Era un lindo volante de un vestido de Primera Comuniòn… Blanco, puro, aterciopelado, tan intenso en seda como en esencia, infantil… Y flamenco, era como una tarde con los pies en el agua de la piscina, como un helado de tomillo, fresco, bonito…
Era para una niña!
La niña había ganado a sus nueve años duras batallas, batallas que a los mayores también les dan mucho miedo, y se hallaba serena y feliz, princesa, contenta de comulgar por vez primera, y de hacerlo en ese lugar… En la capilla de Santa Minia!
Comulgaría allí, en ese pequeño santuario del pueblo de Briòn, en esa localidad que celebra fiestas cuando septiembre se escapa… Allí donde su madre había rezado con tanta fe, allí donde Santa Minia escuchaba sonidos y llantos y oraciones…
El volante sabía todo eso! Estaba emocionado!
Quería que para la pequeña aquel fuera uno de sus días más especiales… Y sonreía cada vez que ella hablaba de ese momento… Y danzaba, se movía con arte, daba prestancia al vestido, iba y venía con su frufrú, serpenteaba…
Dedicado a las niñas, en especial a Lourdes y Casilda
Dedicado a personas que hacen vestidos, en especial Silvia y Victoria
Dedicado a la gente que lucha batallas
Dedicado a Patricia, en una batalla
Dedicado al pueblo de mi abuela: Briòn, y a Santa Minia
Dedicado al campeòn Luis
