Ya no amanecía a las seis y ya no se dormía el sol a las diez y media de la noche. Ya era septiembre… mes de oro y de dulce calor.. de tradiciones y de fe. Septiembre pinta la vida de luz plateada y de tonos arenosos.. y es nostalgia y belleza. Calma.
Habían terminado las vacaciones, terminan siempre, tienen que terminar para poder empezar otra vez. Y ya estaban en la ciudad con las cosas de septiembre: forrar libros, escoger cuadernos, preparar horarios. Ilusión y también pereza..
Ya había empezado el colegio, ojalá fuera un buen curso, y ya habían regresado a las aulas. La niña estaba algo triste, en la playa quedaron las tardes largas de ocio y ese primer amor de los quince años… Pero el niño estaba feliz…
Hacía buen tiempo, alguna tarde irían a los toros, algo que encantaba en la familia. Y en su libreta azul había dibujado una uva. En la aldea del abuelo ya empezaba la vendimia.. y él se había fijado en una uva de la parra…
Una entre todas..
Le parecía más floja o más débil que las restantes del racimo. Y había sido el abuelo el que le había hecho entender su importancia. Tal vez era humilde.. o más tímida que las otras… El niño escribía cuentos… Iba a hacerle uno! A la discreta..
Dedicado a las uvas y a la vendimia
A septiembre
A cada niño empezando curso estos días
A las tradiciones
A Luis
Al toreo
Y a seres humildes
A mi tierra: Galicia. Qué bien se vive aquí y qué bella es la vendimia
Al vino, no os fiéis de los que no lo aprecian