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A los yucatecos nos toca vivir un insoportable calor

Editorial La Revista Peninsular
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Hace mucho calor. Todos los años decimos lo mismo, pero ahora es serio. Hasta hace un año lo decíamos con soberbia, como si nos causara un primitivo orgullo aguantar tales temperaturas; similar a la soberbia que conlleva el comer grandes cantidades de chile habanero, por ejemplo. Vivir en Yucatán en mayo (mes en el que se resiente más el calor) era un suplicio que los yucatecos asumían sumamente estoicos, pues en cierta forma representaba fortaleza.

Esto era cuando cuarenta y cinco grados era la temperatura más alta a la que debíamos temer. Había quienes comentaban recordar temperaturas superiores, pero usualmente eran exageraciones propias de una plática casual.

Durante esta semana se ha reportado una sensación térmica superior a los cincuenta grados. Esto no se asume, se sufre. El calor ya no es propio de una plática de café, sino de foros de acción pública y social.

Este es el primer año que resentimos el calor como un problema prioritario, lo que pinta un escenario alarmante para el próximo año, ya que los daños que la humanidad le ha hecho al medio ambiente no se revertirán en un periodo de doce meses. Esto significa que el próximo año podemos esperar temperaturas superiores a las que estamos sufriendo esta temporada. Peor aún, en menos de un año seguramente enfrentaremos temperaturas históricamente bajas en la temporada de invierno; lo que puede implicar la muerte de personas que viven en estado de vulnerabilidad si no se toman las previsiones necesarias.

Las causas ya las conocemos, las hemos ignorado colectivamente durante generaciones. Las soluciones igual las conocemos y las hemos ignorado, probablemente, por el mismo tiempo. Las acciones individuales, si bien imprescindibles para modificar el paradigma social y entrar a uno más responsablemente ecológico, ya no son suficientes para revertir los daños tangibles. El estado debe legislar para proteger al medio ambiente, Y HACER CUMPLIR LA LEY, y el sector privado, el cuál cual genera contaminación debido a la industria, debe acatar la ley e ir más allá para contribuir a la restauración de los ecosistemas.

En este punto parece ocioso buscar culpables de un fenómeno que surgió hace más de un siglo; pero es necesario exigir, a quienes tienen los medios, que actúen para restaurar el ambiente por simple razón humana. Nadie es más rico que nadie en un mundo inhabitable.

Ahora vemos a jóvenes organizándose para reforestar zonas con pocos árboles, o para limpiar playas y parques. Por medio de las redes sociales, se comparten los esfuerzos alrededor del mundo y lo que promueve que se replique en otros lugares. Ejemplo de esto es el hashtag #trashtag, el cual representa un “challenge” en el que las personas deben subir a redes sociales dos fotos: la primera de un lugar con mucha basura, y la segunda del mismo lugar pero limpio.

Por el intenso calor, en Mérida se difunden ampliamente proyectos de reforestación para tener una ciudad más verde.
Estos esfuerzos representan que la juventud ya asimiló el problema como suyo. Definitivamente ellos no lo causaron, los daños estaban hechos desde antes que nacieran, pero lo que estamos sufriendo ahora nunca se había sufrido así. Esta generación se ha tenido que asumir como la que debe preservar el medio ambiente, porque no le queda de otra. Ya no se puede postergar más.

Conforme el tiempo avance, en lo individual nos adaptaremos a esta nueva realidad, en la que no solamente debemos procurar actuar de forma más consiente sobre nuestro impacto en el medio ambiente, sino que también tendremos que sobrellevar la vida en un ambiente más hostil.

También el tiempo nos hará ver que esto no es una moda. No se trata de plantar árboles hasta septiembre y cuando bajen las temperaturas pasar al siguiente tema de relevancia social, como en su momento pasó con el tema de los perros de la calle. Vivir en un mundo con exceso de contaminación y las consecuencias que esto implica es lo que nos espera por años hasta que logremos restaurar el ambiente.

No es tiempo de lamentos ni ponderación, es momento de acción. Las recomendaciones y estudios ya existen, la línea a seguir para el gobierno y las empresas ya está trazada. Depende de los individuos exigir que se cuide el planeta de todos nosotros, y cambiar la forma en que vivimos a una que se adapte a lo que nos toca vivir. A los yucatecos nos toca vivir un insoportable calor.

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