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Abucheos

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por:Francisco López Vargas

Catorce gobernadores de todos los partidos han sido abucheados y han recibido rechiflas en las visitas que ha hecho a sus estados el presidente Andrés Manuel López Obrador. Catorce del PRI, del PAN, del PRD y demás partidos han recibido el “apoyo” y “espaldarazo” del presidente, pero también ha puesto a alguno de ellos en el predicamento de votar si la gente, los asistentes a lo mítines organizados por Morena, desea que hable el ejecutivo local. La idea, ahora sabemos, es que se luzca el presidente.

La semana que termina quedó claro que 14 no es una cifra que pueda llamarse casual. Todo fue coordinado, armado para el lucimiento personal del propio presidente y la opacidad y rechazo para el anfitrión.

En un manual que controla el súper delegado federal, se dice: “Al anunciar la intervención del mandatario estatal de oposición, ES OBLIGATORIO emitir sonidos y gritos de desaprobación”.

Era como cuando en el Congreso yucateco se sentaban las “gritonas” que no sólo ofendían y gritaban consignas contra los opositores de los gobiernos de Víctor Cervera o Dulce María Sauri y que reaparecieron también en el gobierno de Ivonne Ortega. La misma estrategia.

En el documento, se detalla cómo se organizan las visitas presidenciales y en varios incisos se refiere a la organización de las protestas y los abucheos. Incluso, dice Pascal Beltrán del Río en su columna en Excélsior: “La escena se repite cada vez que el presidente Andrés Manuel López Obrador está de gira fuera de la Ciudad de México –cosa que por lo general ocurre los fines de semana– en compañía del gobernador del estado: la gente rechifla al mandatario local y el Ejecutivo sale en su defensa, pidiendo respeto.

“De hecho, la tendencia comenzó durante el periodo de transición, en la “gira de agradecimiento” que realizó el entonces Presidente electo, ocasión que utilizó para reunirse con los gobernadores.

“Los abucheos se iniciaron en Baja California Sur, el 18 de septiembre de 2018. Y aparecieron también en Coahuila, Aguascalientes y Nuevo León, los días 4, 7 y 20 de octubre, respectivamente. En esa etapa, incluso tocaron las rechiflas a Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, quien acababa de tener un enfrentamiento verbal con la dirigente de Morena, Yeidckol Polevnsky, por la conformación de las bancadas en el Congreso local.

“Ya después de la toma de posesión de López Obrador, el abucheo se repitió el 9 de diciembre en Tabasco, la tierra natal del Presidente, cuando todavía era gobernador el perredista Arturo Núñez. Después ocurrió en Hidalgo, el 18 de diciembre, y en Coahuila, el 28 del mismo mes.

“En enero, le tocó al gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, el día 3, y luego al de Oaxaca, Alejandro Murat, durante tres jornadas consecutivos, del 14 al 16. Volvió a suceder en Guerrero, el día 11; en Zacatecas, el 18; en el Estado de México, el 22; en Sinaloa, el 26, y en San Luis Potosí, el 29 de enero. En febrero, el turno fue para los gobernadores de Tlaxcala y Quintana Roo. La mecánica, siempre la misma: abucheos de los asistentes al mandatario estatal y un posterior “pórtense bien” del Presidente dirigido al público que insulta a la autoridad local.

“Pocas veces los gobernadores abucheados han salido a defenderse públicamente. Una de las excepciones fue el guerrerense Héctor Astudillo, quien le reprochó en público a López Obrador, luego de recibir una rechifla en Tlapa, el 11 de enero, durante el primer acto oficial de AMLO en el estado”.

En otros párrafos, Beltrán del Rio dice: “El pasado fin de semana, los abucheos a los gobernadores se repitieron durante las giras que López Obrador realizó por Sonora, Chihuahua y Baja California Sur. Al responder a quienes gritaban “¡fueeeera, Corral!” y mentaban la madre al mandatario chihuahuense, López Obrador les dijo. “Tenemos que respetar a todas las autoridades, sobre todo si son autoridades legítimas, surgidas de procesos democráticos”. Y añadió que Javier Corral “está en su derecho a disentir y lo vamos a respetar siempre”.

“El acto en Chihuahua parecía la repetición de otros, en los que el mandatario estatal es abucheado y el Presidente sale en su defensa, pero hubo una diferencia notable: Corral se convirtió en el primer gobernador en no tomar la palabra en un acto público encabezado por López Obrador”.

Y rebela: “Otra diferencia fue que el fin de semana se hizo pública la mecánica mediante la cual los dirigentes locales de Morena instruirían a sus simpatizantes a insultar y rechiflar al gobernador: En una grabación que presuntamente circuló por WhatsApp, un dirigente de Morena en Sonora pide a los miembros del partido que acudirían al acto presidido por López Obrador y la gobernadora Claudia Pavlovich le echaran a ella “una abucheada de unos diez minutos, una abucheada que no pare, para que nuestro Presidente luzca más, por fa”.

Corral dice: “Estos actos están pensados, organizados y convocados bajo una estrategia político–partidista. Es como una extensión de la campaña, pero ahora como una especie de banquillo de los acusados, donde el Presidente sale al paso para salvar a los gobernadores de la muchedumbre”. Hay que preguntarse si los gobernadores seguirán prestándose a que los humillen en público.

Y el gobernador Moreno dijo el martes pasado que la exigencia de respeto siempre será la base para el entendimiento y señaló que algo harán para que esto ya no suceda: No invitas a tu casa para que te ofendan en ella, dijo y exigió respeto, ese mismo que le damos al presidente.

En el gobierno de López Obrador el culto a la personalidad presidencial pareciera remontarnos a esos días en los que el autoritarismo era una muestra de fortaleza. Sin embargo, hoy la sociedad tiene un criterio distinto y aunque aún no hay una respuesta organizada a las actitudes presidenciales, bien podría decirse sin riesgo a equivocación que el ejercicio del poder desgasta y más cuando la economía no llega al bolsillo de los gobernados y eso pareciera claro que no llegará si, como hasta ahora, las políticas del gobierno no cuidan los temas macroeconómicos que son los que financian sus programas, pagados todos con los impuestos de cada uno de los mexicanos.

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