Por: Jordy R. Abraham Martínez.
Las nuevas generaciones de jóvenes parecen mostrar una
mayor preocupación por el severo daño que le hemos ocasionado en las últimas
décadas a la naturaleza. Podemos observar los grandes estragos que han ido
aumentado en su gravedad de modo progresivo tras años y años de indiferencia.
Todavía así, existen despistados e incluso uno que otro gobernante que se
resiste a reconocer esta realidad. Ya ha quedado muy claro que, de continuar
esta tendencia destructora, el panorama futuro será casi apocalíptico. Cada vez
son más las organizaciones no gubernamentales que alzan la voz para generar
conciencia entre la población. Su trabajo arduo ha dado resultados pues la
juventud a nivel global se lamenta de padecer un mal heredado por sus
ascendientes en importante medida.
No puede negarse que las naciones han volteado a ver por
fin esta problemática, dando pie a la celebración de tratados internacionales
que atiendan la materia. Ahora bien, la imposición de multas para quienes
contaminen es una medida necesaria pero insuficiente a la vez. Es sabido de
grandes emporios industriales que no escatiman en pagar dichas sanciones con
tal de seguir generando utilidades a costa del medio ambiente. Nuevamente, la
clave radica en emplear la educación para transformar criterios en torno al
cuidado de la naturaleza. De esta manera, se puede construir un esquema mental
colectivo en el que la misma moral sea la que nos prohíba seguir contaminando
nuestro entorno.
Más aún, limitarnos a no lesionar el ecosistema sería un
error si es que queremos revertir la situación actual. Para atacar esta
terrible devastación hace falta ser activos. Para ello, acciones como el
fomento al reciclaje son pequeños pasos que marcan una significativa
diferencia. Son muchos los casos de especies animales extintas por la
deforestación y la contaminación de las aguas. La caza es un factor de
desaparición de la fauna, pero la mayor parte de la biodiversidad se extingue
como consecuencia de la destrucción del hábitat.
El tiempo se agota y debemos evitar llegar a un punto de
no retorno con resultados fatales. Aprendamos a valorar los bienes naturales
que nos permiten vivir y desarrollarnos con salud. El agua es vital y requiere
de cuidado para su preservación. Sin aire limpio, la calidad de vida disminuye
considerablemente. Cambiemos nuestra actitud hacia el medio ambiente para
contribuir al desarrollo humano. Esa es la asignatura pendiente.