Arsenal, por: Francisco Garfias.
Lo ocurrido en el Capitolio de Washington es una alerta para países con regímenes populistas —de izquierda o de derecha— encabezados por líderes que han demostrado que no saben perder. De eso sabemos algo los mexicanos.
Coincido plenamente con Richard Ensor, jefe de la oficina de The Economist en México, quien le pide al presidente López Obrador se pronuncie contra los “golpistas”, como ya lo hicieron otros líderes mundiales.
Escribió en Twitter: “Sería un gran momento para que López Obrador muestre un poco de su legendario compromiso con la democracia, reiterando su apoyo al amenazado proceso democrático en Estados Unidos”.
Es también la oportunidad de hacer un gesto amistoso hacia el presidente electo, Joe Biden, después de la tardanza en reconocer su victoria en las presidenciales.
No sólo eso: avaló una ley que restringe actividades de agentes extranjeros en México, y dio un golpe a las energías limpias que defiende el demócrata.
Recientemente, ofreció asilo al australiano Julian Assange, lo que, estamos seguros, no hubiera sucedido si Donald Trump se hubiese reelecto.
* La polarización sembrada por Trump en la sociedad estadunidenses empieza a dar frutos podridos: el violento asalto al Capitolio por una turba que no reconoce el triunfo del demócrata Biden.
El presidente saliente es señalado como el principal responsable del acto de terrorismo doméstico —así lo llamó Hillary Clinton— que cometieron los fanáticos.
Trump los instigó a sitiar el desprotegido edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de la Unión Americana. El objetivo era impedir la ratificación del demócrata, lo que no lograron.
En la televisión vimos escenas donde los fanáticos del republicano se paseaban tranquilamente por el salón de sesiones, envueltos en capas tatuadas con el apellido Trump.
Uno de ellos se sentó y se retrató en el escritorio de la demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.
En el asalto murió una mujer, no fue identificada, por una herida de bala. En Le Monde leímos que la hoy occisa portaba una prenda favorable al republicano.
Trump, quien presume ser la encarnación de la ley y el orden, no acaba de aceptar su derrota en las presidenciales de noviembre. Esta semana justificó el sitio al Congreso. “Es lo que ocurre cuando no se respetan las elecciones”, escribió.
Con eso se ganó que Twitter suspendiera su cuenta doce horas, por violar políticas de esa empresa.
Todavía el presidente se dijo “robado”, al aparecer en televisión —a instancias de Joe Biden— para pedir a sus fans en el Capitolio que regresaran a sus casas.
Ya hay voces que piden su destitución inmediata, bajo acusaciones de sedición.
* En las tres décadas que llevo recorriendo los pasillos del Congreso mexicano me ha tocado ser testigo, en varias ocasiones, de la irrupción violenta de turbas en la Cámara de Diputados.
Vidrios quebrados, puertas derribadas, invasión del salón de sesiones, empujones, alertas de bombas, manifestación de encuerados, cercos militares y hasta un presidente, Vicente Fox, impedido de rendir su último informe de gobierno.
Lo que nunca imaginé es que llegaría a ver escenas semejantes en el emblemático Capitolio.
* Del asalto que tiene al mundo en ascuas hay otros responsables. Los aliados de Trump en el Partido Republicano. Lo dejaron hacer.
Pero hay una honrosa excepción en ese partido. El vicepresidente Mike Pence, quien se inclinó por el respeto a la Constitución y las leyes.
Mandó a volar a Trump y su descabellada demanda de que detuviera la ratificación de Biden. “No tengo facultades”, le dijo.
El presidente, obvio, lo tundió: “Mike Pence no tuvo el coraje de hacer lo que debería haberse hecho para proteger al país”.
Pence habló en el Congreso, al reiniciar la sesión para certificar la victoria del demócrata. Lamentó la “jornada sombría” que se vivió en el Capitolio y sostuvo que “la violencia nunca gana”.
Algo más: por primera vez en la historia Georgia tendrá dos senadores demócratas. Uno de ellos de raza negra: Raphael Warnock. Eso permitirá a los demócratas el control del Senado.
Otro motivo para la frustración de Trump.