Mérida, Yucatán. – Mérida no sería lo que es hoy sin personas que supieron aprovechar correctamente el momento histórico de las reformas legales al ejido. En el marco histórico de la reforma, el ejido se había vuelto prácticamente inoperante e improductivo. Mucha tierra asentada sin dar resultados a pesar de los esfuerzos del gobierno para inyectar recursos y programas de financiamiento al campo.
La reforma al artículo 27 constitucional de 1992, permitió la desincorporación del ejido y dio facilidades a los campesinos para privatizar sus tierras. Sin embargo, mucho antes del cambio constitucional, en Mérida, en los años 70, el crecimientoacelerado de la ciudad generó las condiciones para que los ejidos vendieran sus tierras en forma de “lotes urbanos”, a través de un esquema sencillo: a los compradores los avecindó, facilitando el camino que hoy día aún sigue funcionando.
Uno de estos personajes de la privatización del ejido fue Alfonso Pereira Palomo, conocido como “El Mosco”, fallecido el 19 de noviembre de 2020. Él mismo se consideró como precursor de la incorporación del ejido al desarrollo de Yucatán. Y efectivamente, desde 1995, cuando inició la compra de tierras del ejido de Chuburná, hasta su muerte, logró incorporar más de 20 mil hectáreas de tierras que todavía se siguen convirtiendo en fraccionamientos y desarrollos inmobiliarios de importancia.
De hecho, Pereira Palomo llegó a construir su propio fraccionamiento, al que nombró “Real Montejo”, al norte de Mérida y que lo identificó con un símbolo: un mosco elaborado de acero inoxidable de enormes dimensiones instalado en una de las glorietas principales de esa unidad habitacional. En los últimos días de su vida, se dedicó a la venta de lotes urbanizados, lo que consideró como un buen negocio, mucho mejor que hacer fraccionamientos.
Se graduó como ingeniero agrónomo, alcanzó el liderzgo en ese gremio y también en la federación estudiantil y, por si fuera poco, hizo carrera política en las filas del PRI. Llegó a ser líder del Frente Juvenil Revolucionario y en administrador del aeropuerto de Mérida, y en uno de sus momentos cumbre, se convirtió en senador suplente de Eric Rubio Barthell en 1994.
En el senado, según cuenta él mismo en la edición de agosto de 2013 de la Revista Línea Recta, Alfonso tuvo la fortuna de pertenecer a la Comisión de Reforma Agraria, justo en el marco de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC). En esa comisión trabajó para convertir a los ejidatarios en propietarios de sus tierras y en darles al ejido personalidad jurídica y patrimonio propios. Pereira Palomo se dio cuenta que “ahí había un buen negocio”: el 85% de las tierras en el país eran ejidales.
Cuando dejó la senaduría, en cierta ocasión visitó en la capital del país al ex gobernador Víctor Cervera Pacheco, entonces titular de la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. (Cervera ya había sido gobernador de Yucatán de febrero de 1984 a enero de 1988 y ocupó la SRA de diciembre de 1988 a noviembre de 1994). En la visita a Cervera, Alfonso Pereira le contó sus planes de privatizar los ejidos yucatecos. Prácticamente fue a pedirle permiso para iniciar su negocio.
Cervera le dijo que Chuburná, donde iniciaría sus labores, era un “duro hueso de roer”, pero no cambio de idea. Entonces inició en el ejido de Chuburná y de ahí no se detuvo, se asoció con varios empresarios locales e hizo negocios no sólo en Yucatán sino en Quintana Roo, Tamaulipas, Baja California, Estado de México y Veracruz.
“Originalmente mi idea era hacer una empresa nacional dedicada a regularizar terrenos ejidales, pero eso exigía mucha presencia personal de mi parte, lo que se me dificultaba. En ese sentido, creo que mi alumno más aventajado es Antonino Almazán. Es soltero, no tiene hijos y puede desplazarse y viajar”, dijo en esa ocasión.
Con la reforma al 27 constitucional y las exigencias del TLC al campo mexicano en marcha, Alfonso se anticipó a varios procesos. No esperó las expropiaciones de la Corett o de la Cousey que compraban a 10 centavos el metro y lo vendían a 1 peso a los particulares, sino que él mismo hizo sus propiascompras pagando a 4 pesos el metro de tierra. “Los ejidatarios se volvían locos cuando se les pagaba 4 pesos”, llegó a decir.
Las tierras desincorporadas han servido para instalar maquiladoras, parques industriales y proyectos que detonan la economía de la entidad y generan empleos. Los fraccionamientos más importantes de Mérida como Francisco de Montejo, Las Américas, Juan Pablo II y Ciudad Caucel, entre otros, fueron en sus inicios tierras ejidales que poco a poco fueron incorporadas al desarrollo y crecimiento de la ciudad.
Sin embargo, los que se dedican a la incorporación de tierras ejidales al desarrollo, como parte de su negocio, han sido calificados negativamente, a pesar de que han contribuido al crecimiento de la ciudad de Mérida, atendiendo la demanda de vivienda nueva, lotes y espacios de crecimiento urbano e industrial.
Cuando Alfonso inició su proyecto, según refiere él mismo, el 85% de las tierras en el país eran ejidales y hasta la fecha de su muerte, era 75%. Por eso, él consideró que seguía siendo buen negocio por lo que muchos siguieron su camino.
Hoy día, Mérida y su zona metropolitana sigue creciendo y la demanda de tierras para el desarrollo económico y proyectos de inversión siguen aumentando. La seguridad y la certeza jurídica, así como la mano de obra calificada y la logística, ponen a Yucatán en un punto envidiable para muchas otras entidades. Además, como consecuencia del crecimiento, la vivienda económica, mediana y de alto nivel es una demanda real y la tierra es un recurso primordial. (Manuel Cauich)