Caminaban por un bello sendero muy estrecho. Abajo, demasiado abajo, el mar se rompía en olas de vida y sal. Iban de uno en uno, en fila. El paisaje era tan hermoso que se diría que rompía la belleza, era verde y piedra, blanco y atardecer, luz, azul, arena terrosa, amarillos de fuego, latido! Lejos, demasiado lejos, alguien cantaba una canción de amor.
Llegaron a la entrada de la oscura cueva. A uno de ellos no le permitieron entrar, la Dama que hacía las preguntas escribiò en su frente la palabra “mentirosa”. A otro tampoco, la Dama apuntò “presuntuoso”. A una tercera tampoco le fue posible acceder, la etiquetaron como “traicionera”. Y a todos los demás caminantes les recibieron muy bien…
En la gruta la oscuridad desaparecía nada más entrar. Era acogedora y còmoda, y alguien la inundaba de una música preciosa. Se trataba de una especie de fiesta, las paredes estaban pintadas de blanco, y había en cada esquina rosas delicadas en tono marfil. La alegría acariciaba los corazones… Se sentía la pureza en la piel y en el alma…
Y de repente el niño despertó… Qué sueño tan real!
Dedicado a Pau, por las charlas sobre “el camino”
Dedicado a mi hermana
Dedicado a Magaly Zapata
Dedicado a los que rematan las cosas bien y con nobleza
Dedicado a Luis Carrasco, siempre caminando con él al lado