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¿Casualidades?

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

“En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera”: Roosevelt

Usted me dirá si es válido que el presidente de la República, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, se haya adentrado en territorio narco –a donde sólo se llega con permisos de esa mafia- y saludando de mano e intercambiando palabras con la madre y abuela de los criminales más famosos del mundo y de México, respectivamente, y el nieto que controla el tráfico de drogas en la zona de Culiacán y muchos sitios más.

Estoy seguro de que los argumentos para justificar la actitud del presidente serán miles pero ninguno con el peso más sólido que el dolor que esos narcos han infligido a cientos de militares y policías, más de un civil inocente o no.

No hay manera de justificar al presidente: Se queja de torres eólicas que, dice, dañan el medio ambiente y uno de sus proyectos daña el mangle del golfo, otro no escatima la afectación a la selva y al pulmón más grande de Norteamérica en Calakmul; dice que su gobierno se adelantó al coronavirus y desde mayo del año pasado empezamos a escuchar los problemas con abasto de medicinas para enfermos de cáncer, para gente con VIH; dice que Trump y otros presidentes le copian sus planes para los pobres, pero no dice que en EEUU los hay desde la segunda guerra mundial.

Estamos frente a un presidente que miente.

La emergencia nacional no incluye en su inamovilidad al presidente. Él es inmune, cree, y sigue saliendo y saludando de mano, abrazando a gente y recorriendo miles de kilómetros como si él no fuera vector de contagio posible.

No sé qué pensar. El presidente argumenta que si se encierra y cumple con lo que su gobierno ordenó para todos las fuerzas neoliberales y conservadoras le quitarán el poder porque un espacio que se deje vacío siempre se llena. Esto es política, argumenta.

Me da pena tener un presidente que no llegó convocando a la unidad nacional, uno que no acreditó que su proyecto, armado durante 18 años de campaña, era realmente el mejor para el país, ese que recibió tan maltratado, tan dañado y con tan poco crecimiento, pero creciendo y yendo hacia delante.

Me da pena que él, quien ganó con 30 millones de votos, que tiene la legitimidad más incuestionable de los últimos presidentes, tenga miedo a guardar reposo porque alguien le va a quitar el poder sólo por hacerlo. Creo que ese dicho refleja a plenitud los miedos y los atavismos que enmarcan la conducta de quien debió ascender al poder para ejercerlo a favor de todos, más de para acreditarle a los que no votamos por él que estábamos equivocados.

Me da pena que el presidente este siendo peor de lo que plantee en mis espacios públicos en la campaña, pero su actuación como jefe de gobierno capitalino me dejó claro que esperar de él: Autoritarismo, intolerancia y corrupción, nada más.

Ahora el desvía la atención de los temas que realmente importan: la emergencia sanitaria y la ausencia de un plan económico. Pero es menos interesante que López conozca a la madre de Chapo, lo que importa son las implicaciones de un proyecto de carretera que proporcionará la primera ruta terrestre principal que conecta Culiacán, la sierra y Chihuahua. Seríamos ingenuos si no preguntásemos ¿a quién se beneficia con la infraestructura? No hay que cerrar los ojos, lo real no es muy difícil de ver, dice Michael Lettieri, profesor de historia mexicana en la Universidad de San Diego.

Hoy, el jefe supremo de las Fuerzas Armadas no sólo visita a la mamá del Chapo ahí, en su territorio, sino que le pide a los militares que ellos sean los responsables de cuidar a quienes se enfermen de Covid19 y lo hagan ahí, en sus barracas, en sus cuarteles, en sus zonas militares. De carne de cañón para el narco a salvadores para la población. De jefe de los militares que combaten a los narco a amigo de la mamá del narco más sanguinario y más famoso del mundo con un legado en México que representa su hijo Ovidio, ese que dejaron en libertad cuando ya lo tenían cooptado. En fin.

El daño a la imagen presidencial es inconmensurable, el daño al país también lo será cuando esto termine y lo peor será que quizá ni así el titular del Ejecutivo rectifique y pretenda aprovecharlo para echarle la culpa a otros, como si él no fuera responsable de lo que pasa en el país desde el uno de diciembre de 2018. Y no parece importarle.

¿Para eso peleó durante 18 años?

En las grandes crisis siempre salen grandes hombres, ojalá el presidente esté a la altura. Hasta hoy no.

José Francisco Lopez Vargas
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