La caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria, tras 24 años en el poder, ha generado una serie de acontecimientos significativos en la región. El presidente Assad y su familia han recibido asilo en Moscú por razones humanitarias, según fuentes del Kremlin.
La ofensiva que culminó con la toma de Damasco fue liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), bajo el mando de Abu Mohamed al Julani. Este avance provocó la huida de Assad y el colapso de su régimen.
La caída del gobierno sirio ha tenido un impacto considerable en sus aliados. Rusia, que mantenía bases militares en Siria, está negociando con Turquía la evacuación de sus tropas y equipos militares, aunque las instalaciones navales en Tartus y la base aérea de Hmeimim siguen siendo prioridades estratégicas para Moscú.
Por su parte, el líder supremo de Irán, Ayatolá Alí Jamenei, ha atribuido la caída del régimen de Assad a un plan conjunto de Estados Unidos e Israel, sugiriendo también la participación de un país vecino, presumiblemente Turquía.
En el ámbito internacional, Estados Unidos ha expresado su disposición a dialogar con los nuevos líderes sirios, incluyendo a grupos como HTS, con el objetivo de estabilizar la región y prevenir el uso del territorio sirio como base para actividades terroristas.
La comunidad internacional observa con cautela la situación en Siria, reconociendo tanto las oportunidades para una transición democrática como los desafíos que implica la reconstrucción y la reconciliación nacional tras años de conflicto.