La pandemia que estamos viviendo, ha afectado la vida de todos los seres humanos sobre la faz de la tierra. Seguramente pasará, cómo han pasado otras pandemias anteriores, y pasaran otras por venir. Muchas corrientes de opinión aseguran con gran firmeza que, la vida cotidiana, la vida diaria, ya no será igual; que tendremos que aprender a vivir en una forma nueva. Pomposamente, a esto se le está llamando ya, “nueva realidad”. Para hacer estas aseveraciones, los líderes de opinión hacen mil y un análisis de la situación mundial, de las consecuencias económicas que este suceso traerá para la economía mundial, y muchas conjeturas más, con ciertos y fundados argumentos.
No coincido con estos pronósticos agoreros. No creo que sea necesario atenernos a una nueva forma de vivir la vida diaria. No creo que la vida en sociedad sufra un cambio definitivo a partir de la salida de la pandemia. Y ¿por qué creo esto? Muy sencillo, porque la historia nos dice lo contario, y la historia no se equivoca. La historia es cíclica, es circular, sólo da vueltas sobre sí misma. Una y otra vez, la humanidad va pasando sobre los mismos puntos, una y otra vez sin parar. Y no se cansa nuca de repetir las mismas experiencias, con circunstancias diferentes, pero con los mismos fondos. Eso sí, si no estudiamos la historia, estaremos condenados a repetir los mismos errores una y mil veces. Y, lamentablemente, eso pasa con más frecuencia de la que debiera ser. A veces, con una candidez infantil, oímos aseveraciones de cosas que la ciencia ha despejado por completo, pero que la conjura popular sigue manteniendo viva, no sabemos si por ignorancia, o ya de plano, por mala intención; o aún más grave, por prejuicios religiosos.
Las epidemias desconocidas que se presentan de golpe y porrazo sobre un pueblo, las más de las veces, sorprenden a la su población sin la adquisición de las defensas orgánicas necesarias y suficientes para hacerles frente, con las funestas consecuencias que esto supone. El imperio de Moctezuma, uno de los más grandes y poderosos del mundo, no sabemos si fue derrotado, más por la fuerza de las armas españolas, o por la terrible epidemia de viruela, virus desconocido en estos lares, y para el cual, la población del Valle de México no contaba con defensas orgánicas. Las epidemias parecen a lo largo de la historia siempre acompañadas por una estela inconmensurable de muertes. Su memoria es siempre muy dolorosa en la historia de los pueblos del mundo. Cabe hacer algunas reflexiones sobre ellas y sus consecuencias tanto en vidas humanas, como en afectación de la vida de los pueblos, y su incidencia en la economía de los mismos. Y los resultados de este análisis, es muy interesante.
Si nos remontamos a la antigüedad, las siete plagas que azotaron a Egipto, hacen ver como pepita y cacahuate a nuestra actual pandemia. Es verdad que las que se refieren a ranas, ratones, bichos y similares, nada tienen que ver con esta nuestra, pero la misteriosa muerte de los primogénitos, es sin duda ninguna, una epidemia desconocida, y cobró muchas vidas, proporcionalmente más que las que ha cobrado la epidemia actual. La epidemia de Peste Bubónica del S. XIV, costó en Europa, sesenta millones de vidas, más de la mitad de la población de ese entonces, en ese continente. Una proporción muy por arriba de las consecuencias actuales. Apenas hace cien años; la gripe española mató cuarenta millones de seres humanos en el planeta. ¿Qué nos dice el frío lenguaje de los números sobre esta nuestra pandemia? Al día de hoy, hay más de veintiún millones de contagios, y la friolera de setecientos sesenta mil víctimas mortales; cantidad muy lamentable de muertes, pero que no se acerca a los antecedentes en la materia. Estamos ante dos posibilidades. O nos falta una cantidad bárbara de víctimas, o nuestra pandemia no rebasará, ni siquiera se acerará a las cifras de las que la antecedieron. ¡Creo firmemente lo segundo!
Hoy tenemos el avance de la ciencia a nuestro favor. En el S. XX, la humanidad avanzó en la ciencia, más que en todos los siglos anteriores. Ya el mundo está vislumbrando la aparición de una vacuna efectiva, y esta nuestra pandemia quedará en un tiempo no muy lejano como un mal sueño, nada más. Eso sí, hay que aguantar sin rajarse, y no pasar a formar parte de las tristes estadísticas fúnebres. De nuevo, asistiremos a conciertos, a funciones de teatro, a fiestas, bailes y demás; la vida familiar y social se retomará de nuevo con la normalidad de siempre, no con una “nueva normalidad”. Así sucedió en Egipto, en el S. XIV, después de 1920. ¿Por qué no habría de ser así ahora?
Hay otra consecuencia de la pandemia, más sutil, menos perceptible, no hace ruido, no la sentimos, porque no nos está afectando en este momento; pero está ocurriendo ante nuestras narices, y no lo captamos. Si lo captamos, pero sólo en su parte más sensible. La consecuencia a la economía que es directa en nuestras vidas. Sentimos la consecuencia local, la personal, ¡esa desde luego! La estamos padeciendo cada vez que hacemos despensa, cada vez que pedimos gas doméstico. Y no se diga los que de golpe y porrazo se han quedado sin ingresos. Pero hay otra economía que le llamamos macro, la que rige al mundo, y ahí, hay grandes patadas bajo la mesa, y su ruido no llega a nuestros oídos. Desde hace más de un siglo, los Estados Unidos de América, han marcado la pauta de la economía mundial, la moneda de cambio universal es el dólar norteamericano. Hasta cierto momento de la historia, el dólar estaba respaldado en oro, el valor universal, pero a partir de un momento, el gobierno de USA, sustituyó el valor oro, por el valor del poder de las armas. En la actualidad, el dólar está respaldado por el poder del ejército norteamericano.
La economía mundial no es estática, se mueve, evoluciona, economías surgen y suben, y otras declinan. China ha pasado en menos de un siglo, de ser un sistema medieval y muy atrasado, a ser una economía sin precedentes, de un empuje desconocido en el orbe. Y no sólo estamos hablando de producir aparatos celulares increíbles, o de la red 5G, la economía china puede dar un campanillazo al mundo. China ya no es un pueblo multitudinario y hambriento; con una economía que fluctúa entre comunismo y capitalismo, una economía mixta, ha descollado en la economía mundial. Otro tanto sucede con Rusia; al amanecer el S. XX, el imperio de los zares, era un régimen feudal. La Revolución Bolchevique, puso a Rusia en el S. XX. La caída de la URSS, lejos de debilitar al gigante europeo y asiático, lo fortaleció. Pues bien, estas dos potencias económicas, están uniendo sus fuerzas contra USA, para desplazarla de trono del papel moneda. ¡Y, cuidado, lo pueden lograr! No sabemos que nos está deparando el destino en este rubro, pero, silenciosamente, podemos estar ante un nuevo régimen económico mundial, que se está asentando suavemente ante nuestros ojos. ¡Miremos con mucha atención lo que va sucediendo!
Mérida, Yuc., a 14 de agosto de 2020
*La foto es del archivo de Salvador Peña L.