Luis Hevia Canto
Aunque la boleta presidencial de 2030 aún es incierta, ya se perfila un posible enfrentamiento entre dos herederos de poderosos legados políticos: Andrés Manuel López Beltrán y Luis Donaldo Colosio Riojas. Si Colosio Riojas decidiera contender, Morena no se quedaría sin respuesta, y los recientes movimientos del partido, enfocados en posicionar a López Beltrán, lo confirman. En los últimos días, estas intenciones se han vuelto más evidentes.
Un evento reciente generó especial atención: Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, compartió en redes sociales una fotografía de una sandía con el rostro de López Beltrán y la palabra “2030”, en clara alusión a la próxima elección presidencial. En el texto, el senador se refirió a “La sandía”, un guiño a “Andy” López Beltrán, quien hace unas semanas fue nombrado secretario de organización de Morena, un puesto clave dentro de la estructura territorial del partido.
A primera vista, el impulso que Morena da a López Beltrán podría parecer un capricho, como si el partido intentara aferrarse al legado de su fundador, Andrés Manuel López Obrador, a través de su hijo. Algunos críticos incluso podrían interpretar esto como un intento de AMLO por seguir ejerciendo control político mediante su familia. No obstante, ambas lecturas resultan superficiales y pierden peso cuando se examina el contexto político actual con mayor detenimiento.
El fortalecimiento de Andrés Manuel López Beltrán responde no a un capricho, sino a una necesidad estratégica de Morena. En Movimiento Ciudadano se encuentra Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo del icónico político Luis Donaldo Colosio Murrieta. Colosio Riojas, desde hace varios años, ha ocupado un lugar central en las conversaciones políticas, tanto en ámbitos formales como en las charlas cotidianas. La expectativa general es que, tarde o temprano, buscará la Presidencia de la República.
De hecho, durante el pasado proceso electoral hubo voces que le pidieron postularse para la Presidencia ante la decisión del gobernador Samuel García de no inscribirse como candidato del partido naranja. Sin embargo, Colosio Riojas decidió no contender, argumentando que aún no era su momento, una postura que fue vista como muestra de madurez y templanza. Lejos de afectar su popularidad, esta decisión la incrementó, envolviéndolo en un misticismo similar al que envolvió a su padre. Este gesto consolidó el entusiasmo que existe en un amplio sector de la población por ver su nombre en la boleta presidencial.
Ante este escenario, la pregunta clave es: ¿cómo puede Morena competir con un perfil como el de Luis Donaldo Colosio Riojas, que parece tener un impulso intergeneracional? La respuesta es simple: con otro heredero de un legado político igualmente poderoso. Frente al “qué hubiera sido” de Colosio Murrieta, Morena ofrece el “qué fue” de AMLO; un “qué fue”, por cierto, cuyo impacto político se manifestó en las contundentes victorias de Claudia Sheinbaum y otros candidatos de Morena en las elecciones de junio de 2024.
Sería irresponsable anticipar desde hoy cómo se verá la boleta presidencial del 2030, pero sí podemos afirmar lo siguiente: 1) tras las elecciones del 2 de junio, el PAN y el PRI reafirmaron que están en una crisis que los obliga a modificar su rumbo, mientras que Morena y MC comprobaron estar en el camino correcto para seguir creciendo; 2) Luis Donaldo Colosio Murrieta y Andrés Manuel López Obrador, aunque no exentos de críticas, son dos de las figuras más queridas y simbólicas en la política contemporánea mexicana; 3) ante la inminente candidatura de Luis Donaldo Colosio Riojas—ya sea en 2030, 2036 o más adelante—, Morena tiene un as bajo la manga… o más bien, lo tiene a plena vista, sobre la palma de la mano, listo para jugar cuando sea necesario.