Por: Cristina Padín.
Cumplía un siglo de vida la mujer. Justo el día en el que se festeja el día de la mujer. Gallega, férrea, firme, fuerte como los robles. Serena y sensible. Una dama de Galicia, de las que tan bien trabajaron, de las que tanto lucharon. De las que bailaron las verbenas hasta agotarlas, las que estrenaron los vestidos el día del santo o de la virgen, las que tuvieron picardía para vivir sus amores cuando muchas cosas las intuían y otras las descubrían. Mujeres que iban a la escuela a pie, con frío, con agua en los zapatos viejos, con sus libros, con ganas de aprender, alguna vez quizá con miedo, y otra vez con ilusión, o con sueño, o quién sabe…
Cumplía cien años la abuela aquella. Viejecita de una aldea gallega, como tantas. Que leen, que escriben, que suman y restan, que emprenden, que trabajan en sus huertas, que rezan unos días (y otros puede que no), que tienen las manos arrugadas… y la mirada limpia, porque son buenas, nobles, sobrias, son de verdad. Cumplía un siglo aquella señora y lo celebraba como había celebrado su vida: con humildad, con entrega, con arte. Que en la retranca gallega hay inteligencia
y arte. Cumplía años en el pueblo, donde todos se conocen, todos se ayudan, todos saben los unos de los otros. Y eso era lo bonito, esa maravillosa normalidad festejada en familia, sin alardes. Con corazón. Sin ostentación. Cien años de una gallega de tantas. Una mujer de ayer y de hoy. De verdad.
Cien años cumple una vecina, felicidad Cien años llegó a cumplir mi querida abuela, y casi ciento uno… Mujeres reales, autónomas, modernas y tradicionales. Mi homenaje a todas ellas.
A las mujeres. En especial a mi
hermana y mi madre…
… y a estas mujeres que están
en mi vida: Ana, María, Isabel,
Ascen, Manoli, Belén, Lorena,
Julia, Demelza, Pau, Grethel
A las personas de verdad
A mi querido Luis
A los valientes
A mi querida Galicia, a los
gallegos de ley…
Y a los rapaces de aldea
