se encierran en una
burbuja alentada por los nuevos militantes que aplauden a rabiar las
barrabasadas que hacen los de arriba y todo con la esperanza de escalar en esa
pirámide antropófaga, en la que hacia afuera dan una cara de beatos y hacia
dentro clavan espinas, se tiran piedras, se ponen cuatros, se arrancan los ojos
y todo para llegar a las pluris, a los cargos, a la posibilidad de ponernos la
cara de santidad y decirnos que ellos son los que nos sacarán del hoyo en el
que otros, igual que ellos, nos metieron.

No, este no es mi mejor momento anímico para decirles que mientras
dejemos que las decisiones sean tomadas por una minoría, la mayoría se
enfrentará a situaciones igual de complicadas donde no serán ni escuchados ni
tomados en cuenta… salvo en elecciones, ahí sí hasta besitos nos dan.

Si queremos un cambio en nuestro país tenemos que dejar de depender de
lo que harán nuestros representantes, nuestros alcaldes, gobernadores e incluso
nuestro presidente y si creen que esto no es posible, permítanme decirles que
si otros países lo han logrado, se puede, que nosotros seamos un país en vías
de desarrollo no tiene nada que ver, nuestro principal problema es que estamos
dejando que nuestras generaciones futuras se pierdan, que prefieran tomar
atajos para llegar a un materialismo exacerbado en los que ven que los únicos
que tienen escoltas, camionetas blindadas, se dan lujos extremos con un mínimo
de trabajo son los políticos y los delincuentes. No, no los pongo en la misma
cesta, son diametralmente diferentes pero en nuestro lado del risco se ven
iguales, sobre todo cuando tenemos exponentes como Duarte, Borge, Padrés,
Yarrington que cambiaron su buen nombre y su palabra por algo tan de poco valor
como el dinero.

Sí, ya sé, seguramente piensan que estoy deprimido y es verdad, veo mi
país en este momento y le sumo lo que nos vendrá del vecino del norte y la situación
se ve terriblemente complicada y yo, estoy de salida pero ¿y mis hijos? que les
dejaré a ellos si no empiezo hoy a cambiar mi entorno, si no les brindo una
educación que no se base en el 10 a toda costa (incluso copiándose) sino en el
aprendizaje constante; si no les exijo que traten a todos por igual porque
todos lo son; si no les demuestro con mis actos
que a la mujer se le respeta, se le escucha y que es en mucho, mejor que
nosotros los hombres; como les haré saber que toda vida es sagrada si en series,
caricaturas, revistas, películas y la vida real, la muerte es argumento
central. Es mi obligación como padre, como ser humano y como mexicano el
enseñarles que la puntualidad es respeto al tiempo de los demás; que la
honestidad es respeto a su sociedad, a sus padres, a sus hermanos; que la
integridad es respeto a si mismos y a sus más amados seres; que el amor no se
vende ni se compra; que la amistad se cultiva diariamente, que la generosidad
no se dice ni se muestra, solo se da; y que la verdad no es una palabra sino
una forma de vivir.

Sí, no es mi mejor momento anímico pero te lo digo, te lo comparto, te
lo pido pues yo solo no puedo pero si estás conmigo… cambiaremos para bien.

Raul Sales Heredia
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