Mayotte, un pequeño territorio francés en el océano Índico, enfrenta una de las peores crisis humanitarias de su historia tras el paso del ciclón Chido, el más devastador en 90 años. Con vientos de más de 225 km/h, la tormenta dejó a su paso escenas apocalípticas, destruyendo viviendas, infraestructuras esenciales y cobrando la vida de al menos 14 personas, según cifras preliminares.
En las zonas más vulnerables, especialmente en los barrios de chabolas habitados por inmigrantes indocumentados, las pérdidas son inmensas. Los residentes han quedado sin agua, electricidad ni alimentos durante días. “Todo está destrozado, no hay agua corriente ni electricidad. La gente espera ayuda para sobrevivir”, relató John Balloz, un residente de la capital, Mamoudzou. Otro vecino describió la situación como “las secuelas de una guerra nuclear”.
La cifra oficial de fallecidos podría aumentar drásticamente, según François-Xavier Bieuville, prefecto de la isla, quien advirtió que las muertes podrían alcanzar varios cientos o incluso miles. La tradición musulmana de enterrar a los muertos en 24 horas ha dificultado el recuento de víctimas, sumado al alto número de inmigrantes indocumentados en la isla.
Equipos de rescate, con refuerzos desde Francia y la Cruz Roja, trabajan contrarreloj para encontrar supervivientes entre los escombros. Sin embargo, las operaciones están complicadas por el colapso de infraestructuras: carreteras intransitables, líneas eléctricas caídas y la destrucción de plantas de tratamiento de agua. Un primer cargamento de suministros y refugios de emergencia ha llegado, pero la magnitud de la crisis supera los recursos disponibles.
El Ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, advirtió que tomará días determinar el alcance total de la devastación. Francia ha desplegado 110 soldados y se espera la llegada de otros 160 para apoyar las tareas de rescate y reconstrucción.
El ciclón Chido, calificado como “excepcional” por meteorólogos, ha sido atribuido a las aguas anormalmente cálidas del océano Índico, una consecuencia directa del cambio climático. Esta tormenta no solo devastó Mayotte, sino también Mozambique, donde dejó tres muertos y causó graves inundaciones y daños estructurales.
La crisis en Mayotte subraya la vulnerabilidad de las comunidades pobres frente a fenómenos extremos, exacerbados por el cambio climático. La isla, con un 75% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza, depende en gran medida de la ayuda internacional para su recuperación.
Mientras la tormenta se degrada a depresión tropical, las lluvias torrenciales continúan amenazando la región, planteando riesgos adicionales de enfermedades como el cólera y la malaria. La comunidad internacional se enfrenta ahora al desafío de brindar apoyo urgente a las víctimas y abordar las causas subyacentes de estos desastres naturales.