Un día como hoy, hace 7 años, perdí un amigo. El 8 de abril de 2013 en la mañana me mandó un mensaje a medio escribir, ininteligible. Minutos después me llamó su hijo: papá estaba en su biblioteca y le dio un infarto, lo estamos llevando a la clínica.
Llegué de inmediato a la Mérida sólo para abrazarme y llorar con sus hermanos, que eran míos también. Falso que el tiempo todo lo borra, los recuerdos de aquella prolongada y profunda amistad siguen intactos, nuestras confidencias las recuerdo íntegras, nuestras desavenencias y coincidencias forman parte de ese cuidado tesoro que construimos juntos, las alegrías y triunfos compartidos siguen brotando por mis poros.
Lo que hicimos mal tampoco lo olvido, lo llevo conmigo con la intención de superarlo a diario y no repetirlo pero, yo no he podido superar algo que nos hizo mucho daño, una falsa fortaleza que labramos a cada minuto de interminables jornadas y que al final se desmoronó como castillos en la arena y que tal vez aceleraron su partida. Si en el cielo se olvidan estas cosas, ojalá él me reserve un espacio.
Jorge Muñoz Menéndez, como te prometí durante la misa de cenizas en el Colegio Montejo, aquí sigo en nuestro empeño profesional de toda la vida, tratando de ser un periodista recto. Como diría tu bisabuelo: me quiebro pero no me doblo.
