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Claroscuro

José Francisco Lopez Vargas
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Sin autoridad.

Por: Francisco López Vargas.

“Al comparar el nivel de violencia de enero de 2016 (829) con el de enero
de 2017 (mil 387) se observa un aumento de 67.3%. El nivel de violencia
registrado en enero de 2017 es el más alto en los últimos 50 meses (desde
diciembre de 2012). Con base en el promedio mensual de los últimos seis meses,
se estima que 2017 podría finalizar con 14 mil 236 ejecuciones”, dice un
informe de la consultora sobre violencia Lantia.

Quizá Yucatán y Campeche pueda presumir de estar lejos de esas cifras, pero
la falta de resultados no sólo involucra a los gobernadores que tienen que dar
la cara a sus electores, sino que les complica la vida al tener que explicarle
a la gente el por qué el gobierno que apoyan a nivel federal es incapaz de
revertir los principales problemas del país.

La responsabilidad de cada gobernador es su estado y Alejandro Moreno y
Rolando Zapata han cumplido en el ámbito de seguridad, en la generación de
empleo uno ha logrado repuntar las cifras y el otro detener el deterioro que
recibió como herencia para empezar a elevar la ocupación. Ambos tienen que
esforzarse para evitar la contaminación de Quintana Roo o Tabasco les llegue no
sólo en la inseguridad sino en el trasiego de droga.

El que no puede presumir esas cifras es el secretario de Gobernación.
Miguel Ángel Osorio Chong fue contratado por Enrique Peña Nieto para ser el
responsable de la política interna del país y le ha fallado.

El señor Osorio no sólo ha sido incapaz de proteger a su jefe sino que
también incapaz de entregar resultados alentadores que puedan usarse no sólo
para justificar su cargo, para darle fortaleza a su jefe sino también para
construir su propia candidatura presidencial.

Osorio se va desdibujando cada día más. Las cifras lo borran, lo anulan y
paulatinamente lo alejan de cualquier aspiración presidencial no sólo porque su
partido está en los peores números de preferencia electoral sino porque su jefe
y, por ende, su gobierno, tienen los peores números de aceptación que se recuerden
en el país.

Ni Vicente Fox ni Felipe Calderón con el estigma de su elección tan
complicada han tenido los números tan reprobatorios de Enrique Peña Nieto.

La responsabilidad es compartida: a Osorio lo nombró Peña y Osorio fue de
sus coordinadores de campaña, de los que nos dijeron que ellos si sabían
gobernar, que sí tenían la fórmula para cambiar un país que se niega a hacerlo
quizá porque les ha faltado calidad moral, pero sobre todo capacidad para
gobernar.

Peña Nieto inició su debacle con el escándalo de su casa blanca, se agravó
con los asesinatos de los 43 de Ayotzinapa a manos de los cómplices del alcalde
de Iguala, seguidor vehemente de Andrés Manuel López Obrador, que hoy usa el
tema para su provecho sin detenerse a explicar porqué había gente de un cártel
apoyada por él.

La guerra de Calderón, absurda como muchos la llaman, no deja de ser la
única ofensiva oficial contra los narcos, esos que se protegió en épocas de
Echeverría, López Portillo o Carlos Salinas y que se exhibió como la gran
corruptora en los días de Ernesto Zedillo en la presidencia, al exponer al
general Gutiérrez Rebollo o al ex gobernador Mario Villanueva Madrid y luego
con Tomás Yarrington, Eugenio Hernández y hasta Cavazos Lerma cabalgando con
Juan N. Guerra y sus sicarios.

Para luego darnos un ejemplo de lo que pasaba en Michoacán en los
ayuntamientos luego de los gobiernos perredistas de Lázaro Cárdenas Batel –el
primero en pedir la presencia del ejército- o Leonel Godoy para empeorar con el
priista Fausto Vallejo.

En los últimos años del gobierno de Peña Nieto la gran pregunta es ¿dónde
ha estado Osorio? El país se ha ido complicando todos los días: gobernadores
rebeldes, ladrones y abusivos a la vista y paciencia de una autoridad que no
pudo o no supo cómo actuar.

¿La falta de resultados de Osorio tiene qué ver con sus aspiraciones
presidenciales o, de plano, con su falta de capacidad y de autoridad para meter
orden? Lo cierto es que el país se les deshizo en las manos a pesar de sus
grandes golpes de los dos primeros años.

¿Qué les pasó?, ¿lo mismo que a todos?, ¿lo mismo que a una ex gobernadora
que repentinamente se da cuenta que su hijo es prestanombres de un gobierno
corrupto cuando ella presumía de su calidad moral y honradez?, ¿lo mismo que a
un ex gobernador que presumía tener 50 mil pesos en el banco y manejar un
Volkswagen y hoy no sabe cómo justificar sus edificios, sus inversiones y su
Mercedes Benz convertible que ni siquiera saca de su cochera?

Pasarán años para saber si en realidad la incapacidad de Osorio fue por su
naturaleza o por su incapacidad, pero sobre todo porque una reforma energética
no funciona si uno de sus promotores lucró con la compra de los terrenos para
una refinería en su entidad y evitó que se construyera para evitar un buen
golpe político de un presidente ajeno a su partido.

No lo sabremos pronto. Queda claro que hoy la incapacidad de Osorio le está
costando desaparecer como aspirante presidencial, pero tiene la excusa de decir
que Luis Videgaray era el consentido, que a él sí lo escuchaban, etc.

Lo cierto es que el presidente no tuvo secretario de Gobierno. Todos los
problemas nacieron, se reprodujeron, explotaron y se acabaron cuando dejaron de
ser temas mediáticos, nada más. Nunca los resolvieron, sólo los administraron.

José Francisco Lopez Vargas
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