Sentada frente a la ventana del hospital, y siempre muy agradecida a todos los profesionales de la salud, observaba el ir y venir de la carretera, las tardes de julio, el verano.
Aquellos días de verano, del verano de su infancia, acudían a su mente en forma de recuerdos que casi la hacían llorar. Allí, y mientras rezaba y cuidaba a su abuelito, añoraba las cerezas, las noches de ole..
Aquellos días de verano con once y doce, el despertar a la vida, las noches de libertad compartiendo en la plaza el helado de pistacho con Ramiro, las faldas que volaban y las arenas en la piel.. las verbenas..
Aquellos días de verano, de un verano que estaba empezando, ella anhelaba la buena recuperación de su abuelo. Le llevaría a los toros a Málaga.. y recordaba los estíos de la niñez: su sabor, su frescura, su pureza…
Dedicado a Ramiro, sus palabras me inspiraron esta historia
A los veranos
Y a aquellos veranos de la infancia, los míos fueron maravillosos
A Luis
A Málaga
Al toreo
A la sensibilidad