Por Francisco López Vargas
Pues la suerte está echada para, al menos, tres gobernadores priistas: ambos Duarte y un Borge. La realidad es que efectivamente los tres pareciera que su actuación los pone en la picota, pero siendo realista: ¿sólo a ellos?
La realidad mexicana de hoy dice que Tomás Yarrington y su sucesor Eugenio Hernández son prófugos de la justicia e Interpol tiene órdenes de aprehensión contra ellos, pero el dirigente nacional del PRI, Ochoa Reza, sólo tiene ojo para los tres primeros.
La realidad es que los tres gobernadores aún en funciones podrían quejarse y vaya que tendrían razón: nadie los ha juzgado ni tienen órdenes de aprehensión ni les han fincado responsabilidad ni sujeto a proceso.
En todo caso, con razón, Ochoa tendría que voltear a ver a Rodrigo Medina cuya actuación si está en la picota y ya hasta se le citó a declarar y está sujeto a un proceso por su manera de gobernar y supuestos delitos.
Ochoa tampoco tendría que fingir que no ve a Rubén Moreira ni a su encubridor hermano y vaya que ellos se burlaron no sólo de la Secretaría de Hacienda, sino que hasta al Congreso de su entidad usaron para defraudar y hacerse de 36 mil millones de pesos en deuda pública, cuyo destino nadie sabe.
Egidio Torres, el gobernador saliente de Tamaulipas también debiera ser expulsado de su partido porque ni siquiera pudo esclarecer el asesinato de su hermano, crimen que lo hizo a él gobernador mientras siguió sumida su entidad en una inseguridad que ofende.
En Campeche, por ejemplo se expulsará del PRI al ex secretario de Salud, Alfonso Cobos Toledo, y el que fuera el administrador de Secud, primero, y de Salud después Miguel Duarte Reyes, por sus actos de corrupción y mal gobierno durante la gestión de Fernando Ortega Bernés como titular del Ejecutivo del vecino estado.
Empero, no he leído ni una sola nota en la que se hable de expulsar a Enrique Iván González López, un ex alcalde que de priista pasó a panista para ser priista y defraudar no sólo a quienes lo eligieron sino también a quienes pensaron que podría ser una diferencia para Ciudad del Carmen luego de las administraciones azules.
El saqueo lo encabezó él y su familia vaya que supo apoyarlo.
Eso de las expulsiones del PRI, perdón, pero no me mueve a ninguna certeza. En Campeche y Yucatán, como en todo el país, hay gente que no militan más que con su conveniencia y a ratos los veremos azules, luego rojos o anaranjados.
¿No había más que poderosas razones para haber expulsado a Carlos Sansores Pérez en los años de José López Portillo?, o ¿alguien ha propuesto expulsar del PRI a Jorge Luis Lavalle Azar por su activismo político en una de las facciones del PAN en pugna en Campeche?, ¿hace falta?, ¿es necesario?
Nadie recomendó expulsar a José López Portillo por corrupto o a Carlos Salinas de Gortari o que me dice el lector de Roberto Madrazo Pintado.
Ahora, en serio, ¿vale la pena expulsar a alguien del PRI? Lo que hicieron Duarte y Cobos, en Campeche, no es diferente de lo que han hecho otros tantos funcionarios que los precedieron. Nadie olvida las quejas contra Abelardo Carrillo al que acusaban de engullir manzanas inmobiliarias completas de la capital campechana.
En el gobierno de Antonio González Curi vaya que se acusó de todo antecesor Salomón Azar y en el gobierno de Fernando Ortega fue clara la traición de otros encumbrados priistas.
De hecho, en la campaña de Ortega y en la de Jorge Carlos Hurtado el cúmulo de votos logrado por la oposición campechana fueron suficientes como para pensar en una purga al interior del tricolor aunque uno haya ganado sin duda y el otro haya perdido sin remedio.
En la elección de Azar muchos tienen clara la traición de los González –uno ya con un pie en el PAN- que llegaron al extremo de tomar el partido irritados porque Azar no era el candidato que esperaban.
Historias de corrupción desde el gobierno las hemos visto ir y venir: secretarios que sólo lo fueron unos años y nunca más volvieron a dar un golpe, políticos humildes que terminaron rentando casas y poseyendo grandes ranchos sin ingresos que justificaran esa riqueza, pobres de 50 mil pesos en el banco pero ricos en bienes raíces en Miami, Honduras o Yucatán o Quintana Roo.
¿En serio expulsarlos es la solución?
Me parece que el presidente del PRI nacional no podrá actuar contra Borge, César y Javier Duarte si no pasa por las armas a Humberto Moreira y a los prófugos Yarrington y Hernández, cuyas actuaciones criminales son tan graves como las de los tres gobernadores aún en funciones, sólo que a éstos dos los buscan por narco.
Si la idea del PRI es mandar un mensaje contundente, los tres gobernadores que tiene enlistados no le servirán para hacer boca porque la exigencia social le abonará a esa lista hasta hacerla más larga y muy larga.
En Campeche, ciertamente hace falta meter orden. El gobernador Moreno lo ha dicho y lo ha reiterado: no habrá corrupción, pero Duarte y Cobos son apenas una minucia si se considera a los verdaderos capitanes del fraude y la malversación.
Creer que con esos dos nombres todo quedará en paz es un error porque no sólo es un tema de latrocinio o de falta administrativa sino también de ofensa social y de abuso a niveles excesivos.
En Yucatán vaya que ha habido exigencias para hacer que Ivonne Ortega cumpla igual con pagar por sus desatinos y sus actos de corrupción en hospitales y museos.
Cuando un gobierno triunfa, esa victoria reviste dos veces al gobernador: condujo bien a su equipo y escogió bien a su equipo para darle resultados a su pueblo, a la gente que lo eligió. Cuando un gobierno fracasa, la única responsabilidad es del gobernador que no supo armar su equipo ni darle dirección.
La política es así de dura, así de determinante, por eso si se va a hablar de traiciones, de traidores y de gente que le estorba al partido, pues hay que sacar a varios de apellidos relevantes, de nombres conocidos y a muchos más que sólo fueron comparsas y compañeros de saqueo. Nada más.
