En un cambio significativo de política, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha autorizado a Ucrania a utilizar misiles de fabricación estadounidense para atacar objetivos en Moscú. Esta decisión marca una desviación de la postura anterior de Washington, que restringía el uso de armamento estadounidense a operaciones dentro del territorio ucraniano.
Según fuentes oficiales, la autorización permite a las fuerzas ucranianas emplear misiles de largo alcance, como los ATACMS, para golpear instalaciones militares estratégicas en la capital rusa. Esta medida busca fortalecer la capacidad defensiva de Ucrania frente a la continua agresión rusa y enviar un mensaje claro sobre el compromiso de Estados Unidos con la soberanía ucraniana.
El portavoz del Pentágono declaró: “Esta decisión refleja nuestra determinación de apoyar a Ucrania en su derecho a defenderse y a proteger su integridad territorial”. Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, agradeció el respaldo estadounidense y afirmó que “esta medida es crucial para equilibrar las fuerzas en el campo de batalla”.
La reacción desde Moscú no se hizo esperar. El Kremlin calificó la decisión como una “provocación peligrosa” y advirtió sobre posibles represalias. El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, expresó que “Estados Unidos está jugando con fuego al permitir que Ucrania ataque nuestra capital”.
Analistas internacionales señalan que este movimiento podría escalar las tensiones en la región y complicar los esfuerzos diplomáticos para alcanzar una solución pacífica al conflicto. Sin embargo, funcionarios estadounidenses insisten en que la medida es una respuesta proporcional a las acciones agresivas de Rusia y que busca disuadir futuras incursiones en territorio ucraniano.
Este desarrollo se produce en un momento crítico, ya que la comunidad internacional observa de cerca las dinámicas entre Washington, Kiev y Moscú, y evalúa las implicaciones de este cambio de política en la estabilidad global.