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José Francisco Lopez Vargas
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Por Francisco López Vargas

Donald Trump se ha exhibido sin inhibiciones en apenas una semana de gestión como presidente de los Estados Unidos: es un empresario audaz, rico, pero ignorante y con muy poca cultura y menos calidad humana. Pelear contra alguien así pareciera un reto digno tan sólo para verlo humillado e hincado suplicando piedad.

Es cierto. Da pena, pero es la verdad, Trump saca en las personas lo peor de ella ante sus bravuconadas, sus arrogantes actitudes y su intolerancia. Lejos de ganar respeto, Trump pareciera haberle comprado su título –si es que lo tiene- a la escuela patito de un dirigente sindical, pero precisamente porque es comprado cada vez que abre la boca acredita que no sólo no lo tiene sino que tampoco lo merece.

Seamos claros. No es distinto a muchos empresarios mexicanos que el dinero los convierte en tipejos arrogantes que sólo tienen dinero y creen que les es suficiente para humillar a sus semejantes, a esos que él ve les hace un favor al darles empleo o al convivir con ellos. Son personas miserables: sólo tienen dinero y es lo único que pueden dejar porque condenan a su descendencia a vivir en el reflejo de sus actos. Queda claro: son seres mezquinos.

Sin embargo, cuando seres mezquinos e ignorantes llegan a gobernar un país la pregunta obligada es ¿qué clase de sociedad tiene un país que elige para que la dirija un tipejo así? La respuesta nunca será agradable y en México tenemos el ejemplo de un presidente que muchas veces nos ha acreditado que quizá también el compró su título en una escuela patito.

Conozco empresarios conscientes y otros responsables y solidarios. También conozco políticos buenos –quizá no los suficientes- pero también a los que se disfrazan de luchadores sociales para alcanzar el poder y, aunque lo nieguen, ser ricos: la pobreza se ve mal en todos, pero mejor en los de enfrente.

Sin embargo, a pesar de todo, Trump es quizá lo mejor que nos puede pasar como país si hacemos un poco de reflexión, si salimos de la zona de confort y nos ponemos las pilas: dejemos de ser el país más acreditado por su corrupción y no nos justifiquemos porque en otros sitios la hay porque en todos lados es de vergüenza; dejemos de ser el que más mexicanos expulsa por falta de oportunidades; dejemos de ser tan dependientes de sus insumos y producción agrícola; en síntesis, seamos mejores que ellos y no creo que haya que hacer un gran esfuerzo.

Empero, la realidad nos alcanza. La cortedad de miras igual y mientras desde el gobierno se quedan cortos esperando que Trump no sea lo que es, la sociedad finge unirse y plantea que se boicotee a empresas americanas asentadas en México sin tomar en cuenta que muchas de ellas son de capital binacional o ya estrictamente mexicanos que usufructúan una marca estadounidense pero todas tienen trabajadores mexicanos, pagan impuestos en el país y se dañaría solamente la economía local. Es lo mismo que dice Trump cuando habla de que se le cargue 20 por ciento de impuesto a los productos mexicanos: los estadounidenses en su mercado terminarán pagándolo y sólo ellos decidirán si ya no compran el producto o sólo agregan el costo adicional.
Lo alarmante es tener a un personaje sin educación ni cultura gobernando al país más rico del mundo y nuestro mayor socio comercial y que durante los últimos 20 años no hayamos procurado ampliar nuestras exportaciones a Asia, Europa y a toda Latinoamérica que aunque no pague en dólares siempre será dinero.

El esfuerzo actual del gobierno yucateco, para hablar del terruño es que aquí se está volteando a ver a Asia, se ha pensado en otros mercados y aunque todavía el estadounidense es el mayor, ya se habla de Italia, de China, de Alemania y otros polos que podrían darnos una buena opción ante el majadero gobierno estadounidense.

Pero no nos equivoquemos: ni todos los mexicanos son narcos, ni todos los gringos son Trump y, al fin de cuentas, ellos pueden hacer lo que quieran en su territorio y nosotros lo mismo en el nuestro. El problema es que nunca dejaremos de ser vecinos y eso no lo entiende uno ni otro.

PD

El fortalecimiento de Luis Videgaray Caso en el gabinete presidencial prácticamente ha desdibujado a Miguel Angel Osorio Chong, un secretario de Gobernación que no sólo ha sido incapaz de sostener la gobernabilidad y controlar a los gobernadores, sino que tampoco ha sido capaz de lograr éxitos sólidos en el tema de seguridad.

Osorio no pareciera ya tener con qué ser candidato igual que Videgaray o el propio José Antonio Meade cuyo destino pareciera el Banco de México. ¿A quién le apuestan para el 2018?

José Francisco Lopez Vargas
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