Por: Alan Contreras
La costumbre presidencial de inhibir el libre ejercicio periodístico, trae consigo la función que mediante hábiles juegos de comunicación, los gobiernos intentan confrontar a los medios con la sociedad con el fin de trazar una estrategia a favor de su imagen retorciendo el valor de la realidad y las libertades. Por dicha razón, el poder de la censura presidencial hacia los medios de comunicación ha sido un tema recurrente en las últimas administraciones.
Basta con mencionar que durante su sexenio, Felipe Calderón tomó represalias contra la entonces aclamada Carmen Aristegui por exponer la relación del entonces mandatario con el alcohol.
Peña Nieto hizo lo propio con la misma periodista al exhibir la famosa “Casa Blanca” y develar información sobre la manera en la que se benefició a cierta empresa que construyó dicha propiedad durante la administración peñista.
Posteriormente, cuando todo parecía blindar los cánones de la plena libertad de expresión, cuando el Presidente de la República enarbolaba la libertad de prensa al tomar posesión, resulta que el viernes pasado un periodista osó cuestionar a la toda poderosa figura del ejecutivo mexicano en su rueda de presa matutina, lo cual, para nada agradó al mandatario.
Prefiero no entrar en detalles numéricos sobre las cifras de homicidios en el país (razón por la cual debatieron López Obrador y Jorge Ramos), puesto que el asunto nodal recae precisamente en que un periodista, al igual que cualquier otra persona, tiene la posibilidad de increpar a cualquier figura pública sin importar si los datos son correctos o no; en todo caso, si estuviéramos frente al segundo supuesto, donde las cifras de quien intenta demostrar algo son erróneas, lo único que generaría es la falta de credibilidad en su trabajo y por lo tanto su propio desprestigio.
¿Creo que muchos periodistas actúan con conocimiento de causa? Sí; quiero decir que algunos de ellos buscan permear en la opinión pública con líneas negativas o en su caso positivas en torno al gobierno en turno dependiendo de sus intereses, pero eso no exime de responsabilidad a ningún político, empresario o ser humano que condicione una opinión ajena con tintes de amenaza disfrazados en la protección de los intereses de “la gente”.
“Si ustedes se pasan, ya saben…”, esbozó el Presidente Andrés Manuel López Obrador ante el grupo de periodistas que asisten a sus conferencias mañaneras. Posteriormente dijo “ No soy yo, es la gente, no es conmigo, es con los ciudadanos, que ya no son ciudadanos imaginarios…hay mucha inteligencia en nuestro pueblo…”.
Creo firmemente que Jorge Ramos no le faltó al respeto a la figura del Presidente con las cifras de homicidios en México, al contrario, creo que le permitió entablar un debate maduro a final de cuentas. Lo que no comparto, es el mensaje que se les comunicó de manera indirecta a los periodistas en la conferencia del inicio de semana, puesto que demuestra incongruencia con los postulados iniciales del presidente sobre la libertad de expresión.
Me retiro con dos interrogantes ¿Sera condición presidencial la censura a medios de comunicación? Y, ¿Por qué nuestro Presidente aguardaba información bien presentada sobre la tasa de homicidios en México el mismo de día que casualmente lo cuestionaron acerca de ese tema?