Eran el silencio, la paz, lo azul.. el gris perla de la espuma las cosas más agradables del atardecer. Se acostaba el sol sobre la plata del mar, oro y plata, oro y plata en la tarde de toros, sombra y sol, ole y afición.
Afición era lo que acariciaba el corazón del farero. El farero vivía quince días allí, en la playa hermosa, la de la arena calentita, el arenal aquel en el que, algunos fines de semana, jugaban sus niños…
Jugaban sus niños a mil juegos de niños, y al toro también. A los pequeños hay que enseñarles la belleza del toreo, su historia, y a los hijos del farero les encantaban las muletas, y Perera, y el mago…
Aquella tarde los niños estaban allá, en su casa, en la costa. El farero rezaba por el alma del sacerdote de su aldea, fallecido, y miraba el mar, yendo y viniendo, en su eterno latido.. y pensaba…
Y sabía que la vida es un regalo agradable que hay que agradecer a Dios a diario..
Es porque quería escribir algo agradable
Y sencillo.. porque la vida es bonita y sencilla, o hemos de procurar que así sea, y agradecerla a diario
Al cura del pueblo de mi abuela, descanse en paz!
A cada ser con enfermedad o dolor quería hacerle llegar algo agradable
A Luis
A mi mago
A Carlos
A las personas de verdad, sensibles, sin dobleces
Y a los que acercan el toreo a los niños
A los faros, me fascinan
A los fareros
Y a los que madrugan a diario para realizar trabajos duros