Por: Francisco Solís Peón.
“La vida eterna es un hecho real y garantizado para quienes logren llegar a un mundo evolucionado que es la felicidad”. Enrique Barrios (filósofo español).
Los yucatecos somos románticos por
naturaleza, sin embargo algunos de nosotros sentimos una especial repulsión por
todo el mercantilismo vil que representa el día de San Valentín.
Durante los años ochenta la calle 28 de
la colonia México, especialmente de la 27 a la 29, se convirtió en punto de
reunión de parejitas que la tarde del 14 de febrero tímidamente estacionaban
sus coches a lo largo de la cuadra, había una razón: estaban construyendo aquel
inútil canal acuífero que a manera de frontera, solo cruzaba en dirección a
circuito aquel que tenía un interés especial.
Situada en el centro de la acción, la
casa de mi abuela cuenta con un imponente muro que servía de inmejorable
galería para un grupo de chicos ociosamente traviesos (nosotros) quienes nos
dábamos al goce tomando fotos de los arrumacos con cámaras polaroid
instantáneas. A pesar de las limitaciones tecnológicas de la época la mayoría
de las gráficas eran de calidad, se veían nítidamente las caricias, la piel,
las ganas, la enjundia; no puedo siquiera imaginar lo que hubiésemos logrado
con los equipos actuales.
La mente maestra de ese y otros
malévolos planes era mi gran amigo Roberto Patrón Zavala, conocido
universalmente como el “Fefo”.
Hace poco más de dos años que Fefo nos
dejó para ir a un mejor lugar fuera del mundo terrenal, sin embargo su
presencia permanece fresca entre quienes lo conocimos, a quienes nos marcó con
la huella indeleble de su peculiar forma de ser.
Tal vez por sus defectos físicos de
nacimiento o simplemente porque fue su destino, pero era el prototipo del
guerrero, vivía cada día como si fuera el último, siempre para adelante o como
él mismo decía: “Para atrás ni pa tomar impulso”.
Ese carácter recio lo llevaba a tomar
actitudes que no todos entendían, para comenzar en la secundaria era el vivo
ejemplo del bulling en su máxima expresión, sin embargo sus bromas carecían de
la violencia típica del bravucón estúpido y gorilesco más bien respondían a una
suerte de humor negro que en el fondo retroalimentaban su portentosa inteligencia,
en otras palabras podía llegar a ser maloso pero nunca cruel, creo que por esa
razón su hermano Alonso lo bautizó con el atinado apodo del “Tunante”.
Es una buena época para escribir sobre
Fefo, si mal no recuerdo su cumpleaños es el 19 de agosto día de la fiesta
anual “Del Faro”. Por supuesto que el
dichoso “faro” nunca fue tal, se trataba de la referencia para su casa de la
playa, pintada con un color verde capaz de quemar cualquier retina.
La fiesta duraba varios días, una suerte
de despedida de las vacaciones de verano ante la inminente cuaresma académica
de septiembre.
Fefo nació sin un pulmón y una mano
sensiblemente más chica que la otra, aun así buceaba, boxeaba, pescaba, vivía
disfrutando intensamente.
Cada momento, cada segundo, cada instante
de existencia fueron para Fefo una batalla que siempre ganó, hasta que Dios
decidió que ya había sido una lucha demasiado larga.
Lo digo porque lo sé, y sé que él
también lo sabe, hoy Fefo está más vivo que nunca sobre todo para aquéllos que
nos alimentamos de la vitalidad de su recuerdo.