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Algo más que palabras

Victor Corcoba Herrero
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La esperanza le incumbe a toda existencia.

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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Cada día estoy más convencido de que tenemos que recuperar nuevos modos
y maneras de vivir, lograr tiempo para la reflexión, ejercer el derecho a ser
uno mismo, sacar enseñanzas del pasado para nuestro presente y nuestro futuro,
ser perseverantes ante las situaciones adversas; y, sobre todo, activar una
energía constructiva, que tienda lazos de unión entre los pueblos y las gentes,
máxime en un momento de tanta desolación para muchos seres humanos, víctimas de
la exclusión, la indiferencia, el racismo y la intolerancia. Para desgracia de
la especie la discriminación racial y la violencia aumentan; las personas son
atacadas por su raza, nacionalidad, etnia, religión y orientación sexual.
También se cierran las fronteras y la protección internacional a los refugiados
está siendo socavada. Los hechos ahí están, los acaba de refrendar António
Guterres, Secretario General de Naciones Unidas: “Los migrantes se han
convertido en chivos expiatorios, la xenofobia aumenta, las mujeres y niñas de
comunidades minoritarias son discriminadas. La incitación al odio, los
estereotipos y la estigmatización son cosas cotidianas”. Bajo esta bochornosa
situación en la que nos encontramos, de contiendas inútiles, nos conviene
recapacitar y ver la manera de transitar por otros horizontes más armónicos y
conciliadores.

No es de recibo que sigamos arruinando nuestra propia vida. Vivimos un
momento de confusión, de incertidumbre como jamás, de deshumanización total. Lo
que impera es el odio y la venganza. Se han trastocado todos los valores
humanos. A los niños no les dejamos ser niños. A los jóvenes les impedimos
realizarse. Les negamos un derecho y un deber tan esencial como un trabajo
digno. A los mayores los descartamos sin más. La inhumanidad es manifiesta. La
locura todo lo asalta. Hay líderes políticos que para sobrevivir deben sembrar
cizaña. También hay sistemas económicos que para mantenerse deben hacer la
guerra. De igual modo, hay intelectuales que para perdurar se venden al mejor
postor. Así, hemos convertido este mundo, en un espacio de falsedades en el que
la hipocresía nos prende todo tipo de maldades. De ahí la importancia de
combatirse a sí mismo, de convencerse uno mismo, de que todos necesitamos de
todos, y que cualquier batalla no es más que un capricho de unos pocos para
hacerse dueños de la miseria.

Debiéramos madurar más sobre lo maravilloso que se vuelve la vida, mayormente
cuánto más se vive y se deja vivir. Lo importante es construir, no destruir;
hacer piña, no dividir; abrirse, no cerrarse; ya que, la vida cuando se abraza
de verdad, practica una innata cultura del encuentro, de caminar unidos, con
ánimo benéfico, sin rencor alguno, con amor. Ojalá fuésemos juntos todos, cada
cual con su aportación, y no dejásemos a nadie en el camino. No olvidemos que
un tercio de la población mundial vive con bajos niveles de desarrollo. Deberíamos
repensar todas estas cuestiones, si en verdad queremos garantizar un desarrollo
humano sostenible para todas las personas.

Por otra parte, en este caos, de nuestro diario mundo, el desprecio a
la vida humana nos exige tomar partido por toda existencia, mediante un
ejercicio continuo de empatía, de escucha y de mano tendida. A mi juicio, urge
abordar las condiciones que ayudan a propagar el terrorismo. Sería bueno
reforzar la capacidad de los Estados y fortalecer mucho más aún el papel de
Naciones Unidas, previniendo y combatiendo esta tremenda lacra que no valora la
vida humana, garantizando el respeto universal de los derechos humanos y del
estado de derecho como pilar fundamental de la lucha contra estos sembradores
del miedo, que bloquean el diálogo entre las naciones, pues su único propósito
es matar y destruir indistintamente vidas humanas y bienes, así como crear un
clima de inseguridad que nos impida coexistir. Por ello, cuanto más indefensos
son los seres humanos, tanto más deben ser protegidos. En vista de estas paranoias,
quizás debiéramos ahondar más todos en este hombre interior que todos llevamos
consigo, puesto que alcanzando este camino de madurez interna, si que
avanzaríamos hacia el auténtico rescate de la humanidad. Tal vez la vida sea un
perenne abrazo de unos hacia otros. Démoslo de verdad.

Victor Corcoba Herrero
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